MIERCOLES Ť 28 Ť FEBRERO Ť 2001

Ť La Federal Preventiva y agentes estatales se culpan mutuamente por la agresión

Excesos policiacos contra globalifóbicos en Cancún

Ť Hay 55 detenidos y 12 heridos; el jefe local de seguridad acepta que no hubo provocación

ROSA ELVIRA VARGAS Y DAVID SOSA ENVIADA Y CORRESPONSAL

Cancun, Q. Roo, 27 de febrero. Nunca medió intento alguno de disuasión o de convencimiento. Todo lo contrario, protegido por sus policías antimotines, Rubén Villegas, el jefe de la seguridad pública de Cancún, hacía rato provocaba, insultaba a los muchachos: "šVénganse, cabrones! šYa sabemos quiénes son!".

Y a las 15:45, con una sincronización precisa, centenares de uniformados rompieron sus propias vallas e iniciaron una persecución irrefrenable contra los globalifóbicos de diferentes grupos estudiantiles. Los golpeaban hasta la saciedad. Los derribaban y con sus botas reglamentarias, grupos de dos y tres uniformados, pateaban los cuerpos indefensos, inermes, de hombres y mujeres que apenas atinaban a cubrirse con sus brazos.

A 20 kilómetros de ahí, a la misma hora, más de un centenar de policías realizaba una operación similar contra una treintena de muchachos que habían buscado acercarse hasta la playa del hotel Westin Regina, donde sesionaba el Foro Económico Mundial. Cuando ante lo infructuoso de su intento se disponían a desandar el camino, unos 150 elementos uniformados los rodearon y arremetieron contra todos. Los tupieron a macanzos, les destrozaron y hasta quitaron las ropas, y cargaron con ellos hacia los vehículos policiacos.

Recuento de agravios y pérdidas

El saldo de una represión de la que los cancunenses no guardan un registro anterior era, al cierre de esta edición, 55 detenidos, una docena de heridos y entre tres o cuatro desaparecidos, aunque no se sabe si en realidad se trata de una confusión entre el registro levantado por los jóvenes y las listas entregadas por las autoridades.

Los afectados que no cayeron presos intentaban apenas anoche el recuento de sus agravios, pérdidas y lesiones. Unicamente sabían que las autoridades municipales del orden les acusan de "faltas a la moral''.

Apenas pasada la agresión, el alto mando de la Policía Federal Preventiva se encargó, por todos los medios, de asegurar que esa corporación "no tuvo ningún contacto físico con los manifestantes''. Cada cual tendrá que asumir sus responsabilidades, declaró el coordinador nacional de las fuerzas federales de apoyo de la corporación, general Francisco Arellano Noblecía. "Puedo asegurar, dijo, que los golpeados lo fueron por elementos de la policía municipal, y es probable que hayan participado de la estatal''.

Sin embargo, resultó evidente para todos los que desde hacía tres horas se encontraban en el inicio del bulevar Kukulcán, y limitados por el retén policiaco, que el primer movimiento provino de elementos de la Federal Preventiva, y que inmediatamente detrás de ellos, los elementos policiacos del estado iniciaron su febril persecución contra todos los que ahí estaban.

La operación partió de aquellos que cerraban el carril de sur a norte, desde el área de playas, con dirección al centro de la ciudad. El propio general Arellano dijo en entrevista radiofónica que las tropas a su mando, "una pequeña unidad'', realizaron un despliegue "debido a que la cuestión de la marcha y la presencia de las fuerzas de seguridad pública habían hecho un bloqueo, un verdadero estacionamiento de cerca de cinco kilómetros de globalifobicos-2 automóviles procedentes de la zona hotelera hacia la ciudad''.

Dijo que la orden para el coronel que comandaba sus fuerzas fue de que desbloqueara el carril de la derecha, "pero no todo completo, solamente en el que se permitiera el paso para aliviar ese tremendo bloqueo''.

Lo único cierto es que nadie se acercó previamente a hablar con los jóvenes para notificarles de esa determinación de la PFP, y que en el momento mismo en que los federales abrieron la valla metálica inició la acción de las fuerzas locales. Mientras se iniciaba la persecución, aquellos policías que resguardaban el otro carril golpeaban sus escudos con sus toletes, animaban con gritos a sus compañeros. Luego vino la hora para ellos.

A una voz, este segundo contingente se lanzó también a golpear a todos los que encontraban a su paso. El ancho camellón de la avenida resultaba idóneo para sus fines. Sus compañeros policías ya se ensañaban contra los que iban en la delantera, y estos últimos tundían a los rezagados, sobre todo mujeres. Como trofeos de guerra fueron traídos de vuelta hasta las vallas metálicas los estudiantes detenidos. Ensangrentados y todavía recibiendo golpes, puntapiés e insultos, eran arrastrados por cuatro o cinco uniformados, quienes los arrojaron al pasto, los esposaron y, puestos boca abajo, seguían tundiéndolos.

Ahí se vería que la sentencia, el envalentonamiento del jefe policiaco Villegas, cuando los retaba desde detrás de la valla, tenía una razón: casi todos los detenidos eran aquellos que más se habían destacado por su activismo, por la virulencia de sus consignas, por su osadía de encuerarse ahí, frente a ellos.

Ellos -Santiago, Jorge, Arnaldo, el nombre es lo de menos- pasaban molidos, arrastrando los pies, con los ojos cerrados por los golpes, los lentes y la cabeza rotos. Pero no fueron los únicos. Metros más adelante, estudiantes a quienes sólo la constatación de su mal estado hizo que la policía dejara de agredirlos eran auxiliados, muchos minutos después y tras casi implorarles la asistencia, por paramédicos de la Cruz Roja.

Como la operación ocurrió precisamente a la hora en que en los hoteles de la avenida Kukulcán cambian al segundo turno -y que al parecer fue uno de los elementos detonadores de la golpiza, pues los empresarios se habían quejado de que no podían llegar sus empleados, amén de que la actividad turística estaba suspendida- en el lugar se encontraban varias decenas de trabajadores de hotelería quienes, impedidos de pasar contemplaban la inusual escena de ver en Cancún una protesta de tales características.

A 20 kilómetros de ahí, en la playa del hotel Hilton -a unos seis kilómetros del Westin Regina- otros jóvenes vivían su propia experiencia con la represión. Los policías que los rodeaban -de civil unos, otros de uniforme estatal- les acusaban de faltas a la moral. Aquellos, todavía divertidos e incrédulos, les decían que era absurdo, sobre todo porque a su alrededor se doraban los cuerpos de miles de turistas, no pocas en top-less.

No importó. Empezó la golpiza, y en uno de esos lances, a uno de los chavos le quitaron el short. Quedó en cueros. Con sonrisa triunfante, un agente se volteó hacia los fotógrafos: "ven, estas son faltas a la moral''. Y con todos, a la julia, ahí nadie se escapó.

El general Arellano Noblecía contaba en radio, como elemento para demostrar las "intenciones'' de los estudiantes, algo que todo el que quiso pudo ver a lo largo de globalifobicos-3 tres días: que quienes militan en las coordinadoras F-26 y Desobediencia Civil traían desde México cámaras de llantas de tráiler para hacer con ellos una suerte de escudos. También, que muchos se ataviaron con aperos de futbol americano, cascos de mineros, corsets de yeso para cubrir el torso de las muchachas, algunas máscaras antigases, y que en la marcha muchos usaban monos blancos.

Muchos pudieron percatarse que otro grupo -más radicales y con profundas diferencias políticas con los anteriores- básicamente portaban pancartas y se manifestaban embozados. Estos, quienes siempre estuvieron dispuestos a la confrontación, apenas lanzaron, horas antes, alguna piedra y muchas consignas. Y permanecían, en el momento de la golpiza, sentados en la carpeta asfáltica, pues sus líderes sesionaban en improvisada asamblea.

En tanto, los de F-26, con tantas horas bajo el sol, se habían despojado de sus disfraces, gritaban consignas y en realidad hacían tiempo también planeando alguna nueva acción. Nadie, pues, provocaba en ese momento a la policía, y lo admitió así el propio general Arellano: "ellos siempre se manejaron dentro del área de Las Palapas donde pernoctaron en una especie de campamento... Salieron directo a la marcha. Llegaron casi frente a las fuerzas de seguridad pública (y) podía observarse que no había una actitud hostil''.

Villegas responsabilizó de las acciones a la Federal Preventiva. Más que interrogado, increpado por los periodistas -a varios de los cuales les tocaron macanazos- el jefe policiaco se deslindaba, y hasta decía que sus elementos habían sido agredidos. Ninguno tenía un rasguño.

Este policía, que llegó a Cancún hace ocho meses, recomendado por el anterior director de la Federal Preventiva, Wilfredo Robledo Madrid -primo del ex gobernador prófugo Mario Villanueva-, y quien desde el arribo de los globalifóbicos los detuvo, revisó, hostilizó, vigiló, etcétera, fue luego ampliamente defendido por la alcaldesa Magaly Achach, diciendo que se encontraba bajo las instrucciones del Estado Mayor Presidencial. Y reclamó a los estudiantes: "cuando uno se mete a esto, sabe qué puede pasarle''.

Hasta la redacción de esta nota, sólo un estudiante - de Cancún, perteneciente a una universidad privada- había sido liberado. Los demás seguían en el chantaje de las autoridades municipales de quedar en libertad, "y sin multa'', si se inmediato se van de Cancún. Casi todos los lesionados fueron dados de alta, mientras que los organizadores del Foro Social Alternativo exigen: "alguien tiene que pagar por este ataque; alguien permitió u ordenó la agresión''.