martes Ť 27 Ť febrero Ť 2001
José Blanco
El EZLN y la exclusión
El más grave problema estructural de México y la más insensata injusticia es la desigualdad social. Y en el polo extremo de los excluidos, las comunidades indígenas. Al mirar el conjunto de la historia mexicana la conclusión es inevitable: lejos del dogma de la Vulgata empresarial, México ha sido un país subdesarrollado debido a la exclusión socioeconómica y no al revés.
Es imposible exagerar el peso de la Conquista y del pasado colonial en la explicación de la exclusión a lo largo de la historia, vale decir, en la explicación del presente. México llegó a la Independencia con un pueblo encarnizadamente subyugado por la servidumbre y la esclavitud despóticas por más de dos siglos. Los subyugados eran los pueblos indios. La Independencia la encabezó y capitalizó una reducida elite criolla, parte sustantiva del complejo político conducido por la Corona española.
El marco liberal del siglo XIX fue, en lo sustantivo, el escenario de mil batallas entre dos proyectos de la elite que iba progresivamente convirtiéndose en mexicana, en lucha por el poder de un Estado que había que construir. A través de luchas heroicas por la cimentación de una nación propia, el Estado finalmente construido en el tramo final del XIX fue oligárquico, definido precisamente por la exclusión de las grandes mayorías. La fuerza de la oligarquía era la debilidad histórica de los excluidos. En esa debilidad reside la causa eficiente de la conformación oligárquica. Como concluyera el estudioso de Treveris, la liberación de las masas es obra de las masas mismas. Nadie lo hará por ellas. En el extremo de la exclusión, los pueblos indígenas.
El Estado oligárquico era tan excluyente que excluía del poder político inclusive a una parte de la clase dominante. Es el reclamo maderista: sufragio efectivo, no reelección. Y aunque detrás de ese reclamo democrático se cuela la demanda masiva de justicia social de los excluidos, la derrota política y militar de Zapata y Villa permite una recomposición de las elites y un Estado "emanado" de la revolución excluyente: es el proyecto de Carranza, de Obregón y de Calles.
Cárdenas rescata la demanda de justicia social de obreros y campesinos, los arranca de las sórdidas criptas implacables construidas en la colonia y en el XIX, humaniza en alguna medida sus vidas, los organiza y los incorpora al Estado. Y perderán así su independencia y su posibilidad de lucha y de defensa propias. Pronto alcanzarán así una nueva forma de exclusión. Y en el extremo de la exclusión, los pueblos indios.
Las bases político-organizativas del Estado corporativo han sido prácticamente eliminadas por la historia reciente. La elite mexicana ha crecido, pero siguen siendo reducidos los grupos sociales con acceso real al poder político y es una elite estrecha la que tiene acceso a mecanismos de decisión y control de la producción y la distribución económicas. La nota dominante sigue siendo la fragilidad política y organizativa independiente de quienes, por eso, forman el amplio mundo de los excluidos. En el extremo, los pueblos indios.
Organizaciones sociales independientes y emparejamiento al máximo de los niveles educativos son condición sine qua non de la justicia social y de la oportunidad para generar el universo del tipo de conflicto social que ha sido en el mundo moderno la palanca fundamental del desarrollo.
Participación en la esfera política para ampliar las bases de la democracia y suprimir así, al máximo, las condiciones de la corrupción dentro del gobierno, convertir a éste por esa vía en un conglomerado institucional eficiente, y presión salarial y de la competencia económica para despertar la creatividad y el ingenio que conducen a la productividad y a la ampliación de una riqueza cada vez mejor distribuida, sólo pueden ser resultado de una sociedad que se organiza en defensa de sus intereses.
El proyecto de ley Cocopa puede ser una puerta de entrada a la organización propia de los excluidos extremos. Difícilmente habrá en años una nueva oportunidad. Existen intereses con posición excluyente respecto a esa iniciativa de ley, pero también existen preocupaciones genuinas sobre las soluciones jurídicas ahí propuestas. Parece llegada la hora de que los legisladores acepten con las mínimas variaciones esa iniciativa e introduzcan el pacto jurídico de evaluar cada cinco años --por ejemplo-- el curso de los resultados de su decisión de hoy. Parece indispensable, asimismo, que el síndrome CGH no se apodere de Marcos. El EZLN ha estado ganando terreno, van cumpliéndose gradualmente sus demandas, pero Marcos no lo reconoce. Autodefine al EZLN como la pureza pura y a "los poderosos" como pura mentira; "no hay verdad en la palabra de los dzules" dice en tonos absolutos y arrogantes. Está en riesgo la oportunidad de los excluidos extremos.