MIERCOLES Ť 28 Ť FEBRERO Ť 2001

PURASANGRE

Ť cesar güemes

 

El silencio del doctor Lecter


1. LO MAS grave de Hannibal no es que lecterel ex mítico director Ridley Scott cayera en desgracia desde Gladiador, sino que haya destrozado en la pantalla la imagen del doctor Lecter, que con fuerza guardaba el espectador luego de aquel prodigio titulado El silencio de los inocentes.

2. LA DEBACLE, sin embargo, se veía venir. Y hasta es explicable. Luego de diez años de que Thomas Harris diera a la luz su Silence of the lambs, secuela de Dragón rojo, donde debuta Lecter en la literatura del crimen, se enfrenta a lo imposible: darle sobrevida a un ser que de suyo requería pertenecer más a la nostalgia que a las terceras partes. Con todo, la novela Hannibal se deja leer y hasta alcanza a reflejar un poco de la elegancia del magnífico y entrañable sicópata Hannibal Lecter. Pero nada más.

3. LA MONSTRUOSIDAD es el producto visual que ahora atesta las salas nacionales. Pero se entiende, no es gratuita. La sietemesina producción ya no tiene ni una de las posibilidades creativas que Scott demostró en el 82 con Blade Runner. Su última cinta decorosa la hizo en 1989, Lluvia negra, y a partir de ahí la caída fue estrepitosa, Thelma & Louise (Un final inesperado) y 1492, la conquista del paraíso, son ejemplos claros de que era momento del retiro.

4. AUNQUE HAY misterios por resolver. Veamos: si la novela era mediana, Ƒqué diantres hizo con ella uno de sus guionistas, Steven Zaillian, que en su carrera tiene piezas brillantes como La lista de Schindler o Despertares? Se entiende que David Mamet, también guionista, acabara de regarla, después de sus fallidos trabajos en Búfalo americano o la gelatina de grosella No somos ángeles. Pero en la fotografía, Ƒdónde quedó el John Mathieson de la excelente serie El ansia (de David Bowie)? Pues embarrado en Gladiador, de la cual es visualmente irresponsable.

5. LA MALDAD que atemoriza no es la violencia física: Lecter valía por su pensamiento y su discurso, dulcemente envenenados. Gracias por hacernos despreciar los mitos que veneramos, incluido usted, señor Scott.