domingo Ť 25 Ť febrero Ť 2001
Rolando Cordera Campos
El músculo duerme, la imagen se alborota
La prestigiada firma de análisis económico y político GEA (Grupo de Economistas y Asociados) acaba de dar a conocer los resultados de una encuesta sobre la popularidad de nuestros principales políticos y partidos (El Economista, 22/02/01). Tranquilo deberá estar, por hoy y hasta que aparezca otro sondeo, el jefe de Gobierno del Distrito Federal, que encabeza el hit parade de la política azteca, por encima del presidente Fox, quien ocupa el segundo lugar, un punto porcentual por debajo del tabasqueño avecindado en la capital que gobierna (73 y 74 por ciento, respectivamente).
Lo mismo podría advertirse respecto del PRI. A la luz de sus comportamientos más recientes, de Yucatán o Tabasco a Ixtapan de la Sal, el otrora invencible parece decidido a hundirse como formación política moderna y normal, y parece estarlo logrando. Según la encuesta referida, el Partido Revolucionario Institucional vio descender drásticamente su nivel de "simpatía declarada". En enero de 1999, el PRI recogía 36 por ciento de las preferencias; en marzo de 2000 llegaba a 30 por ciento, mientras que en enero de 2001 apenas alcanzaba 18 por ciento. Si de lo que se trata es de cumplir con las fatalidades que sus muchos malquerientes le recetaron, los priístas pueden estar satisfechos. Sin novedad en el frente, podría decirse.
Quienes no tenemos razones para celebrar la tranquilidad de los héroes somos los del llano. López Obrador parece caminar sin más, en pos de su estrategia para el final del periodo que marcaría el inicio de su ascenso a la Presidencia de la República. Esta consiste, claramente, en ser visto desde el principio como el mero y único competidor por el poder, que por lo pronto no puede sino medirse, mientras llega la hora señalada, con quien tendrá que dejar la Presidencia cuando él pueda legalmente aspirar a ella.
Para el jefe de Gobierno de la capital, la evolución de las preferencias no es un dato más con respecto a su gobierno, que lo lleve a revisar dichos y hechos en función de su programa, sino el dato que califica sus tácticas, pero no tanto para delinear su paso por el DF sino para afinar su competencia al fin del sexenio. En materia de gestión inmediata, lo único que parece interesarle es hacer consultas bochornosas, como la del horario de verano, y llevar a los mejores de su gente a hacer el ridículo explicándolas.
Medirse con Fox, en vez de hacerlo con las ofertas para las que fue elegido, puede redundar en un infortunio para los capitalinos, porque los pasos del jefe pueden no coincidir con los pesos o las instituciones que una ciudad tan maltratada como esta requeriría. Los criterios de evaluación de su desempeño no son para él necesariamente los requeridos para satisfacer en el tiempo a una ciudadanía aquejada por carencias e insatisfacciones, porque lo que parece importarle al temprano corredor de larga distancia venido del sureste es más bien llevarle la delantera al Presidente. Cuestión de apreciación, si se quiere, pero el que la contienda del 2006 empiece tan pronto, y con un rival que no competirá a la hora buena (suponemos), no es un buen augurio para la ciudad llena de baches, pero que a la vez vive bajo su segundo gobierno democrático.
La calificación del presidente Fox es muy buena, independientemente de que sea inferior a la del Peje. Demasiado buena, si suponemos que es debida al hecho de que las expectativas creadas por él desde su victoria siguen al alza, sin que los satisfactores de tan grandes esperanzas estén a la vista. Ahora es la marcha zapatista y la paz a la vuelta de la esquina, pero antes fue el progreso económico, ya cancelado por lo que toca a este año, y mañana serán los microcréditos y sus mil desengaños anunciados, empezando por una tasa de interés y un monto impresentables.
Lo del PRI es la peor de las noticias para esta política que se debate por volverse plural, porque no habla de proyecciones sino de realidades inmediatas. Lo que la encuesta nos anuncia, como posibilidad nada remota, es un sistema político que sin haberse implantado bien a bien, va a quedarse sin contrapesos institucionales, en medio de un flujo de movilización y liderazgos sin ancla del que el EZLN es pálida advertencia.
Puede decirse del PRI lo que se quiera, así como desearle lo peor. Lo que no puede desconocerse en estos conjuros es que bajo sus siglas se cobija la mayor coalición de intereses nacionales y regionales con representación política legal y legítima a todo lo ancho de la geografía política nacional. Y esto es decir mucho.
La carrera por la popularidad en que se ha enfrascado el jefe de Gobierno del DF; la frenética competencia mediática del presidente Fox con Marcos hoy, mañana usted dirá; la caída libre del PRI: éste es un panorama donde sólo puede avanzar la república de la imagen, bien guardada y usufructuada por lo que cada día se asemeja más a un duopolio vestido de cártel. Bienvenidos el mercado y la libertad de los posmodernos. Y que Dios siga de copiloto.