MIERCOLES Ť 28 Ť FEBRERO Ť 2001
Ť Solicitarán ingresar a la unión de Rusia y Bielorrusia
Retornan los comunistas al poder en Moldava luego de arrollador triunfo
JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL
Moscu, 27 de febrero. Tras 10 años de vida independiente, la pequeña República de Moldova, la antigua Moldavia, se convierte en el primer país del espacio postsoviético donde el Partido Comunista (PC), al obtener un arrollador triunfo en las elecciones legislativas del pasado domingo, retorna al poder.
Bajo la bandera de "acabar con las reformas contra el pueblo", convertir el ruso en segundo idioma oficial y solicitar el ingreso de Moldova a la unión entre Rusia y Bielorrusia, el PC sacó poco más de la mitad de los votos, lo que se traducirá en 71 escaños del Parlamento, sobre un total de 101.
De tal modo, según el sistema parlamentario de Moldova, la única ex república so-viética que renunció al sistema presidencialista, el PC podrá integrar gobierno y decidir por sí mismo cualquier cuestión de Estado, incluida la elección del próximo presidente por los diputados y eventuales cambios en su Constitución. Para formar gobierno, el partido ganador necesitaría el apoyo de 52 diputados y para elegir presidente o modificar la Constitución la aprobación de tres quintos de la Cámara, 61 legisladores.
La coalición del todavía primer ministro Dumitru Braghis, la centrista Alianza De-mocrática, obtuvo sólo 13 por ciento del voto y el Partido Demócrata Cristiano, que propugna la unificación con Rumania, apenas 8 por ciento. Los otros 14 partidos participantes no lograron rebasar el mínimo.
En medio de una profunda crisis política, arrastrada desde julio de 2000, el presidente Petru Lucinschi, que concluyó su mandato el 15 de enero pasado, convocó a estos comicios legislativos anticipados a recomendación de la Corte Constitucional.
Ello después de que los diputados nacionalistas y centristas bloquearon en cuatro ocasiones al candidato de la entonces fracción mayoritaria, el comunista Vladimir Vo-ronin, como nuevo mandatario.
Según reveló Voronin, ni él mismo pensaba conseguir un triunfo tan contundente, pues sus estimaciones más optimistas se si-tuaban en torno a no más de 40 por ciento de los votos, cifra que su partido obtuvo en las anteriores legislativas de 1998.
Es de suponer que Lucinschi fue el mayor sorprendido ya que esperaba de los comicios una correlación de fuerzas similar a la del anterior Parlamento, lo que algunos analistas consideran una fallida estrategia para permanecer al frente del país ante un pretendido círculo vicioso, que por fin se rompió.
Ahora Voronin sopesa la posibilidad de ceder a otro dirigente comunista la presidencia de la república, cargo nominal y que sólo recobra cierta importancia con un Parlamento inoperante, para ocupar la presidencia de la Cámara, desde donde podrá influir más en la toma de decisiones.
El propio Voronin dijo: "No sé si ser el presidente del país más pobre de Europa es un éxito o una desgracia".
Consciente del riesgo de defraudar las ex-pectativas de una población cuyo ingreso mensual promedio no supera los 300 pesos, no es extraño que el virtual líder de Moldova ponga la mirada en el Kremlin.
Con el triunfo comunista en Moldova y frente a la expansión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) hacia el este, Rusia obtiene un aliado situado más hacia el oeste, entre Rumania y Ucrania, que reconoce su liderazgo. A cambio, la ayuda económica para sacar a Moldova del atolladero no representa mayor problema: la población moldava, finalmente, no llega ni a la mitad de los habitantes de Moscú.
El problema es político, en la medida en que la aparición de un gobierno comunista en la zona, sumado al régimen autoritario del otro aliado incondicional, Bielorrusia, puede complicar las ya de por sí tensas relaciones de Rusia con Estados Unidos, que encuentra un nuevo pretexto para abrir las puertas de la OTAN a nuevos miembros.
Tampoco es claro de qué modo incidirá el acercamiento de Moldova a Rusia tanto en el sector nacionalista, que cree que la solución está en unirse con Rumania, como en los ánimos separatistas del enclave ruso en territorio moldavo, la autoproclamada re-pública del Transdniéster.
Para prevenir sobresaltos, Voronin prometió a unos mantener un sistema pluripartidista y no instaurar un régimen soviético, y a los otros concederles "la mayor autonomía posible, en los límites previos al conflicto de 1992 (sin dejar de ser parte de Moldova)", cuando el enclave se alzó en armas para reclamar su independencia.
Sin restar méritos al triunfo comunista en Moldova, hecho inédito y cargado de simbolismo, conviene ubicarlo en su justa di-mensión: no es, como proclaman los líderes del PC ruso, señal inequívoca de que aquí pronto pasará lo mismo. Son contextos --y también partidos-- muy distintos.