JUEVES Ť 22 Ť FEBRERO Ť 2001

Ť Vilma Fuentes

King Lopitos

Podría decir que la aventura comenzó hace cerca de 30 años, cuando Ramón Xirau me publicó en la revista Diálogos un cuento titulado ''Rey Lopitos''. Era un relato breve, sin vericuetos ni adjetivos, narrado en tercera persona, desde ese exterior donde el autor deja su fuerza a los hechos sin introducirse ni fastidiarse con reflexiones. Sin embargo, esa misma fuerza se impuso, pues Jorge Luis Borges me hizo ver que el cuento proponía un enigma: el del condenado a muerte.

Durante años traté de transformar ese cuento en una novela. Pero un cuento no tiene nada qué ver con la construcción novelística. A mi alrededor aparecían y desaparecían nuevos personajes. Llegué a temer, casi de manera supersticiosa, tocar el tema de Lopitos: Ƒno me había advertido Borges, de alguna manera, del peligro que encerraba?

Pero, para exorcizar miedos y riesgos no me quedaba más remedio que escribir esa novela. A diferencia de relatos más inocentes, donde el autor invoca, sin saber que convoca, desenlaces y trampas, para después sorprenderse, cuando no arrepentirse, al ver cumplirse en la realidad lo que creía ficción, la escritura de Rey Lopitos me aparecía como una limpia. A condición de abrir el enigma para expurgar el fondo, así se abriese como una caja de Pandora.

De pronto, el año pasado surgió la frase clave. A partir de ella se aclaraba el enigma. Al menos así quise creerlo.

ƑAzar objetivo o coincidencia? En todo caso, uno u otra encarnados en la escritora Tessia Werbosky, quien de manera generosa habló de mis libros a una editora canadiense. Así, a finales de septiembre del año pasado, conocí a Brigitte Bouchard en París. Le repetí la frase y, casi con más fuerza que yo, tuvo confianza. Leyó en dos noches otra de mis novelas, L'Autobus de Mexico, y le gustó. Me solicitó, entonces, la novela sobre Lopitos, sin haber leído una línea de ella, para publicarla en su editorial Les Allusifs. Mi confianza fue recíproca. Firmé el contrato que me envió un mes más tarde. Proponía publicar el libro en septiembre de este año. Me dije que aún tenía tiempo para escribirlo.

Las cosas se precipitaron más de lo que yo hubiese imaginado. Brigitte Bouchard me pidió tres páginas que deseaba hacer traducir. Tuvo la elegancia de decirme que era para saber si yo estaba de acuerdo con la traducción y no para asegurarse ella misma de la calidad del texto y satisfacer una legítima curiosidad.

Los traductores Emile y Nicole Martel llegaron a París una semana después. Ambos conocían bien a México: vivieron varios años en la capital. Dominaban el español mexicano con sus matices coloquiales y las ambigüedades del doble sentido. Emile Martel me regaló tres de sus libros, uno de ellos sobre Sor Juana, con la traducción de varios de los poemas de la monja. Les entregué una cincuentena de páginas de Lopitos que se llevaron a Canadá.

De repente, telefonazos y correos electrónicos de B.B.: quería editar la novela en febrero de este año. Dije ''sí'', sin creerlo. Pero la magia de la escritura funcionó y pude enviarle la totalidad de Rey Lopitos antes de lo que yo hubiese creído. Comenzaron a llegar las páginas traducidas por Emile y Nicole Martel. Toda esta rapidez gracias a Internet. Jacques, siempre generoso, dejó de lado su propio trabajo para leer la traducción y señalar las dificultades del paso de un texto de una lengua a otra. Ambos estuvimos de acuerdo en la traducción del título español Rey Lopitos al muy franco-canadiense King Lopitos. La palabra ''king'', Ƒno evocaba la farsa de los grandes músicos de blues, quienes se otorgaban a sí mismos los títulos nobiliarios de ''king'', ''duke'' o ''count'' a sabiendas de ser los verdaderos falsos reyes, duques y condes? El reino de Lopitos es igualmente imaginario.

Mi presencia en Canadá, para la presentación de King Lopitos parecía indispensable. El libro debía hallarse en librerías a partir de la semana que comenzó el 19 de febrero. Apenas pude pensar que en Montreal estaba helando: un día, cero grados, otros, menos 16, menos 19. Pero no me quedaba más que ir. Además, Jacques aprovecharía para dar algunas conferencias en la Universidad de Quebec a donde lo habían invitado.

Así que salimos de ''vacaciones'' al frío canadiense donde no quedará un minuto vacante. ƑAcaso una novela sobre la fundación del paraíso de Acapulco no merece hacer su aparición en el invierno canadiense?