MARTES Ť 27 Ť FEBRERO Ť 2001

Ť El prosista recibe hoy el Premio Xavier Villaurrutia en el Palacio de Bellas Artes

Mi ánimo de contar historias ya se atemperó, dice Vicente Leñero

Ť Los poetas mexicanos, en general, son más sólidos que los narradores, sostiene

Ť ''Ahora me dedico a hacer guiones cinematográficos para practicar el oficio de escribir''

CESAR GÜEMES

Un pequeño cuadro de San Jorge y el dragón, al lado de la puerta de su casa, lo ha visto entrar y salir a lo largo de cuatro décadas como escritor y periodista. Sin embargo, dice que ya no hará más novela, ni periodismo, que lo suyo ahora es el guión de cine, género en el que trabaja con intensidad.

-No puede dejar de escribir novela, Vicente.

-¿Por qué no? ?revira?. Ya conseguí lo que andaba buscando. Además, nadie se va a dar cuenta. De veras.

Tal vez sí, tal vez tenga razón Vicente Leñero, que hoy a las 19:00 horas recibirá el Premio Xavier Villaurrutia en la Sala Manuel M. Ponce de Bellas Artes.

-Ťle–ero-vicente-5-jpgNo deja de ser singular que obtenga un premio con el nombre de un poeta. ¿Nunca se interesó por hacer poesía?

Antes de responder busca su encendedor, uno color plata que tiene extraviado desde hace diez minutos, lo encuentra, prende un cigarro, comenta: ''Nunca, porque siento que es similar a la música, ahí se es artista o no se es nada, mientras que en la narrativa se puede ser un escritor solvente, es un oficio". Aunque agrega: ''Claro, como casi todos en la juventud uno intenta poemas, pero son secretos, para desahogarse o comunicar sentimientos amorosos. Así que los únicos que he escrito fueron para mi mujer cuando éramos novios".

Eduardo Lizalde, gran poeta

-Sin embargo, quizá el ejercicio periodístico lo haya acercado a ser amigo de poetas.

-Bueno, me llevé un poco con Jaime Sabines. Lo conocí en el Hipódromo de las Américas, él era un buen apostador. Así que hablábamos siempre más de los caballos que iban a entrar que de literatura o de poesía. Soy cercano a Eduardo Lizalde, un poeta gigantesco. Desde luego que los he leído a todos, a José Emilio Pacheco, con quien conservo una gran amistad literaria; al mismo Alejadro Aura, que es otro gran poeta, es mejor poeta que promotor cultural. Y me atrevo a decir que en general los poetas mexicanos son más sólidos que los narradores, empezando por Paz y Sabines, Bonifaz Nuño e indudablemente muchos del siglo XIX.

Transcurre la tarde del domingo, cae una ligera llovizna al sur de la ciudad. Comienzan a consumirse las tazas de café recién hecho.

-¿Cómo es eso de que ya no quiere hacer novela?

-Con lo que hice es más que suficiente ?dice, y parece sincero?. En mi trabajo anterior hay varios libros a los que ya no aprecio especialmente. En el teatro, por su lado, tampoco se me ocurre gran cosa. A lo que sí estoy dedicado es a los guiones de cine, donde pongo en práctica el oficio de escribir que no puedo dejar, lo acepto en esos términos. Ahora mismo están en proceso de filmación tres de mis recientes guiones.

-¿Le demanda menos el guión que la novela?

-Creativamente sí, porque parto de una idea preconcebida, sobre la cual el productor y el director ya están de acuerdo. Mi entusiasmo, mi ánimo de contar historias, ya se atemperó. Tengo más tiempo para leer, que en ocasiones es más interesante y tiene la ventaja de que si a uno no le gusta lo que lee, lo deja, y eso es difícil de hacer con lo que uno mismo escribe. Debí haber botado en el camino varias novelas.

¿Cortarse la coleta?

-¿Mantiene algún trabajo inconcluso o inédito?

Da vuelta a un nuevo cigarro en los dedos de la mano derecha: ''No, los que empecé los terminé y algunos se fueron a la basura. Bueno, eso lo digo hoy, pero evoluciono, a lo mejor me pasa como a los toreros que se cortan la coleta y después de un tiempo regresan. Eso es lo que hago. Y lo siento, porque me hubiera gustado hacer más novelas".

-¿No le da nostalgia aquel Leñero que no dejaba de trabajar si Emilio Carballido no apagaba primero la luz de su respectivo estudio?

-Algo, tal vez. Como Emilio vive enfrente y mi estudio está en la parte de arriba, a la altura del suyo, al llegar los viernes del cierre de Proceso, a las tres de la mañana, veía encendida su luz y me entraba una sensación de desesperanza por no contar con esa energía de él. Bueno, el caso es que Emilio y yo, vecinos al fin, comemos la misma barbacoa los domingos aquí en el mercado, y en una de ésas me contó que dejaba la luz prendida por seguridad, no por trabajo. Pero durante años esa idea me atenazó y tenía que ponerme a escribir. Ahora no, si tengo insomnio mejor leo. En todo caso lo que se extraña es el plan de las novelas, robarle tiempo al trabajo periodístico para tener esa otra vida. Eso requiere de un aliento o una bocanada de aire muy grande, que dure dos años para producir continuamente. Y ya no siento ese impulso.

-¿Por qué ya no le gusta Estudio Q, novela muy intensa y que debió implicarle un trabajo arquitectónico considerable?

-Ese es un poco el germen de La vida que se va, por raro que parezca. Siempre viví muy preocupado por la forma. Me empaché de un tipo de narrativa que tomaba en cuenta a la estructura lo mismo que a la anécdota o a veces más. Pero quise, luego, no inquietarme tanto por lo formal sino por la historia, necesitaba dejar de preocuparme por los mecanismos internos. Pensando en eso escribí La vida que se va, para borrar los experimentos que se me quedaron en el camino. Estudio Q es casi sólo forma, como Redil de ovejas o El garabato. A veces el aparato formal, incluso en Los albañiles, puede opacar la historia. Así que cuando pude darle mayor peso a la trama que a la estructura, advertí que eso buscaba hacer, bien, mal o regular, pero lo conseguí. Eso es La vida que se va. En ocasiones me siento responsable de que mi trabajo novelístico, como en Los periodistas, amenace con desplazar a los hechos narrados. A lo mejor me hubiera gustado desde el principio escribir de manera más lineal, más nítida.

-Si lo hubiera hecho, ésos no serían libros de Leñero, si me permite.

Un sorbo al café, con una de azúcar, por favor, y una respuesta firme pero escueta: ''Puede ser".

Retiro del periodismo

-En cuanto a su tarea como periodista, ¿no le gustaría estar ahora trabajando sobre la caravana zapatista, no es su deber?

-Ya no, lo fue durante mucho tiempo, pero dejó de serlo. Cuando me retiré lo hice porque había dado lo necesario en el oficio.

-¿El cuadro de San Jorge y el dragón no verá pasar más a su lado al escritor y periodista?

Responde luego de esbozar una media sonrisa y encender el último cigarro. Una afirmación que vale para la tarde de un domingo en San Pedro de los Pinos, pero que puede ser distinta la noche de hoy en Bellas Artes:

-Siempre hay más autores de novela y más periodistas. Si ya no hago una novela más, ni una nota periodística más, sinceramente no creo que pase nada.