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DISTENSION SALUDABLE
Ayer,
en vísperas del comienzo de la marcha zapatista a la capital de
la República, el gobierno federal dio muestras de voluntad conciliadora
para con los rebeldes indígenas chiapanecos y contribuyó,
con ello, a despejar el preocupante tono de hostilidad que se había
generado por las expresiones de ambas partes a raíz del rechazo
de la Cruz Roja Internacional a auxiliar a los dirigentes del EZLN en su
trayecto hacia el Distrito Federal.
La manifestación más destacada de tolerancia
provino del presidente Vicente Fox, quien en un breve mensaje televisivo
que se difundió en cadena nacional, describió la movilización
zapatista como "puente para la paz y la reivindicación de los pueblos
indígenas", y externó una vez más, su adhesión
a las reivindicaciones de los alzados chiapanecos. El secretario de Gobernación,
Santiago Creel, por su parte, afirmó que el Ejecutivo Federal recibe
a los representantes del EZLN "con los brazos abiertos" y anunció
diversas disposiciones gubernamentales orientadas a contribuir al buen
desarrollo del viaje de los comandantes zapatistas. Tales manifestaciones
son sin duda plausibles, no sólo porque permiten superar la escaramuza
de declaraciones cargadas de animadversión a que dio lugar el asunto
de la Cruz Roja Internacional, sino porque constituyen un necesario dique
a los sectores que se empeñan en impedir, entorpecer o desvirtuar
la marcha zapatista y las razones de tal movilización.
No debiera, sin embargo, pasarse por alto el desliz discursivo
del titular de Gobernación, quien además de ofrecer a los
alzados los "brazos abiertos" del gobierno federal, recurrió a la
expresión de la "mano tendida" que no debiera soslayarse porque
recuerda inevitablemente las palabras que Gustavo Díaz Ordaz dirigió
al movimiento estudiantil poco antes de ordenar la masacre de Tlatelolco.
Si en política la forma es fondo, las autoridades
debieran poner especial cuidado en frases que evocan significados ominosos,
particularmente para un movimiento social que, como es el caso del zapatismo
contemporáneo, ha aprendido a desconfiar, con sobrados motivos,
de cada gesto del poder público.
No es ocioso recordar la reacción de la directiva
indígena ante un mensaje supuestamente conciliador emitido en 1994
por el entonces presidente Carlos Salinas quien, por descuido o perversidad,
lo pronunció en cadena nacional teniendo detrás un retrato
de Venustiano Carranza, en cuyo gobierno se fraguó el asesinato
de Emiliano Zapata.
Por otra parte, los propósitos gubernamentales
expresados ayer, sin duda positivos, no deben dar pie a apreciaciones equivocadas
sobre la movilización a la ciudad de México de la organización
indígena rebelde, la cual no constituye de manera alguna, la culminación
del proceso de paz, sino un intento por reactivarlo: el viaje de los comandantes
zapatistas tiene como objetivo buscar la aprobación, por parte del
Congreso de la iniciativa de reformas legales en materia de derechos y
cultura indígena redactada en 1996 por la Comisión de Concordia
y Pacificación (Cocopa) y que el presidente Fox asumió y
envió como iniciativa propia en un meritorio acto inaugural de su
gobierno.
En suma, la dirigencia rebelde busca facilitar la consecución
de una de las condiciones que planteó para retomar las negociaciones
de paz. Las otras dos (excarcelación de todos los zapatistas presos
y retiro del Ejército de siete posiciones en la zona de conflicto)
han sido cumplidas en forma parcial.
Sería equívoco y contraproducente, en consecuencia,
alimentar falsas expectativas sobre la marcha o sobredimensionar de antemano
sus posibles resultados. Por importante que sea la movilización,
se trata de una escala en el camino hacia la paz, no el arribo a ella.
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