DOMINGO Ť 25 Ť FEBRERO Ť 2001
Ť El DIF urge a establecer medidas de prevención
Menores que laboran en las calles, presas fáciles de los estupefacientes
ALMA E. MUÑOZ
Inhalantes, mariguana y cocaína son las drogas más frecuentes entre trabajadores del sector informal con edad promedio de entre seis y 17 años. Los más afectados y con frecuencia víctimas de hostigamiento o violencia sexual son los vendedores y los lavaparabrisas, aunque éstos se ubican debajo de quienes se dedican a la mendicidad.
De una muestra de 41 mil 226 menores, el Sistema Nacional de Desarrollo Integral para la Familia (DIF) comprueba que siete de cada 100 menores varones y tres de cada 100 mujeres probaron drogas -sin incluir en esta proporción al tabaco y al alcohol-, luego de que en sus lugares de trabajo se ofrecen los estupefacientes.
Los análisis realizados a finales de la década de los 90 en 100 ciudades de la República -sin incluir al Distrito Federal-, con financiamiento del Programa de las Naciones Unidas para la Fiscalización Internacional de Drogas, demostraron que las zonas con alto nivel de actividad nocturna tienden a congregar más número de niños que no viven con sus familias, quienes se convierten en consumidores de sustancias adictivas.
A partir de la muestra se demostró que dos de cada 100 niños trabajadores viven en la calle -esto fue 7.6 veces más frecuente entre los varones que en las mujeres- y se resaltó la necesidad de que se apliquen programas de apoyo a los núcleos familiares para que retengan al menor y les proporcionen alternativas para asistir a la escuela.
Dentro del sector informal, la mayoría de los niños y adolescentes cuenta apenas con educación básica. Ocho de cada 100 niñas y siete de cada 100 varones dijeron no saber leer ni escribir, y 36 por ciento del total de 41 mil 226 abandonó sus estudios por problemas económicos, la escuela no les gustó o simplemente por necesidad de trabajar.
Con una edad promedio de 13 años, los jóvenes con estudios revelan las variantes que les ofrece el mercado laboral sin reconocimiento, independientemente de las actividades más o menos reguladas como ser "cerillos" en los supermercados -23 por ciento de las mujeres (M) y 29 por ciento de los hombres (H)-: vender productos (54 por ciento de M y 32 por ciento H); oficios como zapateros, voceadores o cuidadores de panteones (3.4 y 9.2, respectivamente); cuidadores o lavadores de coches o parabrisas (5 y 17 por ciento); prostitución (0.4 y 0.1 por ciento) o mendicidad (2.8 y 2.3).
Lamentablemente, resalta la institución, "los menores trabajadores se desenvuelven en ambientes más o menos peligrosos, en donde se ofrecen drogas con frecuencia variable".
Entre los solventes, el thíner y el resistol son las sustancias de más consumo (56 por ciento H y 22 por ciento M) dentro del universo de menores a los 14 años, seguidas por el cemento (26 por ciento H y 30 por ciento M), mientras sólo seis de cada mil varones y cuatro de cada mil mujeres son adictos a la cocaína. Las formas alternativas de esta sustancia, como el crack o el bazuco reflejó un bajo nivel de uso. Y dentro de este último entorno se ubican, además, las metanfetaminas conocidas como éxtasis.
A partir de los 14 años, la mariguana es la droga que más consumen, mientras la cocaína aparece a una edad posterior.
Factor de riesgo
Los estudios realizados demostraron al DIF que el vivir en la calle (56 por ciento de los encuestados se encuentra en esta circunstancia) representa el factor de riesgo más importante para usar drogas, contra el 5 por ciento de los jóvenes con posibilidad de casa.
También estableció cómo el tipo de personas con quienes viven influye para el consumo de estupefacientes. El menor índice se observó entre quienes viven en familia completa (3.4 por ciento), pero cuando falta uno de los padres la proporción se duplica (7.1 por ciento) y es tres veces mayor si el menor vive sólo con sus hermanos (7.1). Aunque prácticamente es cinco veces superior cuando el menor vive en una familia reconstruida, que incluye un padrastro o una madrastra (15.6 por ciento). Pero los números se incrementan cuando los jóvenes viven solos (43 por ciento), y desciende un poco cuando el menor ha formado su propia familia (28 por ciento).
Con base en los resultados obtenidos, para el DIF es imperativo incluir medidas de protección para los menores en general -no únicamente los que viven en las calles- y establecer programas de prevención de uso de drogas, con un enfoque integral para incluir educación sexual, manejo de la violencia ambiental y de la experiencia de "victimización y cuidado de la salud".
El uso de drogas, añade, hace a este núcleo social menos capaz de defenderse de los peligros del entorno, a la vez que se requiere alcanzar una de las metas principales de protección a los derechos humanos: abatir el trabajo infantil.