SABADO Ť 17 Ť FEBRERO Ť 2001
ANDANZAS
Llegan los cisnes
Ť Colombia Moya
ERA EL AÑO 1877, en Moscú, cuando una parvada de mujeres-cisne, desprendidas de una antigua leyenda popular eslava, materializadas en el foro del teatro Bolshoi de Moscú, sorprendieron al público en el primer intento por desarrollar la maravillosa historia de amor, hechizo y muerte nunca antes plasmada en la danza. El coreógrafo, Julius Reisinger, realizó un ballet que más bien aburrió a la audiencia por la trivialidad de su trazo, lo que resultó en un fracaso total a pesar de contar con la presencia de Karaova, una de las mejores bailarinas de la Escuela Imperial de Moscú, y de los decorados del no menos célebre Changuine, aunque la idea de la mujer cisne sobrevivió. Una segunda versión, en 1880, de Joseph Hansen, tampoco conoció la gloria, la cual corregida en 1882, tampoco logró remontar el vuelo aún cambiando a las bailarinas.
NO FUE SINO hasta 1890, veinte años después de haber compuesto la música Piotr Illich Tchaikovsky, como parte de la trilogía más célebre de los ballets clásicos, como son La bella durmiente, El Cascanueces y El Lago de los cisnes, que le fue encargado al coreógrafo Marius Petipa, y a su fiel asistente Lev Ivanov, una nueva versión de la obra. Petipa, muy ocupado, y con los antecedentes negativos del éxito del ballet, encargó un montaje preliminar a Ivanov, siempre en segundo término, ante los esplendores de la fama del maestro y coreógrafo principal del Teatro Imperial de San Petesburgo. Así, Ivanov, muy probablemente, fue quien encontró los movimientos temáticos maravillosos de la mujer cisne. El braceo característico y la actitud tímida y casi agonizante de una doncella hechizada convertida en cisne, cuya liberación sólo podía lograrse por el amor verdadero, más allá de la vida y la muerte, versión que se presentó preliminarmente en 1894, a pocos meses de la muerte del compositor.
ANTE EL ÉXITO de tal versión, Petipa se puso a trabajar sin descanso en el montaje de la obra completa, dejándole únicamente a Ivanov intactos el segundo y el cuarto actos cuyo delicado lirismo es inconfundible, como piezas maestras del romanticismo lunar. Ivanov y Petipa, lograron una fusión perfecta entre la técnica de la escuela imperial, y el desarrollo dramático y pantomímico de las secuencias coreográficas que a través de los años, han convertido éste ballet en una de las piezas interpretativas más ambicionadas por las bailarinas y los bailarines, pues para ello se requiere no sólo un dominio académico y estilístico perfecto, sino una sensibilidad y capacidad dramática que representan una de las cumbres más ambicionadas del repertorio balletístico de todos los tiempos; es decir, que de algún modo, interpretar el cisne en sus dos personalidades, el bien y el mal, el blanco y el negro, es la consagración.
LA VERSION FINAL, que constituyó un éxito sin precedente se presentó en el teatro Marinsky de San Petesburgo el 15 de enero de 1895 y desde entonces, representa un as mayor en el repertorio de las compañías de ballet. México, con su Compañía Nacional de Danza del INBA, como hace veinticinco años, muestra sus cisnes una vez más en las tradicionales representaciones en la isleta del lago de Chapultepec, del 28 de febrero al 8 de abril a las 20:30 horas. No se la pierda.