Eduardo Galeano
El Doctor
El pueblo de Cerro Chato no tiene ningún cerro, ni chato ni puntiagudo. Pero Javier Zeballos recuerda que Cerro Chato tenía, en los tiempos de su infancia, tres comisarios, tres jueces y tres doctores.
Uno de los doctores, que vivía en el centro, era la brújula de los mandados. La mamá de Javier lo orientaba así:
-De la casa del Doctor Galarza, vas dos cuadras para abajo.
-Esto queda en la esquina del Doctor Galarza.
-Andá a la farmacia que está a la vuelta del Doctor Galarza.
Y allá marchaba Javier. A cualquier hora que pasara por allí, con sol o con luna, el Doctor Galarza estaba siempre sentado en el portal de su casa, mate en mano, dando cumplida respuesta a los saludos de los caminantes, buenos días, Doctor; buenas tardes, Doctor; buenas noches, Doctor.
Ya Javier era hombre crecido, cuando se le ocurrió preguntar por qué el Doctor Galarza no tenía consultorio médico ni estudio jurídico. Y entonces se ente- ró de que el Doctor no era: se llamaba. Así había sido anotado en el Registro Civil: Doctor de nombre, Galarza de apellido. El papá quería un hijo con diploma, y aquel bebé no le parecía digno de confianza.