DOMINGO Ť 25 Ť FEBRERO Ť 2001
Ť Lo fundamental, recuperar la confianza de los indígenas, opinan legisladores
Oportunidad para que Cocopa y EZLN dejen atrás desencuentros y crisis recurrentes
Ť El futuro de la relación dependerá de la reunión del 12 de marzo, señalan Narro y Chávez
ANDREA BECERRIL
Para la Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa), que ha estado siempre entre las posturas a veces irreductibles de las partes en conflicto, los tiempos actuales serán definitorios, pues su próxima reunión con el EZLN, luego de más de dos años de interrupción de todo contacto, puede conducir a la inauguración de una nueva etapa en la comunicación con el grupo rebelde, que deje atrás una historia de crisis recurrentes y de desencuentros constantes.
Los legisladores que conforman la actual y tercera Cocopa no se atreven a anticipar qué va a pasar el 12 de marzo, aunque César Chávez y José Narro, que repiten en la comisión y traen la experiencia que les dio formar parte del primer organismo de coadyuvancia, consideran que lo fundamental es recuperar la confianza de los zapatistas.
Esa confianza que los miembros de la primera Cocopa, como el fallecido Heberto Castillo, Luis H. Alvarez, Rodolfo Elizondo y Pablo Salazar Mendiguchía -los últimos aún ligados a la rebelión chiapaneca, pero del lado gubernamental- ganaron en los peores momentos del conflicto.
La relación Cocopa-EZLN llegó a la cúspide, pero a partir de finales de 1996, cuando el gobierno de Ernesto Zedillo da marcha atrás y rechaza la iniciativa de ley indígena elaborada por el organismo de coadyuvancia, se da una de las primeras crisis.
Atrás quedan entonces las reuniones de los legisladores con el subcomandante Marcos en su propio refugio de La Realidad o en San Cristóbal. Nunca más los recibe y, aunado a ese silencio de los zapatistas, la Cocopa debe enfrentarse además al gobierno federal.
En esa situación se constituye la segunda Cocopa, la que a decir del ex senador perredista Carlos Payán Velver, vivió los tres años de la 57 legislatura "en estado larvario y de agonía", entre el recelo del EZLN y la estrategia gubernamental de mantenerla inmovilizada, a la que se suman los diputados y senadores del PRI.
El senador del PAN, Felipe de Jesús Vicencio Alvarez, participante también en ese organismo y que repite la responsabilidad en la actual Cocopa, consideró que "aunque suene feo decirlo", la Comisión de Concordia y Pacificación surgió a iniciativa del entonces presidente Zedillo, el 14 de diciembre de 1994.
El conflicto chiapaneco vivía una de sus peores etapas, la tensión había subido de tono de nueva cuenta después de la decisión gubernamental de tratar de apresar al subcomandante Marcos y "la amenaza de una conflagración militar no se veía nada lejos". Es entonces, agrega Vicencio Alvarez, que Zedillo, quien se siente descalificado para la interlocución con el EZLN, decide que el Poder Legislativo puede ser "el puente".
Propone entonces el establecimiento de una comisión plural del Congreso de la Unión, que ayude al diálogo y la paz, que finalmente se constituye, al aprobarse la Ley para el Diálogo, la Conciliación y la Paz Digna en Chiapas.
"Sus integrantes son convocados por su autoridad moral y peso político. En su mayoría son legisladores con la motivación de trabajar por la paz, por encima de cualquier otra consideración, y además sus partidos políticos respectivos les dan el margen de maniobra para que trabajen sobre esa premisa".
Por el PRI participaban los diputados Jaime Martínez Veloz y Marco Antonio Michel y los senadores Salazar Mendiguchía y Oscar López Velarde. El PAN designó a Luis H. Alvarez y a Luis Felipe Bravo Mena, aunque quien ahora preside el Partido Acción Nacional actuó sólo unos meses como "cocopo", para dejar su lugar a Benigno Aladro.
šEsto ya se acabó!
Por el blanquiazul estaban los diputados Rodolfo Elizondo y Alejandro González Alcocer, aunque al poco tiempo este últ imo renunció y su lugar fue ocupado por Fernando Pérez Noriega. El PRD, en tanto, mandó a los senadores Heberto Castillo y Guillermo del Río Ortegón -ambos ya fallecidos- y a los diputados César Chávez y Juan N. Guerra.
Por su actitud en favor de la paz, pero también por la circunstancia en que les tocó realizar su labor, van adquiriendo poco a poco autoridad moral y credibilidad. En su libro Historia personal de la Cocopa, el perredista Guerra da cuenta del esfuerzo, las angustias, las frustraciones, pero también los éxitos que consiguieron, después de vencer la resistencia del subcomandante Marcos, a aceptar la labor del órgano legislativo y las trampas de la representación gubernamental, encabezada por Marco Antonio Bernal.
Participan en las negociaciones de los acuerdos de San Andrés y se reúnen varias veces con el subcomandante Marcos y su estado mayor. La comunicación es constante, la confianza campea. Sortean, incluso con éxito, la decisión del jefe rebelde de trasladarse -ya desde entonces- a la ciudad de México para participar en el Foro sobre Derechos Indígenas, intento al que se oponía de manera tajante el entonces secretario de Gobernación, Emilio Chuayffet.
Finalmente, los zapatistas sólo envían como delegada al foro indígena a la comandante Ramona, pero los nubarrones aparecieron de nuevo, en plena negociación de los acuerdos de San Andrés, cuando se dictó sentencia de 13 años a Javier Elorriaga y el juez de la causa decide también enjuiciar al EZLN por terrorismo.
"šQuihubo Marcos!, pero Marcos no respondió al saludo de la Cocopa. Y tampoco nos invitó a pasar ni a sentarnos para formalizar una reunión. Ahí a la entrada del Aguascalientes, nos soltó: Nomás los estaba esperando, esto ya se acabó, ya no va a haber nada, lo más seguro es que no los vuelva a ver. Nosotros no podemos negociar con la acusación de terroristas, esto ya nos está diciendo qué va a hacer el gobierno con nosotros. A los terroristas se les mata, con terroristas no se negocia, si nos hubieran dicho alzados o guerrilleros, la cosa cambia", revive el ex diputado Juan N. Guerra en su libro.
Pero esa primera Cocopa pudo vencer el nuevo riesgo, que implicaba incluso la ruptura de la negociación, continuaron los diálogos de San Andrés, se firmaron y comenzaron otra batalla: la de lograr que el gobierno federal les diera carácter constitucional y sus acuerdos se constituyeran en la base de una nueva ley indígena.
Es aquí, según han dado testimonio Martínez Veloz y César Chávez, que la Cocopa se anima a intentar la llamada "vía paralela" de negociación que condujera a la paz. Ante la escalada de violencia en la zona de influencia zapatista y la postura indecisa del gobierno federal sobre la iniciativa indígena, la Cocopa se ofrece a redactar el proyecto de ley.
Tanto Martínez Veloz como César Chávez consideran que ahí se extralimitaron en las funciones que la Ley para el Diálogo les confería, pero valoraron, después de muchas horas de discusión y debate, que era la única posibilidad de resolver el conflicto, además de que contaron con la aprobación del grupo rebelde y el gobierno federal. Hubo compromiso de las dos partes en conflicto de aceptar el texto elaborado por la Cocopa, la que advirtió a ambas que no reabriría la negociación.
Chávez detalla que después de concluída la redacción de la iniciativa de ley, presentaron al EZLN el documento. Fueron hasta la selva de nueva cuenta y el 29 de noviembre de 1996 el subcomandante Marcos les respondió que faltaba por incluir algunos puntos importantes para los zapatistas, pero a fin de no trabar el proceso legislativo, no harían observaciones.
El olvido de Chuayffet y la amenaza de Zedillo
En cambio, el entonces secretario de Gobernación, Emilio Chuayffet, tuvo una actitud distinta. Dijo, de entrada, que tenía dudas -relata Chávez- y anunció que haría observaciones. La Cocopa logra que el EZLN acceda a que insistan y acudan a otro intento para lograr que la parte gubernamental cumpla su palabra.
Sin embargo, la decisión ya la habían tomado y Emilio Chuayffet trató de eludir su responsabilidad, primero con la famosa respuesta que le dio al entonces senador Luis H. Alvarez, para explicar cómo es que aseguraba haber olvidado que aceptó facultar a la Cocopa para redactar la iniciativa.
"Seguramente lo dije, pero tenía en la cabeza 18 chinchones", respondió al panista. Después acusó a la Cocopa de estar del lado del EZLN y, aunque los legisladores lograron una entrevista con el entonces presidente Zedillo, éste se mantuvo inflexible. El gobierno les entregó otro proyecto, alejado de los acuerdos de San Andrés. "Es decir, el gobierno federal no sólo no aceptó sus compromisos, se desistió y "la Cocopa tuvo que pagar el costo, que fue perder la confianza del EZLN".
Pusieron luego el documento en manos del subcomandante Marcos y cuando ya en enero de 1997 regresaron a La Realidad, la respuesta del jefe rebelde fue que no debió siquiera aceptar el escrito. "Esto es una burla, voy a rechazar la contrapropuesta y voy a esperar una respuesta de ustedes para tomar una decisión más a fondo. Entonces, Marcos ya no bromeó, como otras veces, con los miembros de la Cocopa, ni siquiera se explayó en sus ideas. Fue escueto y directo. Fue una triste despedida", relata Juan Guerra.
Los demás "cocopos" también estaban desmoralizados. Heberto Castillo declaró por esos días que se había perdido la oportunidad de un acuerdo de paz. Sin embargo, todavía debieron soportar que el presidente Zedillo -como lo han narrado Salazar Mendiguchía y César Chávez- los amenazara de usar todo el poder y la fuerza presidencial para impedir la aprobación de la iniciativa de la Cocopa, en caso de que ellos la enviaran al Congreso.
Había pasado ya, señala el senador Vicencio Alvarez, la etapa en que el gobierno necesitó a la Cocopa, a partir de 1997 comienza a rechazar los oficios del órgano legislativo que debe, como en muchas otras ocasiones, "sufrir el enojo y la falta de voluntad de las partes". Incluso el EZLN le recrimina el incumplimiento del gobierno federal.
Al llegar la 57 Legislatura, cambia la Cámara de Diputados y nuevos legisladores se integran al grupo de senadores. Fallece Heberto Castillo, por lo que en esa segunda Cocopa sólo permanecen don Luis H. Alvarez y Benigno Aladro, por el PAN, Salazar Mendiguchía -que no concluye su periodo, ya que pide licencia para ir a la campaña electoral que lo lleva finalmente a gobernar Chiapas-, Oscar López Velarde, también renunciante. Se incorporan, por el PRD, el senador Carlos Payán y el diputado Gilberto López y Rivas.
Pese al esfuerzo, los legisladores no pueden reanimar a una Cocopa "que va en picada" y debe sortear el silencio de los zapatistas y la embestida del gobierno. Y es que, considera Vicencio Alvarez, "la segunda Cocopa retoma la estafeta en plena crisis, con nula credibilidad y otro ingrediente: las partes han cambiado de estrategia, pues a partir de la ruptura del proceso de San Andrés, el gobierno decide que va a administrar el conflicto y el EZLN ya tampoco necesita a la Cocopa porque la considera, a mi juicio injustamente, parte del desistimiento gubernamental."
Eso restringe muchísimo el margen de maniobra de la Cocopa, que queda además sola, ya que la Comisión Nacional de Intermediación (Conai) es disuelta por el obispo Samuel Ruiz, después de los ataques constantes de la parte gubernamental.
Agravios y rencuentros
Los tres años de esa Legislatura, perredistas y panistas tratan de hacer lo necesario para acercar a las partes, pero se estrellan con el gobierno y la gran mayoría de los representantes priístas en la Cocopa, dedicados en los últimos meses de la 57 Legislatura a parar cualquier intento en favor de la paz.
Payán, López y Rivas, el propio Vicencio y Luis H. Alvarez, son algunos de los integrantes de la Cocopa que alzan la voz y denuncian la estrategia de contrainsurgencia del gobierno de Zedillo, que de manera paulatina ha ido construyendo un cerco castrense alrededor del EZLN y la impunidad de los grupos paramilitares, que lleva a la masacre de Acteal y otras agresiones contra los indígenas chiapanecos.
Mientras unos pocos legisladores se enfrentan a Zedillo y su nuevo coordinador del diálogo, Emilio Rabasa, y reprueban el desmantelamiento de los municipios autónomos y la multiplicación de nuevas posiciones militares, el EZLN sigue ignorando por completo a la Cocopa y se mantiene en reserva absoluta. Ello lo aprovechan los representantes del PRI para acusar a los zapatistas de intransigentes y de no querer negociar.
Públicamente y a lo largo de 24 meses, el organismo legislativo insiste en un encuentro con los zapatistas, en reanudar la comunicación rota. Finalmente, el 6 de noviembre de 1998, la comandancia del grupo rebelde acepta la entrevista y los cita los días 20 y 22 de noviembre en San Cristóbal de las Casas, donde se habrá de realizar un encuentro del EZLN con la sociedad civil.
La entrevista, después de casi tres años, es por demás difícil y ríspida. Cuando en el viejo ex convento del Carmen, los integrantes de la Cocopa se reúnen ese 20 de noviembre de 1998 con los comandantes Tacho, Zebedeo y el mayor Moisés, éstos ni siquiera los dejan hablar. Tacho lee un comunicado en el que les reprocha en un tono muy duro detalles organizativos en relación con su estancia en San Cristóbal, los acusa de no preocuparse por las medidas de seguridad y les llama racistas.
Varios de los asistentes narran que la sorpresa por el tono agresivo de los comandantes del EZLN los dejó helados, y más cuando ni siquiera les permitieron hablar. Salen con largas caras, entre los cientos de periodistas nacionales y extranjeros e integrantes de organizaciones sociales. No hacen comentarios, pero el comunicado es leído públicamente por Tacho en el foro contiguo, donde se llevaba a cabo el Encuentro con la Sociedad Civil.
El diferendo crece por unas declaraciones que formula un día después el senador Payán y por la postura de la Cocopa, que por la noche exige definiciones a la delegación del EZLN, sobre todo si están dispuestos a dialogar. La intermediación de personalidades como Pablo González Casanova, logra que ambas partes hagan a un lado los agravios y el día 22 pueden finalmente reunirse y platicar.
Tanto Moisés como Tacho y Zebedeo reiteran que no regresarán a la mesa del diálogo, hasta que el gobierno cumpla las cinco condiciones mínimas que han establecido: cumplimiento de los acuerdos de San Andrés, desmilitarización y desarme de paramilitares, continuar con la mesa dos, (pendiente en los diálogos de Larráinzar) y una interlocución con capacidad de decisión y respetuosa. Piden además que la Cocopa declare sobre la consulta indígena que se realizará a nivel nacional.
La Cocopa, a su vez, insiste en que haya un canal de comunicación permanente. Los comandantes rechazan recibir unos documentos que el gobierno pretendía hacer llegar al EZLN y de los que, Alan Arias -colaborador de Rabasa- había hablado a la prensa, como una forma de presionar a la comisión a que lo hiciera.
La segunda Cocopa no tuvo ninguna otra oportunidad de hablar con la representación del EZLN. Un grupo de legisladores regresaron a la zona de conflicto, cuando Marcos, en agosto de 1999, denunció ante un grupo de estudiantes de la UNAM que lo visitaron en La Realidad, la ocupación militar de Amador Hernández, una comunidad zapatista cercana a la base castrense de San Quintín.
No pudieron hacer más, porque los nuevos priístas de la Cocopa, los que sustituyeron a Salazar Mendiguchía y López Velarde, se convirtieron, según definición de López y Rivas, en instrumentos de Zedillo para frenar toda iniciativa del organismo, cuyas decisiones se toman por consenso. En el informe final hay un reconocimiento de que fue imposible cumplir con la tarea de colaborar para la reanudación del diálogo, pero también la recomendación de mantener viva y actuante a esa comisión.
La tercera Cocopa, que comenzó funciones a finales de 2000, tiene ahora una condición distinta. Un nuevo gobierno, el de Fox, que en opinión de Vicencio Alvarez y otros legisladores, "hace esfuerzos por rencauzar el proceso de diálogo, desde la etapa en que se suspendió y con la presentación de la iniciativa indígena de esa comisión".
Y, aunque reconoce que los partidos siguen interesados en hacer valer sus agendas políticas dentro de la comisión, "me parece que tenemos el suficiente margen de maniobra para hacer valer nuestro trabajo, sobre todo porque al Ejecutivo federal ya no parece interesarle una Cocopa en estado de coma".
Tanto Vicencio como César Chávez y el petista José Narro señalaron que hay una nueva condición, aunque buena parte del futuro de esta nueva Comisión de Concordia y Pacificación dependerá del encuentro del día 12 con el EZLN.