LUNES Ť 26 Ť FEBRERO Ť 2001

Discriminadas y en la indefensión, miles de mujeres


Historias del trabajo doméstico

FABIOLA MARTINEZ

Cada año se incorporan al empleo doméstico miles de amas de casa y mujeres con cierto grado de escolaridad (media, técnico, comercial e incluso medio superior) en busca de un ingreso que les permita colaborar o hacer frente al gasto familiar.

"Antes la empleada del hogar era la muchacha que recién había salido de su pueblo, pero ahora cada día vemos más amas de casa, obreras, secretarias que buscan ganarse unos centavo para ayudar o mantener a su familia y no gastar tanto en alimentos o ropa de oficina", señala Raquel Guadarrama, con 13 años de trayectoria de apoyo a la dignificación de este sector.

La mayoría de las "trabajadoras del hogar", como prefieren que se les denomine, continúan como el blanco predilecto de la discriminación y muy alejadas de gozar de los derechos básicos que por ley les corresponden. Las afortunadas son aquellas que se encuentran con una empleadora que paga lo que establece la ley.

A pesar de la lucha de algunas organizaciones civiles como Atabal y La Esperanza para informarles de sus derechos y obligaciones, la mayoría permanece en la ignorancia y la indefensión.

Es un gremio excluido, lleno de historias de vida que dan cuenta de la situación de las mujeres que tienen la necesidad de emplearse en un hogar. Enseguida algunos testimonios que dan cuenta de lo anterior.

Por primera vez

A los 39 años, Martha se empleará por primera vez como trabajadora del hogar. La semana pasada decidió lo que no había podido en 22 años de casada: dejar a su esposo, quien en fechas recientes pasó de los insultos a las golpizas.

La primera vez que le pegó pudo refugiarse, junto con sus cuatro hijos, en la casa de sus padres, pero hasta ahí la buscó el marido, lloró, pidió perdón de rodillas y con un ramo de rosas en la mano le puso enfrente a sus dos hijos más pequeños y en nombre de ellos juró no volver a lastimarla.

La promesa duró muy poco. Varios meses después las humillaciones y golpes se repitieron. Desesperada al punto de intentar quitarse la vida, acudió al IMSS y más tarde a la delegación, donde un grupo de mujeres le propuso salir adelante a través del empleo doméstico, "lo que sé hacer, lo que he hecho toda mi vida".

Desde hace muchos años, relata, mi obligación ha sido levantarme bien temprano para preparar el desayuno, alistar a mis hijos para la escuela, lavar, planchar, cocinar, atender todo lo de la casa, esa es mi experiencia porque mi marido casi no me daba permiso de trabajar en fábricas, por eso creo que podría hacer lo mismo en otra casa. Tal vez tenga que ponerle más sal a la comida de quien será mi patrona, empezar más temprano el quehacer, no sé, špero ahí me van a pagar!

Sin desayuno, sin comida, sin nada

Con dos hijos pequeños, Sonia decidió volver a trabajar en casas, pues su esposo a veces no tiene empleo o el salario por trabajos eventuales de albañilería o ayudante de mudanzas poco alcanza para los gastos.

En años anteriores ya había trabajado en el hogar, en algunos la trataron muy bien pero en otros ni siquiera podía tomar alimentos. "Así como llegaba me iba, la señora no me dejaba nada para comer, ni siquiera huevo, así que trabaje y trabaje sin desayuno, sin comida, sin nada".

Este empleo representa, en su experiencia, salir de su casa a las siete de la mañana y regresar después de las seis de la tarde. La faena doméstica no es a diario la misma, pero de rigor hay que lavar los baños, limpiar el piso, aspirar, tender las camas, asear recámaras, lavar la cochera, las banquetas, paredes, cocinas.

"Cuando pasan los años es común ver a mujeres de nuestro gremio, jóvenes y no tanto, padecer de dolores en la espalda y piernas, tener reumas, artritis, várices, enfermedades del riñón. Es un trabajo pesado y quien alguna vez haya atendido una casa sabrá lo que digo", agrega Raquel Guadarrama, empleada doméstica de toda la vida.

Las empleadas del hogar que están organizadas -en Atabal, única asociación civil de su tipo- o que tienen información respecto a los derechos que les corresponden, se emplean actualmente por no menos de 80 pesos al día por jornada máxima de ocho horas, conscientes de que tal vez ellas tendrán que pagar su alimentación, transporte o gastos médicos. Son pocas las empleadoras que se hacen cargo de lo anterior o que incluso pagan prestaciones básicas como aguinaldo o vacaciones.

Empleada desde los 13 años

Inés, originaria de un municipio serrano de Puebla, ha sido empleada del hogar desde los 13 años. Recuerda que en ese tiempo no todas sus patronas tenían consideración a su corta edad y tampoco tenía garantizada la comida y qué decir de vacaciones pagadas, ni soñarlo.

Con el paso de los años su experiencia crece y también la posibilidad de escoger el mejor lugar para ofrecer sus servicios. Desde hace varios años dejó el empleo para dedicarse a la crianza de sus dos hijos que estudian la primaria. También regresará a los labores domésticas fuera de su casa para ayudar a la manutención de los hijos. "No nos alcanza con lo que gana él". Inés no tiene miedo de este empleo, ya lo ha hecho por muchos años, pero en lo que sí está clara es que su trabajo diario se duplicará porque su marido está de acuerdo en que busque un empleo, pero es de los que no ayudan en los quehaceres de la casa.

"El dice que ya trabajó en la fábrica y que llega bien cansado. La verdad ahora que trabaje se me juntará el quehacer en la mañana y en la noche, pero qué hago, Ƒpedirle que me ayude al quehacer? šNooo!, la verdad ni le muevo por ahí, el dice que como hombre se sienta a la mesa para que yo le sirva y pues para qué me busco problemas".

El cuidado de los hijos

Guadalupe también tiene experiencia trabajando fuera de su casa. Tuvo su primer hijo a los 14 años. Empezó trabajando como "cochambrera", ayudante y más tarde como cocinera en un restaurante, pero las "friegas" son de seis de la mañana a cuatro de la tarde o más, incluidos sábados, domingos y días festivos.

Una amiga le sugirió cambiar de actividad y emplearse como trabajadora del hogar para tener más tiempo de cuidar a sus hijos, especialmente al pequeño, que tiene un año. "Mi amiga me dijo que aquí se puede ganar un centavo más y sin tanta friega como en el restaurante, aun cuando también salga uno bien cansada. La verdad trabajando como doméstica y luego también rematar con el quehacer propio pues es el doble, pero ahorita no veo otra opción para estar un poquito más al cuidado de mis hijos".