DOMINGO Ť 18 Ť FEBRERO Ť 2001

Ť Angeles Gonzalez Gamio

En medio de la tierra

Es el significado de la palabra Tlalnepantla, que viene de tlalli, tierra, y nepantla, en medio. Ello alude a su antigua ubicación entre las tierras de los otomíes y los mexicanos. Este prominente municipio del estado de México cuenta con una rica historia que data de la época prehispánica, según nos enteramos en una excelente monografía, parte de un ambicioso proyecto editorial que ha realizado el Instituto Mexiquense de Cultura en coordinación con la Asociación de Cronistas Municipales, A.C.

La que se refiere a Tlalnepantla es obra del cronista Guillermo Padilla Díaz de León, quien realizó un magnífico trabajo que nos permite conocer en una prosa amena el desarrollo histórico, los personajes, monumentos, cifras estadísticas, geografía y, en fin, todo lo que le interese saber sobre este gran pedacito de la enorme entidad. De su pasado prehispánico tenemos la evidencia en la soberbia pirámide de Tenayuca, corazón del centro ceremonial que fundó el rey Xolotl a fines del siglo XII. Resulta interesante señalar que las construcciones religiosas que erigieron los tenayos sirvieron de modelo a los mexicas; en la visita se advierte la semejanza del Templo Mayor azteca con Tenayuca, a pesar de sus menores dimensiones. El estado de conservación de esta última es muy bueno, lo que permite apreciar su grandeza y belleza. Destaca el murete de cabezas de serpiente que rodea la pirámide, y un diminuto tzompantli con pequeños cráneos de piedra. Por cierto, a un par de cuadras, sobre la congestionada avenida, se encuentra un gran muro de lajas de reciente factura, adornado con una cabeza de serpiente que se usa de basurero y que en la parte alta tiene decenas de los mismos cráneos; encima de ellos está el enorme anuncio de un bar. Ojalá el INAH se dé una vuelta por el lugar y rescate esas obras de arte prehispánicas que merecen mejor destino.

El mismo grupo que levantó esta ciudad construyó en las cercanías otro centro ceremonial de menores dimensiones, del cual se conserva una pequeña pirámide, con la reconstrucción en la parte superior de los dos adoratorios, que igualmente tenía el de los aztecas. Conocida como la pirámide de Santa Cecilia Acatitlán, junto tiene una linda iglesita que construyeron los franciscanos en el siglo XVI utilizando las piedras de los templos prehispánicos. Allí mismo se encuentra una preciosa casa decimonónica de adobes, con su patio enjardinado, que aloja un museo de sitio y muestra cómo se amueblaban las casonas en esa época.

Pero allí no acaban las sorpresas que ofrece Tlalnepantla. Como dijimos líneas atrás, el territorio se hallaba entre los otomíes y los mexicanos, por lo que los franciscanos encontraron conveniente establecerse en ese sitio y evangelizar a ambos pueblos, bautizando de paso el lugar. Su fundación se calcula alrededor de 1550 y se inició con la construcción del convento y el templo. A ello colaboraron los mexicanos con la cantera rosa, y los otomíes con piedra gris; ambos materiales aún se advierten en la portada lateral, llamada porciúncula, y fueron muy utilizados en las construcciones virreinales.

Dedicado al Santo Cuerpo de Cristo, se le conoció como Corpus Christi, y en la fiesta titular los gobernadores mexicano y otomí debían de dar al convento: "12 gallinas de la tierra y 12 pollos, seis y seis cada uno; un peso de fruta y otro de pan, y 12 pesos en reales, seis pesos cada uno, y con esto pagaban dicha fiesta titular". Esto se repetía en Navidad, Resurrección y Pentecostés, además de dar todo el año alimentos, dinero, paja, leña, velas y muchos otros productos para mantener a los misioneros, no obstante que éstos estaban financiados por la Corona.

Aún se conserva el monasterio y la iglesia, ahora catedral, aunque muy modificada, permanece su estructura tipo fortaleza, edificada en la hermosa piedra rosada, que también se ve en las pirámides y en los cerros que rodean la zona. El interior perdió sus altares barrocos, pero todavía tiene dos hermosas pilas bautismales del siglo XVI, labradas en piedra, que dejan ver la finura de las manos indígenas, mismas que labraron las cabezas de serpiente que defienden la pirámide de Tenayuca, al igual que se advierte en el trabajo de la cruz atrial, que hoy se encuentra frente al portal de peregrinos de la catedral. El bello claustro conserva frescos del siglo XVI.

Un buen camino para llegar a este sitio, si viene del centro, es la avenida Azcapotzalco, sombreada por frondosos árboles. Allí se encuentra en esquina con la avenida 16 de Septiembre, la popular taquería La cabaña de don Gabriel. Son famosos los tacos de machitos, aunque no desmerecen los de ojo, sesos, lengua, cabeza, suadero, maciza y longaniza.

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