jueves Ť 22 Ť febrero Ť 2001
Sergio Zermeño
La cultura anticívica de la UNAM
Estudiantes de un centro de educación superior golpearon, insultaron y desvistieron a un grupo de sus profesores. Algunos de esos estudiantes declararon ante los medios de comunicación que repetirían la lección si los profesores volvían a interferir en sus actividades (en ese caso el cierre del plantel por razones conmemorativas). Este lunes, grupos estudiantiles (Ƒalgunos del CGH?) provocaron heridas graves a estudiantes, profesores y trabajadores del CCH Naucalpan.
Primera reacción: ni en 1966 con Sánchez Duarte ni en la descomposición que siguió al 68 con León de la Selva, Falcón y Castro Bustos, los estudiantes amafiados habían retado de esa manera a la jerarquía de la institución educativa. ƑQué les otorga esa seguridad? ƑEn qué sustentan su legitimidad? ƑCómo construyen a sus adversarios?
Segunda reacción: Ƒpor qué para evitar que su plantel sea cerrado los profesores de una facultad universitaria tienen que parapetarse en las instalaciones a las dos de la mañana con tenis y chamarra? ƑCómo es posible que a la fuerza organizativa de cientos de profesores con que cuenta la Facultad de Ciencias Políticas y a los miles de sus alumnos que no pertenecen a los grupos del radicalismo ultrapolitizado (a la sociedad civil universitaria en resumen), se les haya puesto en jaque de manera tan lastimosa no sólo en la madrugada del 6 de febrero, sino a lo largo de los últimos dos años?
La respuesta debe ser sin rodeos: las sucesivas administraciones de la UNAM y del país se propusieron desde los años setenta desmantelar la fuerza del sector académico que hacia aquella época se encontraba, en efecto, excesivamente politizado. En los decenios siguientes esta labor coincidió con las directrices de los centros mundiales del neoliberalismo en el sentido de restarle todo el poder al sector académico y convertirlo en un insumo más; contratar y despedir profesores de acuerdo con la demanda, reducir al máximo las plazas de tiempo completo, etcétera.
Carpizo, Sarukhán y Barnés no pudieron ir muy allá aplicando la nueva ortodoxia, pero lo cierto es que se sintieron libres para bombardear sistemáticamente todo lo que fuera organización de los académicos.
El mecanismo fue simplemente soviético (o priísta, como se quiera): no se escatimaron recursos para controlar electoralmente al Consejo Universitario y, a través de él (y nombrada por él), a la Junta de Gobierno, encargada a su vez de nombrar a los directores de escuelas y facultades, quienes integran, cerrando el círculo, el núcleo mayoritario del Consejo Universitario.
Este mecanismo "engaña bobos" se ha encargado de darle todo el apoyo a los directores para conformar sus grupos de poder con gente controlable (por mediocre, por joven y dependiente o por ambas, lo que ha jalado hacia abajo a la institución en su conjunto), y desde esas posiciones y con todos los recursos presupuestales, los grupos institucionales han atacado cualquier organización de la sociedad civil universitaria que pueda salirse de su control, muy en lo particular a los colegios, claustros del personal académico.
Se ha desatado una ideología que descalifica cualquier asociativismo horizontal, que se tilda de corporativismo reprobable, como si la cultura cívica fuera concebible al margen de la vida, la discusión y los espacios públicos consistentes. Estas pandillas enquistadas en las direcciones se dan el lujo de autonombrarse individualistas y utilizar el Internet para cualquier consulta a la comunidad (así se convocó en muchas dependencias a firmar la carta reprobando los hechos de Ciencias Políticas, mientras se vieron siempre con horror las reuniones públicas para discutir la huelga). ƑSe defienden instalaciones a las dos de la mañana porque no hay vida pública organizada a la luz del día?
Tercer razonamiento: en medio de este ambiente de desconfianza y confusión, hoy nos plantean las corrientes del CGH construir un Aguascalientes en el campus de Ciudad Universitaria y respaldarlo con el resto de las fuerzas globalifóbicas del movimiento urbano popular, los sindicatos, los indígenas, los universitarios, los estudiantes que pudieran ser expulsados por sus actos. Nadie puede oponerse a un frente a favor de los excluidos y reforzado por la marcha de los zapatistas, pero es muy importante meditar quiénes lo forman y quiénes son sus adversarios. Si el CGH no discrimina entre los dominantes y los profesores, y por su parte, las autoridades siguen empeñadas en combatir la organización de los académicos, Ƒestaremos reforzando una cultura cívica, una sociedad civil o estaremos destrozándola desde todos los flancos? No podríamos ir juntos en esas condiciones hacia un Congreso Universitario. Poner un signo de igualdad entre sociedad civil y globalifobia puede conducirnos a una confrontación radical inconveniente; es mucho mejor pensar en el reforzamiento de los actores sociales, de la cultura cívica de la universidad y de la sociedad.