JUEVES Ť 22 Ť FEBRERO Ť 2001

ASTILLLERO

Ť Julio Hernández López

ES NATURAL que el gobierno federal se inquiete cada vez más conforme se acerca la fecha de inicio de la marcha zapatista. Será la primera movilización verdaderamente masiva desde que las botas llegaron a Los Pinos, y es y ha sido un irritante reto de inteligencia política y propagandística, áreas en las que el presidente Fox querría asumirse único.

AL GUANAJUATENSE le pone de mal humor el hecho incontestable de que la marcha esté fuera de su ámbito de control, lo que es una manera de sustraerle legitimidad a su gobierno en tanto no ha sido capaz de colocarse como engrane articulador de esta movilización, ni siquiera como interlocutor aceptado.

AL PRESIDENTE de México le angustia, además, el riesgo de incidentes que podrían suscitarse durante la marcha. Suspicaz, como está obligado a ser todo gobernante, se pregunta si habrá adversarios de su régimen dispuestos a montar una provocación, e incluso si dentro de la propia izquierda habría acelerados deseosos de generar desestabilización. Tampoco se pueden descartar las posibilidades de que el fanatismo de uno u otro polos ideológicos pudiese llevar a individuos solitarios o concertados a atentar contra la figura mítica de la marcha del sureste, o algunos de sus personajes secundarios.

TAL PREOCUPACION, natural y explicable, ha sido investida, como todo lo que toca Fox --Rey Midas del voluntarismo-- de jugada de tablero que busca ganar puntos para la casa presidencial, pretendiendo cambiar a fuerza los espejitos de la seguridad policiaca por alguna forma de encuentro o contacto que permita al gobierno sustentar su pretensión de hacer creer que la paz ya está al alcance de la mano, y que ya se ha establecido alguna forma de diálogo.

TAL HA SIDO el fracaso del foxismo en allegarse la fotografía de los zapatistas dialogando o negociando algo con el gobierno, que el poder presidencial ha debido recurrir a los buenos oficios de otro poder --al que fortalece y coloca por encima del propio Estado, al pedirle tamaños favores--: el de las televisoras públicas. El Poder Ejecutivo federal ha avanzado mucho en la entrega de obligaciones y facultades a empresarios y grupos de gran capital, y ahora también lo hace en terrenos estrictamente políticos: al empujar a Televisa y Televisión Azteca a suplir la incapacidad gubernamental respecto al zapatismo, el poder público reconoce en los malabares televisados mejores oficios políticos y mayor capacidad de presión que en el propio Estado.

MAS ADELANTE habrán de ser bien pagados los favores otorgados por las televisoras al aparecer como hermanitas caritativas llevando regalos de Navidad adelantada a indígenas chiapanecos, organizando un concierto fresa e impulsando la mala treta de hacer que ciudadanos de respuesta rápida "firmen la paz", como si el solo obstáculo para ello fuese de orden instrumental, la falta de papel y pluma. Buena moneda de cambio en este negocito entre gobierno y televisoras podría ser el no impulsar ningún marco regulatorio a excesos y omisiones de la televisión pública (y demás espacios mediáticos, electrónicos e impresos), dejándoles campo libre para seguir haciendo lo que quieran amparados por autorregulaciones y otras estratagemas igualmente insuficientes.

DEL LADO ZAPATISTA también hay excesos. El más reciente ha sido el relacionado con el Comité Internacional de la Cruz Roja. En un comunicado dado a conocer ayer, el subcomandante Marcos asegura que dicha institución no pudo encargarse de proteger la marcha, como había pedido la comandancia zapatista, debido a maniobras del señor Fox, quien estaría dando un giro de 180 grados a su política para la paz en Chiapas y poniendo en riesgo este proceso. Es posible que se hubiera presionado al citado comité internacional a no aceptar la invitación zapatista. En el zedillismo fueron frecuentes las intervenciones ante la representación local de la citada Cruz Roja Internacional para acotar sus intervenciones.

PERO TAMPOCO se puede soslayar un hecho central: la marcha que inicia este domingo es un acto político y no bélico, y frente a ella no hay la amenaza de un Estado represor que quisiera impedirla, sino un gobierno federal deseoso --por razones de estrategia política, como se ha dicho antes-- de involucrarse en la protección de ese movimiento, no sólo para sentir que no es desplazado de sus facultades y obligaciones, sino por el fundado temor de que un incidente pudiese generar una convulsión nacional de consecuencias imprevisibles y un escándalo internacional apabullante.

NO HAY, PUES, sustancia para que la Cruz Roja Internacional intervenga y, además, como es natural, el gobierno mexicano no está de acuerdo en aceptar que entre de oficio dicha institución sin que antes haya sido consultado dicho gobierno. Ayer, el comisionado para la paz, Luis H. Alvarez, precisó que de haber considerado la Cruz Roja procedente la petición zapatista, por apegarse al derecho internacional humanitario, y de haberse pedido la definición del gobierno foxista, éste habría analizado la situación y emitido opinión al respecto.

MUCHO MAS definidas están ahora las zonas de beligerancia en otro punto rojo del mapa: Yucatán. Ayer, entrevistado por Raúl Peimbert en el marco de la celebración del primer aniversario del nuevo formato noticioso de Multivisión (en el que participan, en otros horarios, Jorge Fernández Menéndez, Katia D'Artigues, María Elena Cantú y Guillermo Ortega Ruiz), el presidente Fox pareció ansioso de mostrar el cinturón pedagógico ante el chamaco yucateco retobón. Dijo: "si procede ahí causa penal, vamos a proceder, y ya está citado a declarar el gobernador del estado, y si hay desacato, tendría que procederse al desafuero que tiene que hacer el Congreso federal, y una vez que se diera el interrogatorio y la averiguación, se presentaría de inmediato la solicitud de juicio político".

SANTIAGO CREEL, mientras tanto, batalla para tratar de hacer creer que se siguen buscando soluciones "apegadas a la ley" en Yucatán. Lo que sí se buscó, y se consiguió, fue aplazar el cumplimiento de la orden del tribunal electoral federal para que no se viera Fox enviando sus misiles sobre Saddam Cervera el mismo día que Bush lo hacía sobre Víctor Hussein Pacheco. Ayer, en rueda de prensa, el hombre de Bucareli repitió infinidad de veces las palabras ley y legalidad. Dime en qué insistes, y te diré de qué careces.

OTRO ENREDO que parece pasar de lo trágico a lo cómico es el del horario de verano. El Presidente de la República dice que el jefe de Gobierno capitalino no puede impedir la aplicación del horario federal; el jefe del Gobierno capitalino, a su vez, organiza consultas telefónicas patito y dice que, si éstas resultan favorables a su postura, habrá de ir ante el Presidente de la República para tratar de convencerlo de que no se aplique el horario federal.

SIN EMBARGO, el Grammy a las mejores fantasías artísticas se lo estaban llevando anoche el subsecretario Carlos Marín Bosch y su jefe, Jorge Castañeda. Siguen en campaña negando en privado, al oído de columnistas, el hecho público de que manipularon un boletín para ser imprecisos y aparecer frente a Bush como solidarios con el ataque a Irak. En estricto sentido, la cancillería no tenía ni siquiera por qué opinar de un acto que le es ajeno, pero, como el presidente Fox ordenó emitir un boletín, la cancillería cumplió deseos superiores, y ahora no sabe cómo enmendarlos. (Ya de despedida: a la hora de bajar la cortina del Astillero, Eminem, el controversial rapero blanco, llevaba tres de cuatro Grammys para los que había sido postulado. U2 llevaba otro, por Beautiful Day.)

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