SAN CRISTOBAL-BAGDAD
El presidente George W. Bush acaba de visitar brevemente
el rancho de su anfitrión mexicano sin inmutarse ante el hecho de
que su llegada coincidía con una nueva agresión unilateral
a Irak, o sea con la enésima violación de la legalidad internacional,
con una nueva falta de respeto a las Naciones Unidas y con una nueva demostración
de que Estados Unidos y su mandatario se guían sólo por su
propia voluntad y por sus propios intereses y utilizan la fuerza donde
y como consideran útil para los mismos, sin reparar en tratados,
leyes, principios, ética o moral. Si alguien llegó a informar
al presidente Fox sobre el ataque a Irak, es probable que la normalidad
con la cual Bush trata el bombardeo de la capital de un país con
el cual ni siquiera está en guerra pueda haber sonado como advertencia
y provocado quizás algún escalofrío en la espalda
del ranchero de Guanajuato.
Por supuesto, el Pentágono ha organizado el bombardeo
?y otros similares? con bastante anterioridad a pequeñeces (para
el complejo militar-industrial estadunidense) como la breve visita de Bush
a Guanajuato para discutir supuestamente entre amigos (pero no iguales)
sobre cómo integrar el sistema petrolero y energético mexicano
con el del país del norte y cómo complementar la economía
de éste con los recursos materiales y humanos de nuestro país.
El desenfado del Pentágono y del Departamento de Estado encaja perfectamente
en los planes de Bush, que no sólo inaugura su periodo presidencial
con una nueva guerra de agresión sino que también destinará
gigantescas sumas para subvencionar a la industria armamentista (y, de
este modo, a la economía estadunidense en general), para la preparación
de Escudo Estelar y de diversas guerras.
La reunión entre el presidente Fox y su colega,
por consiguiente, no fue un coloquio entre iguales para discutir líneas
estratégicas comunes, pues sobre la reunión calificada de
informal y operativa flotó la muy oscura y formal amenaza del poderío
militar listo para ser usado contra el más fiel de los aliados y
servidores (como Saddam Hussein) si los mismos ya no sirven ni cumplen
con lo que se les pide. El hecho de que la primera visita de Bush fuera
de sus fronteras la haya realizado a México indica en realidad que,
en la visión estratégica del mandatario y del grupo empresarial
que lo respalda, nuestro país es considerado un problema interno
de Estados Unidos (recordemos al respecto su torpe pero sincera frase,
cuando la visita texana del candidato presidencial Fox, diciendo que había
discutido con éste el problema energético "para no depender
del petróleo extranjero").
La reunión de San Cristóbal, funestada por
el ataque a Bagdad, consistió en un intercambio de posiciones en
el cual, dado el peso respectivo de los participantes, fueron más
los sí que los yes. El comité conjunto de alto nivel resultante
de la reunión deberá, en el fondo, fijar el modo, los ritmos
y las formas de una mayor integración mexicana en el plan, tan acariciado
por Reagan, Bush padre y Bush hijo, pero también aceptado por Fox,
de avanzar hacia una más amplia unidad económica y política
norteamericana en la que nuestro país desempeñaría
un papel aún más subordinado que el que tiene actualmente
en el Tratado (o Acuerdo) de Libre Comercio. No hay de qué alegrarse
o enorgullecerse.
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