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México, D.F. sábado 24 de febrero de 2001
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Editorial
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DISTENSION SALUDABLE

SOLAyer, en vísperas del comienzo de la marcha zapatista a la capital de la República, el gobierno federal dio muestras de voluntad conciliadora para con los rebeldes indígenas chiapanecos y contribuyó, con ello, a despejar el preocupante tono de hostilidad que se había generado por las expresiones de ambas partes a raíz del rechazo de la Cruz Roja Internacional a auxiliar a los dirigentes del EZLN en su trayecto hacia el Distrito Federal.

La manifestación más destacada de tolerancia provino del presidente Vicente Fox, quien en un breve mensaje televisivo que se difundió en cadena nacional, describió la movilización zapatista como "puente para la paz y la reivindicación de los pueblos indígenas", y externó una vez más, su adhesión a las reivindicaciones de los alzados chiapanecos. El secretario de Gobernación, Santiago Creel, por su parte, afirmó que el Ejecutivo Federal recibe a los representantes del EZLN "con los brazos abiertos" y anunció diversas disposiciones gubernamentales orientadas a contribuir al buen desarrollo del viaje de los comandantes zapatistas. Tales manifestaciones son sin duda plausibles, no sólo porque permiten superar la escaramuza de declaraciones cargadas de animadversión a que dio lugar el asunto de la Cruz Roja Internacional, sino porque constituyen un necesario dique a los sectores que se empeñan en impedir, entorpecer o desvirtuar la marcha zapatista y las razones de tal movilización.

No debiera, sin embargo, pasarse por alto el desliz discursivo del titular de Gobernación, quien además de ofrecer a los alzados los "brazos abiertos" del gobierno federal, recurrió a la expresión de la "mano tendida" que no debiera soslayarse porque recuerda inevitablemente las palabras que Gustavo Díaz Ordaz dirigió al movimiento estudiantil poco antes de ordenar la masacre de Tlatelolco. 

Si en política la forma es fondo, las autoridades debieran poner especial cuidado en frases que evocan significados ominosos, particularmente para un movimiento social que, como es el caso del zapatismo contemporáneo, ha aprendido a desconfiar, con sobrados motivos, de cada gesto del poder público. 

No es ocioso recordar la reacción de la directiva indígena ante un mensaje supuestamente conciliador emitido en 1994 por el entonces presidente Carlos Salinas quien, por descuido o perversidad, lo pronunció en cadena nacional teniendo detrás un retrato de Venustiano Carranza, en cuyo gobierno se fraguó el asesinato de Emiliano Zapata.

Por otra parte, los propósitos gubernamentales expresados ayer, sin duda positivos, no deben dar pie a apreciaciones equivocadas sobre la movilización a la ciudad de México de la organización indígena rebelde, la cual no constituye de manera alguna, la culminación del proceso de paz, sino un intento por reactivarlo: el viaje de los comandantes zapatistas tiene como objetivo buscar la aprobación, por parte del Congreso de la iniciativa de reformas legales en materia de derechos y cultura indígena redactada en 1996 por la Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa) y que el presidente Fox asumió y envió como iniciativa propia en un meritorio acto inaugural de su gobierno.

En suma, la dirigencia rebelde busca facilitar la consecución de una de las condiciones que planteó para retomar las negociaciones de paz. Las otras dos (excarcelación de todos los zapatistas presos y retiro del Ejército de siete posiciones en la zona de conflicto) han sido cumplidas en forma parcial.

Sería equívoco y contraproducente, en consecuencia, alimentar falsas expectativas sobre la marcha o sobredimensionar de antemano sus posibles resultados. Por importante que sea la movilización, se trata de una escala en el camino hacia la paz, no el arribo a ella.

 

 

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