Ť Hoy hace 20 años, la intentona de Alfonso Armada
Sospechas de que Juan Carlos pudo ordenar el frustrado golpe de 1981
ARMANDO G. TEJEDA CORRESPONSAL
Madrid, 22 de febrero. El 23 de febrero de 1981, un golpe militar dirigido por quien fuera secretario general de la Casa del Rey, Al-fonso Armada, amenazó con eliminar a punta de pistola y fusil la recién restaurada democracia española, después de la larga dictadura del generalísimo Francisco Franco (1939-1976), y que apostaba más que nunca por la reconciliación y la modernización de su sistema político.
El vigésimo aniversario del último intento de los militares por recuperar el poder arroja más preguntas que respuestas: ¿Pudo el mismo rey Juan Carlos ordenar el golpe en complicidad con el servicio de inteligencia, el Cesid, para consolidar el sistema de monarquía parlamentaria?
Amadeo Martínez, quien fuera diplomado del estado mayor en aquellos años, dijo a La Jornada que existen sospechas de que el rey no fue el "restaurador de la democracia", como sostiene la versión oficial.
Antonio Tejero, teniente coronel de la Guardia Civil, fue el brazo operativo de la intentona, y ese 23 de febrero ingresó armado al Congreso de los Diputados, cuando se se votaba la investidura del que sería después el segundo presidente de la democracia, Leopoldo Calvo Sotelo, sucesor del centroderechista Adolfo Suárez.
Al irrumpir en la sede legislativa, Tejero, al ver que los parlamentarios o no se percataban de la situación, levantó la mano y di-jo "que se sienten, coño", mientras tiroteaba el techo del Palacio Legislativo.
Cuando esto ocurría, el general Jaime Milans del Bosch sacó los tanques militares en Valencia a la espera de recibir noticias del golpe militar. En Madrid los tanques circulaban por las calles, mientras la ciudadanía temía una nueva dictadura militar.
El general Alfonso Armada, a quien los militares golpistas prometieron la presidencia si triunfaba el golpe, se encontraba en el Palacio de la Zarzuela, residencia del rey Juan Carlos, quien apareció horas después en televisión informando que la corona condenaba el golpe y llamaba al orden a los militares sublevados.
A la mañana siguiente los diputados aprehendidos por Tejero salieron de propio pie de las puertas del Congreso y se consideró que el golpe había fracasado.
Armada, Milans del Bosch y Tejero fueron condenados a 30 años de prisión cada uno, si bien el gobierno los indultó poco después. Amadeo Martínez ocupó durante la transición importantes puestos militares hasta que fue apartado del cuerpo por exigir mejores condiciones laborales para los miembros del ejercito, y condenado a seis meses de cárcel durante el gobierno del socialista Felipe González.
A su salida de la prisión militar, Martínez se jubiló y se dedicó a investigar los sucesos del 23 de febrero, y posteriormente pu-blicó el libro 23-F, el golpe que nunca existió, en el que sostiene que el supuesto golpe de Estado fue una operación en beneficio de la corona española.
"Milans del Bosch me dijo: 'El batallón que ocupó Valencia salió prácticamente de-sarmado. No iba a combatir contra nadie. Llevaba órdenes rigurosas de respetar el entorno urbano para evitar accidentes entre la población. Aquello no era un golpe militar. Sólo se trataba de escenificar una situación política especial, limitada en el tiempo, en provecho de España y la corona'".
Martínez afirma que Armada le aseguró que fue el monarca quien le ofreció la presidencia de un gobierno de unidad nacional con representantes de los principales partidos y le encargó que hablara con los principales dirigentes para buscar consenso.
Por su parte, El Mundo señaló que Javier Calderón y el jefe de la Agrupación Operativa de Misiones Especiales del Cesid, José Luis Cortina, han ocupado puestos importantes en los servicios de inteligencia desde la muerte del dictador Franco.
"El Cesid creó a finales de 1980 una unidad especial, la Sección Especial de Agentes para ayudar a Tejero en los preparativos del 23 de febrero, que dependía directamente de Cortina", señala el rotativo, y añade que esta unidad especializada fue determinante para que Tejero pudiera entrar armado al Congreso.