MIERCOLES Ť 28 Ť FEBRERO Ť 2001
Ť El autor de La gota de agua recibió de manos del titular del INBA el Xavier Villaurrutia
Mi gratitud para Leñero expresa la fidelidad, hasta la muerte: Scherer
Ť Se reconoce a una de las obras más originales de la literatura mexicana, dijo Ignacio Solares
Ť ''Los premios llegan, si es que llegan, como canastas de flores'', señaló el galardonado
CESAR GÜEMES
Hasta la muerte, fue la promesa de Vicente Leñero a la amistad por Julio Scherer.
Hasta la muerte, fue la respuesta de Julio Scherer a la amistad por Vicente Leñero.
No estuvieron juntos, acaso, más que para una brevísima sesión de fotografías. Leñero estuvo en el escenario a fin de recibir, de manos de Ignacio Toscano, titular del Instituto Nacional de Bellas Artes, el Premio Xavier Villaurrutia. Scherer se encontraba entre el público que acudió a la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, la noche de este martes, para acompañar al galardonado.
Pasión por la literatura
Uno de los puntos centrales entre las personas que acompañaron en el podio al escritor y periodista fue si el reconocimiento llegaba tarde o a tiempo. Hubo posiciones distintas, ciertamente. Leñero conciliaría al leer su texto de recepción.
Antes, la promotora del galardón, Alicia Zendejas, primera en tomar la palabra en el acto, dejó dicho: ''Tal vez alguien, alguno de ustedes, comparta conmigo la impresión de que si la poesía no hace milagros sí es lo más cercano a éstos: la de Villaurrutia".
Un milagro laico, en todo caso, y un recinto lleno por el gusto de ''reconocer a un maestro", como dijo enseguida Alberto Ruy Sánchez, miembro del jurado: ''Teníamos que dárselo a Vicente. Era una obligación de muchos tipos, empezando por ser literaria, de ninguna otra manera se puede entender". Y el inicio de una amistosa polémica: ''No me extraña que Vicente piense que es tarde, que es un premio casi de consolación. Quiero decirle que no es cierto, que cuando nos reunimos los integrantes del jurado y cada quien podía pensar en distintos candidatos, el único que era absolutamente unánime era él. En ningún momento se pensó que fuera tarde".
La sustancia detrás de la estructura que el escritor ha ofrecido en sus textos, fue desentrañada en la semblanza que hizo Ignacio Solares: ''Vicente Leñero estudió con religiosos lasallistas, más tarde siguió la carrera de ingeniero civil en la UNAM y la de periodismo en la Escuela Carlos Septién García, circunstancias, todas éstas, que habrían de marcar su vocación tanto en la forma como en el fondo, tanto en los temas elegidos, como en las estructuras impecables con las que ha construido sus trabajos. Leñero ha permanecido fiel al estudiante que fue, pero sólo desde y a partir de la ocasión que lo ha marcado, porque la literatura es una pasión y toda pasión es excluyente".
Leyendo y sin buscar el debate, Solares contribuyó a la polémica al afirmar que el premio le llega al autor de La gota de agua ''con muchos, muchísimos años de retraso", y que se le otorga, ''a una de las obras más originales de la literatura mexicana y siendo como es, un premio de escritores para escritores, a uno de nuestros maestros indiscutibles. Para mí lo ha sido de forma invaluable".
Reflejo de la inteligencia
Presidente de la Asociación Alfonsina Internacional, poeta, Alí Chumacero, apuntó que el premio actual queda ''en manos de un escritor que hace de la palabra el reflejo de su inteligencia y a la vez recoge del ámbito social los elementos indispensables sin los cuales sería imposible la expresión literaria a fin de concebir esa nueva realidad que constituye la obra artística".
Después hablaría Leñero, pero antes la constancia de dos hechos. Uno: el premio es a su obra y en particular a la antología La inocencia de este mundo, publicada por la UNAM y compilada por Alberto Paredes y Alejandro Toledo. Dos: tres minutos de aplausos de pie fueron los que le brindó el público al periodista y escritor. El primero a su entrada a la sala, el segundo cuando Toscano le hizo entrega del discreto documento que lo acredita como galardonado y el tercero luego de que tomara la palabra, al final de la lista, para agradecer el reconocimiento y, también con un texto leído, para apaciguar la sencilla polémica: ''Nadie escribe para alcanzar fama, para ganar premios. Los premios llegan, si es que llegan, tiempo después, como canastas de flores, como recortes de periódicos viejos, como un pañuelo de lágrimas caído de un balcón en el Madrid de los años cincuenta. Se escribe porque se escribe, algunos para que los quieran, dice García Márquez, pero muchos no son queridos aunque escriban y muchos más son queridos a pesar de lo que escriben. No importa: se escribe para tratar de aproximarse a lo que uno quisiera escribir".
La lista de apoyos para su trabajo inició con su esposa, Estela, y terminó con Julio Scherer, a quien definiría como ''hermano desde entonces y hasta la muerte". Y el cierre, con un matiz varonil de emoción: ''Gracias amigos y colegas del jurado, gracias a los que están aquí, acompañándome, gracias hoy y siempre, Estela".
Después, la calma que precede a la enmarañada tormenta del brindis riguroso, pero antes, la respuesta del amigo, que ya se dirigía hacia la salida:
-ƑDaría una línea sobre Vicente Leñero para La Jornada?
-Con mucho gusto. ƑAquí y ahorita o al rato?
-Ahora, don Julio.
-Mire, Vicente me es entrañable. No entendería mi vida sin su amistad. Vicente me devolvió la inteligencia extraviada y gracias a eso pude recobrar la confianza en mí mismo. De lo que tengo, mucho tiene que ver Vicente. Mi gratitud para él la expresa una fidelidad de hermano. Como él lo dijo respecto de mí, yo lo digo respecto de él: hasta la muerte.