domingo Ť 18 Ť febrero Ť 2001
Guillermo Almeyra
El imperio ataca nuevamente
Hablamos del bombardeo a Bagdad y no de un nuevo episodio de La Guerra de las Galaxias. El ataque a Irak, lanzado por Bush con el apoyo del fiel escudero de Washington, el gobierno laborista de Tony Blair y Tony Giddens (sí, el de la tercera vía), intenta matar varios pájaros de un solo tiro. En primer lugar, seguir subsidiando a los constructores de armamentos y obligando a Rusia, China y Europa -con la preparación del Escudo Estelar, sin que exista en el horizonte enemigo alguno que pueda amenazar la seguridad estadunidense- a una competencia ruinosa en el terreno de la construcción de sistemas ofensivos-defensivos. En segundo lugar, amenazar a los países árabes que, llevados por la presión popular en favor de los palestinos, pudieran pensar en salirse del redil estadunidense, porque los favores anteriores recibidos no cuentan para Washington, como lo muestra el caso de Saddam Hussein, hombre de éste durante los ocho años de la guerra con Irán, pero Satán apenas trató de independizarse.
En tercer lugar, demostrar a todos los países, y en particular a los del Tercer Mundo, que Estados Unidos se considera por encima de cualquier ley internacional, no reconoce los lazos que le impone su pertenencia a las Naciones Unidas, y entiende utilizar su actual hegemonía militar para aplicar la fuerza de modo bárbaro en el momento y lugar que juzgue oportuno. En cuarto lugar, hacer sentir a los palestinos -para reforzar su bastión en el Cercano Oriente, que es Israel- que no deben confiar mucho en las palabras de Saddam Hussein y del alto comando iraquí sobre la formación de un ejército para liberar Jerusalén, como proclamó hace días el Rais.
Estados Unidos se ha autodesignado hace rato juez y sheriff del mundo. Ante el hecho de que la política mundial del capital financiero pierde constantemente fuerza, desde Seattle hasta Porto Alegre, y no puede llevar a un Estado mundial, dada la lucha por la hegemonía planetaria que se libra actualmente entre los capitales que se apoyan en el Estado (federal o confederado) que se está constituyendo en Europa y los que, por el otro lado, lo hacen en el estadunidense, Washington ha decidido ocupar manu militari el papel de constructor del Orden Imperial.
Esta nueva agresión bélica, por consiguiente, es a la vez una advertencia mafiosa al mundo y la preparación de otras guerras mayores y más cruentas, en particular para el pueblo estadunidense. El dominio oligárquico de 200 empresas mundiales no permite en efecto relaciones de igualdad ni democráticas en la comunidad internacional ni en el seno de cada Estado. Por el contrario, pone en primer plano la necesidad de la fuerza brutal para aplastar las protestas de los pueblos. En épocas de crisis económica, además, la guerra dirime las diferencias y, con el keynesianismo criminal del Estado imperial, es decir, con su subsidio a las fuerzas armadas, sostiene algunas economías, mientras destruye otras, creando las condiciones para un nuevo posible ciclo de reconstrucción del capital.
Estados Unidos demuestra nuevamente, con su enésima agresión a Bagdad, después de la guerra contra el pueblo yugoslavo sin pasar ni siquiera por la discusión en la ONU, que el Pentágono y un puñado de grandes empresas gobiernan un país que dice ser democrático, pero en el cual la mayoría de la gente ni vota ni decide, el presidente es elegido por menos de un tercio del padrón electoral y el personal político, comenzando por el ocupante de la Casa Blanca -que es un petrolero hijo de otro petrolero presidente de la CIA y presidente del país y nieto de otro petrolero-, forma parte de la restringida oligarquía empresarial que ocupa todos los cargos importantes.
El ex ministro de Justicia de James Carter, Ramsey Clark, ha denunciado reiteradamente que el bloqueo inhumano contra Irak y las consecuencias de la Guerra del Golfo han provocado ya más de un millón 800 mil muertes entre la población civil de ese país, afectando particularmente a mujeres, niños y ancianos, que carecen de suficientes alimentos y medicinas. La ONU ha pedido el levantamiento del bloqueo. La opinión pública internacional condena las agresiones militares en tiempo de paz. Pero Washington ni ve a quienes protestan ni oye sus clamores. El cinismo es su regla. Dice con sus agresiones, sobre las cuales ni siquiera informa con antelación, que a los sirvientes no se les da razones ni se les informa sobre los propios actos. ƑNo sería hora de que los que son tratados como siervos protestasen?