SABADO Ť 24 Ť FEBRERO Ť 2001
Adolfo Gilly
Valores e intereses
El comunicado de la reunión de Guanajuato entre el presidente Vicente Fox y el presidente George W. Bush, aun cuando se presenta como un conjunto de declaraciones generales sin consecuencias inmediatas, constituye un significativo deslizamiento conceptual del actual gobierno mexicano hacia las visiones globales y los intereses nacionales concretos del gobierno de Estados Unidos. Señalaré sólo algunos de los puntos que así lo indican.
"Desarrollaremos un enfoque de América del Norte con respecto al tema de los recursos energéticos", dice el comunicado. En el presente contexto mexicano de discusión y disputa sobre el destino de Pemex, pensar en ese tipo de enfoque requeriría primero afirmar explícitamente la soberanía y la propiedad de México sobre su petróleo y sus recursos energéticos, sobre todo tratándose de una primera declaración conjunta.
Ahora bien, la palabra "soberanía", tan sensible históricamente en las relaciones con Estados Unidos, no aparece entre los "valores e intereses" que ese comunicado declara compartidos por ambas naciones. En lugar de ella, cuando el texto se refiere a la cooperación para combatir el tráfico de drogas, dice que las medidas necesarias se tomarán "respetando siempre la jurisdicción de cada nación". Aunque técnicamente pueda justificarse en este caso el término "jurisdicción", su uso sólo sería legítimo si lo amparara el término "soberanía" en alguna otra parte del mismo texto. No siendo así, para el comunicado que dice inaugurar una nueva era es este un visible deslizamiento conceptual.
Ambos gobiernos se declaran francamente partidarios del área de libre comercio de las Américas (ALCA), un proyecto que, al menos en México, no ha sido objeto de análisis y discusión públicos y que ha merecido rechazos o fuertes reservas en diversos países de América Latina. ƑCon cuáles fundamentos y razonamientos el gobierno mexicano se convierte en promotor del ALCA, versión actual de la nunca abandonada Iniciativa de las Américas de George Bush padre?
Más todavía. En el párrafo precedente, Fox y Bush afirman: "La próxima cumbre de las Américas, que tendrá lugar en abril, en la ciudad de Quebec, constituirá un valioso foro para que las democracias del continente analicen proyectos y avancen hacia metas comunes, como el fortalecimiento de la democracia y el impulso a la prosperidad económica a través del libre comercio y la educación".
Si estos son los "valores e intereses" que nos unen, como declara el primer párrafo, su formulación es exactamente la del establishment estadunidense: democracia, prosperidad económica, libre comercio. Por ningún lado se mencionan los principios (que no valores) de nuestros fundamentos republicanos afirmados en la Constitución mexicana: entre ellos la solidaridad social, la nación como comunidad histórica, la independencia, la cooperación, la preservación del patrimonio natural y del patrimonio humano (en lugar de éste, aparece una expresión bárbara: "capital humano"), la protección del territorio.
Desde este punto de vista, el comunicado equivale a una declaración de indefensión frente al multisecular impulso expansionista de Estados Unidos, una especie de glosa de la Doctrina Monroe para su uso en el siglo XXI. Por eso, ese párrafo crucial anuncia que en Quebec se reunirán "las democracias del continente", en lugar de las "naciones del continente".
Reducir la idea de "nación" a la idea de "democracia" no obedece sólo a la decisión de calificar de ese modo ambiguo la exclusión de Cuba; también a la de acotar esa reunión a una junta de jefes de regímenes políticos (por poco democráticos que sean varios de ellos), antes que de naciones soberanas. Que nadie diga que esta distinción es casuismo: en un comunicado de la primera reunión entre dos presidentes donde se afirma que Estados Unidos y México se encuentran unidos "como nunca antes", cada palabra tiene densidad y significado. Debe suponerse que cada una de las partes firmantes las sopesó con mesura y con cuidado.
Un estudio del documento párrafo por párrafo confirmará la impresión anterior. Desde la hipócrita categoría neosociológica de "grupos sociales más vulnerables" (o sea, en nuestro caso, más de la mitad de la población en estado de pobreza y de extrema pobreza) hasta esa insólita declaración (para un presidente de la República Mexicana) de que una de las más altas prioridades es que "cada persona despliegue cabalmente su potencial", es clamoroso el deslizamiento hacia expresiones de un individualismo radical propias del lenguaje y del pensamiento político dominante en Estados Unidos.
No continúo. Todo el comunicado conjunto, párrafo tras párrafo, es un desarme mexicano en las palabras y en los conceptos -y cuando digo desarme, pienso también en términos militares- adecuado al gran viraje histórico que comenzó con Salinas y Zedillo y continúa ahora, hasta en los giros idiomáticos, con Vicente Fox: la tentativa de convertir a México, de barrera de América Latina frente a la potencia estadunidense, en aliado de Estados Unidos para la dominación de toda América Latina. Como las naciones, al igual que los seres humanos y los libros, tienen su destino, no se va a poder. Pero el costo que entretanto pagaremos será elevado.
Como siempre, son los hechos los que finalmente cargan de sentido a las palabras. Mencionaré dos.
El presidente Bush ordenó que el bombardeo sobre Irak tuviera lugar precisamente durante su visita a México. Carlos Fuentes, escritor que sabe medir sus palabras, anotó al respecto: "Que nadie se engañe: los Estados Unidos de América afirman brutalmente su potencia, por encima de toda consideración de cortesía o buena voluntad, con un vecino de poderes, en todos los órdenes, asimétricos". Estamos pues notificados.
Días después, el secretario de Trabajo Carlos Abascal denunció como un intento de "desestabilización" contra México el hecho de que sindicalistas de Estados Unidos busquen relaciones y alianzas con trabajadores mexicanos en el Norte para "promover los derechos laborales" en México y buscar homologar los salarios mexicanos con los de Estados Unidos en las respectivas ramas de industria.
La soberanía que al presidente Fox se le olvidó en el comunicado conjunto, la invoca ahora su secretario de Trabajo para oponerse a la consecuencia natural, inevitable y bienvenida de los acuerdos de libre comercio: la alianza de los sindicatos y los trabajadores organizados estadunidenses y mexicanos en defensa de sus salarios, sus condiciones de trabajo y sus derechos. Una carta de derechos de los trabajadores de toda América del Norte (un North American Labor Bill of Rights, para hacerme entender por los redactores de comunicados) debería ser el objetivo común, a mediano plazo, de esos esfuerzos de relación y de organización a ambos lados de la frontera. Allí, no en los gobiernos presentes, está parte de nuestro porvenir. Esa organización conjunta del trabajo de América del Norte por encima de las fronteras en defensa de sus propios "valores e intereses" será uno de los medios "para lograr que cada persona despliegue cabalmente su potencial", como parece que ahora se dice en texano de elite.