MIERCOLES Ť 28 Ť FEBRERO Ť 2001
Ť En ese encuentro, la ciudad de los ángeles se reencontró con su entusiasmo
Puebla tampoco se vende, dice el padre Tacho durante la recepción a los delegados zapatistas
Ť Queremos hacer un solo paso, un solo sueño, señala el párroco del valle de Tehuacán
Ť Vivir sin dignidad es estar bien muerto, afirma por su parte el subcomandante Marcos
RAMON VERA HERRERA ESPECIAL PARA LA JORNADA
Puebla, pue., 27 de febrero. ''Hemos demostrado que somos capaces. Tenemos la razón. Exigiremos todos, todos juntos, el reconocimiento de nuestros derechos como pueblos indios en la Constitución. Ya basta de humillación y olvido, ya basta de muerte silenciosa. Alto a la discriminación de la pobreza. Queremos una vida más humana, más justa, más digna. Es nuestra la hora, hermanas y hermanos de la sociedad civil. No es justo ser pobre en un país tan rico en recursos naturales. Que les quede claro a esos que se llaman gobiernos, que ya no van a poder olvidarnos''.
Así habló el comandante Tacho y una oleada recorrió la plaza central de esta ciudad, llena ''como hace muchos, muchos, muchísimos años no la habíamos visto así de llena'', según dijera uno de los organizadores antes de la llegada de la caravana zapatista.
Y si las olas de entusiasmo hacían gritar a todos y a todas las consabidas consignas de ''No están solos'' o de ''E-Z-L-N'', lo importante es que el sonido estaba vivo. Por momentos, la multitud era tan avasallante que el retumbo de voces no dejaba escuchar nada más. Puebla se reencontró con su entusiasmo.
Ya en la mañana, en el acto de Tehuacán, el subcomandante Marcos había dicho ante una ciudad indígena: ''Las palabras son los sonidos que viven, no el ruido que llena''.
Quizá por la electricidad que corrió entre la gente es que Marcos, al iniciar su intervención, no pudo sino aclarar: ''Les queremos decir una cosa. No es una plaza llena o una ciudad llena lo que aquí valoramos. Los tomamos a cada uno como personas, así que les vamos a pedir que no escuchen lo que tenemos que decirles, sino que lo sientan. Un día, vamos a estar nosotros allá abajo, vamos a ser un poco más, y los vamos a subir aquí donde estamos nosotros ahora y les vamos a preguntar: ƑDe dónde sacaron tanta fuerza para hacer lo que hacen?''
El encuentro entre la sociedad civil poblana y la caravana comenzó de manera difícil. La ola humana se arremolinaba por las veredas del jardín central de Puebla de los Angeles, y no había manera de que los organizadores pudieran dar paso al autobús de los 24 delegados y delegadas zapatistas. Hubo mucha euforia, mucha catarsis acumulada que necesitaba cauces. Pero los llamados al respeto y ''a hacer de este acto un acto digno del momento que estamos viviendo'', lograron abrir un hueco en la multitud y el acto comenzó.
Otro cura Hidalgo
Fue el padre Tacho, como conocen a Anastasio Hidalgo sus feligreses en el valle de Tehuacán y en la entrada de la Sierra Negra, quien abrió diciendo: ''La palabra que voy a expresar no es del todo mía, quiere ser un poco la voz de los siete pueblos macehuales que vivimos en la Sierra Negra, la Sierra Norte, la Mixteca poblana y en las orillas de las ciudades de nuestro estado. Hñahñúes, tepehuas, popolocas, mixtecos, totonacos, mazatecos y nahuas queremos agradecer el grito que como el estruendo del Popocatépetl despertó todo lo que estamos viviendo. Y aunque en el país somos el cuarto lugar de población indígena, el millón de personas que somos esos siete pueblos queremos ser seres humanos, que se nos respete como personas y como pueblos. El gobierno sigue creyendo que somos inditos. A ese gobierno le decimos: Puebla tampoco se vende. El gobierno del estado, cínica e hipócritamente, ha querido engañarnos con su dizque consulta para pasar una ley indígena en nuestra entidad con el propósito de deslegitimar los acuerdos de San Andrés, pero a nosotros los macehuales, hijos de este lugar, Chicomoztoc, lugar de las siete cuevas, nos encomendaron cuidar y hacer crecer la vida. Por eso los siete pasos de los siete pueblos queremos hacer con ustedes un solo paso, un solo sueño, un solo camino, y con eso, crear una nueva relación entre los pueblos y la sociedad. Un diálogo verdadero y no el diálogo entre la soberbia y el poder. Somos diversos, no adversos. Por eso queremos una casa grande, para todos, con mesas compartidas, no con mesas separadas. Entonces declaramos, Puebla para el pueblo, Puebla para los pueblos indios".
Siguió Rufina, de la Sierra Norte, quien describió la marginación de las mujeres y la expulsión que las comunidades indias de Puebla están sufriendo hacia los cinturones urbanos y hacia las maquiladoras que ya en el valle de Tehuacán, por ejemplo, suman más de mil 580. ''Quieren que abandonemos nuestros principios, que nos abandonemos para poder trabajar'', dijo, ''pero nosotros queremos seguir sembrando ajonjolí, chile, calabaza, jitomate, frijol y maíz, seguir buscando plantas para curarnos y practicar nuestra propia medicina, practicar la mano vuelta y compartir nuestro trabajo''. Exigió entonces el respeto y la valoración de las mujeres, ''porque nos hemos ganado el derecho a ser respetadas, y que nuestros derechos estén explícitos en las leyes; vivir sin violencia familiar, que se respete nuestra integridad de mujeres, decidir por nosotras cómo utilizar anticonceptivos, pero que sea nuestra propia decisión. No queremos ser obligadas a usarlos. Queremos permanecer en nuestros pueblos de origen''.
Al igual que los demás oradores terminó apoyando el cumplimiento de los acuerdos de San Andrés Larráinzar y declaró que se sumaban a la lucha y la marcha de la dignidad indígena.
Mateo Paches, de la Organización Independiente Totonaca, dijo: ''Que no nos engañen esos que dan las migajas del Progresa, el Procampo y el crédito a la palabra. Ese dinero es del pueblo, no del gobierno. Tenemos derecho a recibirlo, pero no por eso estamos comprados, como cree el gobierno''. Ya para terminar señaló: ''La lucha sigue hoy, mañana y toda la vida''.
Cándida Jiménez, en representación del CNI, invitó a todos a sumarse a la movilización y al tercer Congreso Nacional Indígena, y en un momento llamó a la gente a ''defender la memoria digna de los pueblos'' y a ''creernos, a crecernos, a soñarnos''.
Para ese momento, la plaza no sólo estaba llena sino que las varias calles aledañas también lo estaban. A cada intervención, el rumor de la multitud continuaba imparable. ''No están solos, no están solos'', coreaban hasta los muchos niños montados en los hombros de los papás, jóvenes casi todos; señoras, ancianas, comerciantes, estudiantes con mantas en inglés y en castellano. Una del sindicato de la Universidad Autónoma de Puebla, rezaba: ''Welcome to Puebla EZLN. We share your struggle against neoliberalism'', dirigida, según contaban, a la prensa internacional y a los internacionalistas presentes.
Y luego vino el turno de los zapatistas. Comenzó el comandante David. Como maestro de ceremonias, aclaró los motivos del viaje, la necesidad de exigir al Congreso el reconocimiento de la propuesta de Cocopa y la exigencia de las tres señales para retornar al diálogo. Su palabra no buscaba sino presentar a sus compañeros y agradecer a la sociedad poblana. Fue el comandante Tacho el siguiente en turno. ''Queremos decirles que la sociedad civil ha jugado un papel tan importante en la construcción del futuro, que nos admira. Nuestras pautas nos unen. El papel que ustedes juegan es imprescindible. Su palabra nos habló tan profundo que aquí estamos con ustedes''. Luego Zebedeo planteó otro tono: ''Queremos darles las gracias -dijo- por escuchar nuestra palabra, por haber abandonado por un rato sus trabajos, donde tanto los explota el explotador. Nosotros no queremos dividir al país. Nosotros no hemos vendido ni malbaratado sus riquezas, como sí lo han hecho quienes dicen que queremos balcanizarlo. El reconocimiento de los derechos de los pueblos indios en la Constitución nos necesita a todos. Titubear es ser farsante y mentiroso. Les hacemos un llamado para que se multipliquen. Que no se queden atados. Ya no permitiremos que los problemas indígenas los escondan en un archivo''.
Pese a la euforia, la gente fue paciente y esperó la palabra del subcomandante coreando cada tanto el ''Marcos, Marcos, Marcos''. Por fin habló. Y habló de la dignidad y dedicó su palabra ''a dos poblanos que la posibilitaron: Julieta Glockner y Francisco Cabrera Huerta''. Y dijo que la palabra que iba a invocar ''es palabra que requiere del tiempo y del viento. Es palabra que habla mañana, que habla más grande, que habla en común''. Y dignidad fue su palabra describiéndola como fruto de los distintos y distantes, ''una palabra que es puente, que habla el nosotros. Al otro en relación al nosotros''. E invocó para hacer el reconocimiento y el respeto al otro. ''Dignidad es puente, mirada, reconocimiento, respeto, mañana. Una casa que incluye al otro y a nosotros'', pero que ''no es es todavía, está por ser; es y está por hacer camino''. Y remató dándole el pésame a quienes no han querido ver toda la fuerza que tiene el movimiento por la dignidad indígena: ''Vivir sin dignidad es estar bien muerto''.
La noche y la multitud se diluyeron y al cierre de esta nota, las consignas en las calles aledañas seguían coreando para todo Puebla: ''No están solos, no están solos''.