MARTES Ť 27 Ť FEBRERO Ť 2001
Ť Traza un mapa de los territorios indios
Legitima la travesía exigencia de reforma a la Constitución
Ť Indígena, casi 70 por ciento de la población oaxaqueña
RAMON VERA HERRERA ESPECIAL PARA LA JORNADA
Oaxaca, Oax., 26 de febrero. La marcha por la dignidad indígena no es solamente un viaje de 24 delegados y delegadas zapatistas al Distrito Federal, es también el trazo de un mapa por los territorios indígenas del país y la presencia de éstos, al paso de la caravana, delinea un diagnóstico de las condiciones en que viven más de 10 millones de personas. Pero sobre todo, legitima la exigencia de una reforma que reconozca en la Constitución y en las leyes mexicanas los derechos de todos los pueblos que insisten en alojarse bajo la bandera mexicana. La recurrencia en los discursos, mantas y pintas de la fórmula mágica "Nunca más un México sin nosotros", debía ser más que suficiente para que quedara claro, pero no lo es.
En la plaza de la catedral de la ciudad de Oaxaca el componente indígena fue avasallador. Su voz fue corazón y aviso de lo que será el tercer Congreso Nacional Indígena en la comunidad de Nurío, en Michoacán. En la caravana viaja una comisión del CNI, que incluye representaciones de Milpa Alta, la Unión de Pueblos de Manantlán, de Jalisco; Servicios del Pueblo Mixe de Oaxaca; la Unión Campesina Emiliano Zapata y Nación Purépecha, de Michoacán; el Frente Popular del Sur de Veracruz; la Unión de Pueblos de Morelos; Indígenas Migrantes en el Distrito Federal y Xi'Nich', de Chiapas, y nadie, salvo los zapatistas con quienes acuerdan los pasos, parece notarlo todavía.
El arribo de la delegación zapatista a Oaxaca destapa, en este caso, la historia tejida por los 16 pueblos que habitan las siete regiones del estado y que representan 60 o 70 por ciento de la población de la entidad. Si esta historia no termina por permear la visión que la sociedad tiene de los pueblos indios, es en realidad, un problema de esta sociedad -ciega ante la resistencia que encarnan.
Oaxaca es el estado con mayor número de pueblos indios en México y compite con Chiapas en números reales de población que reivindica raíces anteriores a la Conquista. Es muy probable que el Distrito Federal tenga más habitantes indígenas que ningún otro espacio en el continente, pero eso ocurre porque aloja a una población originaria, también invisible hasta hace poco, y una cantidad de migrantes de todas las regiones del México -desplazados a las urbes, justamente por las políticas modernizantes que los expertos, nos dicen, resolverán los problemas del país. Tan sólo en el municipio de Chalco, según el investigador Pablo Yanes, se hablan 48 lenguas de las 57 que conforman México.
Por desgracia, la gran mayoría de estos migrantes proviene de Oaxaca, lo que habla del deterioro de las condiciones de vida en la Mixteca, la Sierra Norte, la Sierra Sur y los Valles Centrales. Setenta por ciento de los municipios de estas regiones expulsan mano de obra. A la erosión de la tierra y a las políticas económicas, cuyo efecto es reconvertir a los campesinos en obreros o subempleados, se añade el cacicazgo, el narco, y la violencia de grupos de pistoleros y paramilitares -como ocurre en Los Loxichas, en la Sierra Sur o en Mazatlán Villa de Flores, en la Sierra Mazateca, en las que operan grupos de matones auspiciados por algunas autoridades del estado.
La militarización en Oaxaca ha permeado diversas regiones y en el Rincón de la Sierra Juárez varias comunidades han sido agraviadas en los últimos años por el Ejército. Ejemplo de esto es el hostigamiento, en 1996, a La Chachalaca, Lachixila, Yovego y La Josefina, pertenecientes a la Unión de Comunidades Indígenas Zapotecas y Chinantecas Emiliano Zapata, uizachi-ez, organización hoy desaparecida, y a la comunidad de Tanetze en 1999.
La Sierra Sur ha sido escenario de persecuciones frecuentes. Un estudio del Centro de Derechos Agustín Pro Juárez describe: "Desde finales de 1995, incursionaron tropas a la región Chatina, Mixteca y Zapoteca en Amoltepec, Teojomulco y Tlacotepec. Los militares intimidan a los pueblos e ignoran a las autoridades municipales. En sus operativos cuestionan a la población y a los miembros de partidos de oposición, preguntando por la identidad de sus líderes y sobre las actividades del sacerdote y los catequistas".
Las operaciones militares han incluido sobrevuelos, principalmente en las comunidades zapotecas de San Juan, San Antonio, San Francisco y San Esteban Ozolotepec.
No se salvan los Loxichas, comunidades acusadas de pertenecer al EPR, como tampoco la Sierra de Miahuatlán, los Coatlanes, el Istmo de Tehuantepec, el Bajo Mixe y Los Chimalapas. Tampoco la Cuenca del Papaloapan, específicamente La Chinantla, ni los Valles Centrales, la Mixteca, la región Triqui o la Costa y la Sierra Mazateca. La presencia del Ejército federal como elemento disuasivo en Oaxaca es un hecho incuestionable, y los testimonios del trastocamiento de la vida, ocasionados a las comunidades por las incursiones o la instalación de campamentos, engordan los expedientes de varios organismos independientes de derechos humanos.
Pese a lo dicho, la historia de Oaxaca es de resistencia. Un sentido de comunidad abarca prácticamente todo el estado y las luchas por el control de los municipios son constantes. Cuentan Adelfo Regino y Gonzalo García Santiago en un documento no publicado: "Aunque los pueblos indígenas están distribuidos en toda la entidad oaxaqueña, según la forma de tenencia de la tierra, perviven en aproximadamente mil 563 núcleos agrarios, de los cuales 793 son comunidades y 770 son ejidos. En Oaxaca los pueblos controlan y poseen sus tierras para el uso y disfrute cotidiano, crean y recrean su cultura y dinamizan su expresión política en el marco de una autonomía política singular y diversa en nuestro país. Así, conforme a la forma de elección y nombramiento de las autoridades municipales, durante 1998, 418 municipios de los 570 que existen en la entidad, han acogido el régimen normativo propio (usualmente llamado "usos y costumbres") para nombrar a sus autoridades. Todo ello implica una presencia mayoritaria de las municipalidades, que podríamos categorizar bajo el nombre de 'municipios indígenas' regidos por un sistema normativo propio, que establece como principios fundamentales la concepción del poder como servicio, la tierra comunal como ente de disfrute colectivo, el trabajo comunal como el eje del crecimiento comunitario y el sistema de cargos como un espacio de formación permanente para ejercitar el servicio público".
Otorga Oaxaca el bastón del mando
Si en el comunicado leído en la plaza de la catedral los zapatistas afirman que han aprendido mucho de los pueblos indios de Oaxaca, la afirmación es real, pues tienen mucho que aportar en la defensa de los espacios colectivos de organización, que hace varios sexenios los gobiernos federales y estatales en turno buscan borronear con programas individualizantes como Procampo, Progresa y Procede.
A contrapelo, las comunidades se abren más y más a reflexionar su condición en una perspectiva nacional y hacen propuestas: defensa de la biodiversidad y cuidado ecológico en manos comunitarias, como en el caso de Los Chimalapas y Maderas del Pueblo. Proyectos de recuperación de literatura en lengua indígena, como el Centro Editorial en Lenguas Indígenas, que funciona en la capital del estado con centros de formación en varias regiones. Radios, televisión y video, museos comunitarios. Proyectos de formación, como el del Centro de Video Indígena. Propuestas de reconciliación agraria, basadas en la autoridad de las asambleas de los núcleos agrarios en conflicto mediante visitas recíprocas entre comunidades, como el emprendido por los abogados indígenas de Servicios del Pueblo Mixe. Educación con contenidos propios y reivindicaciones magisteriales por mejores condiciones y programas más integrales de educación no sólo bilingüe sino intercultural. Defensa de la biodiversidad, y resistencia a los megaproyectos como en el Istmo. Tejidos binacionales de relación organizativa como el Frente Oaxaqueño Binacional. Organizaciones de cafetaleros independientes como Cepco, la mayor organización independiente de productores de café en el país. Un núcleo de organismos no gubernamentales al servicio de comunidades y organizaciones. Proyectos de género y reivindicación de los derechos de las mujeres, medicina tradicional, centros de derechos humanos, proyectos forestales comunitarios, y un foro estatal indígena que teje relaciones entre organizaciones y ONG, pero sobre todo entre comunidades y municipios de varias regiones de la entidad, que abarcan la totalidad de los 16 pueblos oaxaqueños.
Si el país mirara en el espejo abigarrado que habla en tantas lenguas, pero se entiende en el sentido en común que han construido, comprendería mejor las palabras de la comandante Susana en el corazón de la multitud que llegó a la alameda de Oaxaca a conferirle autoridad a la delegación zapatista mediante los bastones de mando: "El hombre que lucha sólo está incompleto", dijo. Lo decía por buscar la integridad de la pareja respetuosa entre hombre y mujer, creo. Pero puede extenderse la idea a lo que desde los rincones de Oaxaca sus pueblos indios le ofrecen al mundo: la comunidad como herramienta, y no como estatua enmohecida.