Ť Unas 5 mil personas despiden en Oventic a la delegación
Entregan a la sociedad civil a los comandantes zapatistas
Ť La ceremonia se realizó bajo una sensación de triunfo, por seguir en pie de lucha Ť Marcos, en un autobús del Tec
JAIME AVILES ENVIADO
De Oventic a San Cristobal de las Casas, 24 de febrero. Reunidas en el Aguascalientes de Oventic, más de cinco mil personas, en su inmensa mayoría tzotziles y tzeltales de los Altos de Chiapas, bailaron toda la noche del viernes hasta el amanecer del sábado, y estaban listas hoy, desde muy temprano, para depositar en manos de la sociedad civil a los comandantes David, Javier, Yolanda, Susana, Isaías, Abel y Bulmaro, quienes, todos con mochilas nuevas, los representarán en la larga marcha a la ciudad de México.
Provenientes de todos los parajes de la tierra fría ?San Andrés, Chenalhó, Pantelhó, Mitontic, San Juan de la Libertad, los municipios rebeldes de los Altos?, las bases de apoyo del EZLN llegan a bordo de camionetas pick up y camiones de tres toneladas, que esta mañana formaban un impresionante convoy inmóvil, estacionado sobre la carretera que va a San Cayetano. A vuelo de pájaro había hoy más de 80 vehículos de ambos tipos, y si algo tenían en común era un inocultable aspecto de chatarra.
Inaugurado el primero de enero de 1996, cómo han modificado estos cuatro años al segundo Aguascalientes zapatista. Lo que era una especie de plaza de toros, con dos grandes tribunas techadas en forma de hemiciclo frente al gigantesco escenario, hoy es una cancha de basquetbol, con piso y canastas de cemento, pero del orgulloso graderío no resta sino la huella de los asientos de madera esculpida nostálgicamente en el barro amarillo.
De las techumbres no ha subsistido vestigio alguno. En cambio, el foro permanece intacto, sostenido por blancas y polvorientas viguetas de hierro. A todo lo largo de ese espacio, esta mañana se hallaban distribuidos tres conjuntos musicales: a saber, una banda de trombones y trompetas, un ultramoderno sintetizador electrónico y una tradicional marimba. Y todos los instrumentos, al unísono, tocaron la diana por lo menos mil veces, en el transcurso de una ceremonia cívica, en que las maderas alternaban con las notas monocordes de los metales, mientras desvariaba el aplastante sonido del tecladito, y la muchedumbre batía palmas en honor del general Emiliano Zapata, del subcomandante Marcos, del Comité Clandestino Revolucionario Indígena, y sobre todo, y con más fuerza, de los pueblos en lucha que no eran sino todos los presentes, hombres, mujeres, ancianos, niños, descalzos en sus huaraches e invisibles en sus máscaras negras de estambre y rojas de trapo.
Lentas horas de espera
Tras una noche de baile sin alcohol ni sexo, como es ya vieja costumbre, la mañana es de música en vivo, de largas colas ante los fogones y las letrinas, pero también de reiterativas proclamas de combate e inciertos anuncios. Cada cierto lapso, un encapuchado al micrófono promete que "ya vienen los delegados", y pide que la gente se acerque al escenario, se apretuje, se junte. Así ocurre desde muy temprano y los delegados no aparecen.
A las 12 del día, con el sol a plomo ?lo que es una bendición de los dioses en estas alturas, donde el aire por lo regular siempre es frío?, la gente parece haberse cansado de aguardar y se sienta sobre la hierba en corrillos. Con el ceño fruncido por el vigor de la luz, desafoco la vista y percibo que el color que predomina es el azul: está, y estalla, en las camisas de las mujeres, como que es la tonalidad distintiva que impusieron a los naturales de esta región los primeros frailes ibéricos.
No hay muchas diferencias entre el azul de los tzotziles priístas de San Juan Chamula ?donde el pasado 20 de agosto, sin embargo, Pablo Salazar obtuvo más de 13 mil votos?, y el azul de los tzotziles zapatistas, que contrasta con las camisas salpicadas de bordados en rosa de los hombres y mujeres de Zinacantán, y con los negros chuj de lana y las blancas faldas de manta ?en realidad minifaldas?, de los tzotziles de Chenalhó y de Pantelhó, donde los hombres andan con las piernas desnudas a pesar del frío que impera todo el año.
Entonces me fijo en los pies de aquellos que me rodean:
casi todos los jóvenes calzan botas de cuero, en buenas condiciones,
pero con las grietas del uso continuo. Los demás ?ancianos, mujeres
y niños?, van con los dedos y los talones al aire, sobre chanclas
deplorables, a la intemperie, y entre tantos carpios y metacarpios desnudos,
constato que una mayoría enorme padece de hongos bajo las uñas,
probablemente candidiasis, que sin duda los afecta en otras regiones corporales.
Pero hay un sentimiento de resistencia invicta que, en
estas condiciones, equivale a una victoria sin par... aunque nada se haya
ganado, aunque todo parezca irremediablemente perdido. Esta gente, me digo,
sufrió en carne propia la agresión continua de Zedillo. Aquí
hay sobrevivientes de la matanza de Acteal, desplazados que vieron sus
casas incendiadas por los paramilitares priístas, refugiados que
viven con infinitas penas en el hormiguero de Polhó.
Hoy, fecha en que se congregan para saludar el inicio de su ofensiva política más ambiciosa desde que se levantaron en armas, reina entre ellos una sensación de triunfo grande: por haberse mantenido en pie de lucha, sólo por eso, vencieron la despótica estupidez de Zedillo. Pero además, con su ejemplo, contribuyeron a la derrota electoral de Labastida, que tantos males en su breve época les mandara. Y aquí están: siete años después siguen intactos.
Marcos en el Tec de Monterrey
La ceremonia del adiós comienza a la una de la tarde. El público se comprime, otra vez de pie, en torno del foro, y son poquísimos, me digo, los miembros de la sociedad civil "nacional e internacional" ?como el animador con precisión los llama? que han venido a recoger a esta porción de la comitiva.
Una vez que los periodistas ?12, 15 a lo sumo? obedecen la instrucción de colocarse en el centro de la cancha de basquet; entran dos grupos de señores tocados con el sombrero de cintas de las grandes ocasiones: son doce y doce.
Luego, en fila india, entran los comandantes. Primero David, luego cinco más que no conozco ni reconozco. Entonces, un joven con voz de maestro de primaria toma el micrófono y comienza a impartir órdenes marciales. A su mando penetran en la cancha de basquet dos sextetos de niños, no tan niños a todo esto. Son los escoltas de las banderas que acto seguido veremos desfilar. Una, dice el que habla, "es la bandera nacional", y la otra, agrega, "es la bandera de lucha".
Después de pasearlas por el cemento y volver a su posición original, las insignias reciben el homenaje del canto. El gentío entona el Himno Nacional y de inmediato el himno zapatista.
Los comandantes David, Javier, Yolanda y Susana pronuncian sus discursos en tzotzil; Abel, en tzeltal, y Bulmaro, en chol, pero antes de dirigirse en su respectiva lengua a las multitudes que los escuchan, cada uno toma la palabra en castilla, explica que "el mensaje de la comandancia general lo daremos hoy en la tarde", y ofrece una excusa antes de proseguir en lo que uno de ellos define como "dialecto". De todo lo que dijeron esta mañana, recogemos estas palabras de la comandante Yolanda: "Adiós, compañeras y compañeros. No lo podía practicar bien, pero vamos a hacer nuestro trabajo".
A las tres de la tarde, la delegación del EZLN parte a San Cristóbal, con su interminable cauda de camiones y camionetas en ruinas. Hora y media después entra en la ciudad de los coletos auténticos, que la aguardan con una mezcla de rencor y de espanto mal disimulado. Quizá por costumbre, los choferes de los vehículos que transportan a los comandantes enfilan hacia el ex convento del Carmen, cuando en realidad los están esperando en una casa del centro, no lejos de allí, que alberga el Centro de Información Zapatista donde, me dicen, "ya está comiendo el subcomandante Marcos", que hizo en menos de 200 minutos el trayecto desde La Realidad, volando en la camioneta de don Amado Avendaño.
Los de Oventic llegan a su primera meta a las cinco y media de la tarde; una hora después los alcanzan los de La Garucha y de Moisés Gandhi, que vienen bajo la protección de Ofelia Medina. Bajo el asedio de la prensa y defendidos por los cinturones humanitarios de los indígenas de los Altos y una valla de 150 italianos de la Asociación Ya Basta, allí permanecerán los 24 emisarios de los pueblos mayas, hasta las nueve de la noche, cuando pasa a recogerlos un lujoso autobús del Tec del Monterrey. Si ésta es una de esas sorpresas que da la vida, mayor será la que entonces veremos en el parque central, donde, surgidos de la noche, bajados de las montañas, más de 10 mil zapatistas invaden en silencio la ciudad, en la concentración política más grande que han hecho en San Cristóbal desde 1994.