viernes Ť 2 Ť marzo Ť 2001
Horacio Labastida
Ciencia política y marcha zapatista
Tanto los resultados de la revolución inglesa en la segunda mitad del siglo XVII cuanto los de la francesa, iniciada en 1789, sin descontar por supuesto lo registrado en Norteamérica entre 1776 y 1787, épocas unas y otras del acunamiento de la democracia moderna, fueron motivo de turbadoras sorpresas. Las masas que siguieron a Oliver Cromwell (1599-1658) y su inesperada república, y las que indujeron el éxito de Guillermo de Orange (1650-1702), coronado en la abadía de Westminster hacia 1689, año en que concedió el Bill of Rigts, así como los exaltados grupos que echaron abajo La Bastilla y aprobaron la Constitución de 1793 durante la Convención francesa (1792-1795), sufrieron un terrible choque al comprobar que la democracia por la que batallaron durante largo tiempo no era el gobierno del pueblo proclamado en la bandera revolucionaria de libertad-igualdad-fraternidad, y sí, al contrario, el gobierno de una elite burguesa maquillada de democracia con el disfraz del engaño electoral. Los triunfadores en Inglaterra fueron nuevos empresarios hábilmente armonizados con la vieja aristocracia en el montaje de un parlamento de lores y comunes que evitó contiendas semejantes a las de finales del siglo XVIII. Por su lado, el federalismo presidencialista estadunidense elevó a significativos hombres de negocios hasta la cúspide del poder. La caída de Napoleón I en Waterloo abrió las puertas del país a minorías clasistas que aprovecharon los terremotos sociales para afianzar sus intereses económicos por la vía de la mediación política.
Los siguientes 100 años, contados desde el eclipse de El Corzo (1815) hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial (1914), contemplaron la sustitución de las relaciones de producción feudales y monárquicas por el capitalismo triunfante, y junto a éste la caída del sistema Metternich, sus inestables inducciones entrelazadas con la creciente influencia de la revolución industrial en Europa y Estados Unidos, hechos que lentamente cimentaron, ya en el siglo XX, la eclosión del capitalismo competitivo en distintas naciones de occidente, y luego la acumulación y concentración de la riqueza en las empresas trasnacionales del presente, sus estrategias globalistas y la ideología neoliberal que irresponsablemente aplauden los presidentes latinoamericanos, con la excepción de Cuba.
El anterior epítome histórico tiene el propósito de mostrar el engaño de los pueblos modernos y contemporáneos. ƑA qué engaño nos referimos? Al falaz convencimiento de que la cosa pública está moldeada conforme a la voluntad de las mayorías ciudadanas, cuando la realidad es muy distinta. Lo cierto es que la República es operada en beneficio de castas acaudaladas y en perjuicio de la generalidad de las familias, por autoridades personeras de esas castas en el funcionamiento de los aparatos del Estado. De esta manera se garantiza el dominio de los señores del dinero sobre el resto de la comunidad de obreros, campesinos y clases medias. Ahora viene la pregunta más ardiente, Ƒcómo evitar la actual mentira democrática para instaurar una democracia verdadera?
La respuesta ha cristalizado con distintos matices y colores desde que se advirtieron los efectos concretos del cambio del antiguo régimen al nuevo régimen. Purgar la mentira y hacer posible la verdad implica una toma de conciencia política por parte del pueblo, o sea el exacto conocimiento de las causas de la opresión, la injusticia social y la explotación de los más por los menos. Sólo con el conocimiento de las leyes que determinan el dominio de la clase dominante, será posible introducir cambios que alienten la edificación de un Estado en el que las demandas del pueblo se transformen en decisiones y actos del poder público. ƑAcaso no es maravilloso lo que está ocurriendo ahora? La marcha del EZLN desde Chiapas a la capital de la República, exigiendo democracia, libertad y justicia para las comunidades indígenas, poco a poco se ha cambiado por una marcha de la población mexicana, para exigir democracia, libertad y justicia como el más puro sentimiento de la nación, en la medida en que los mexicanos van asumiendo los deberes que les impone la creciente conciencia de igualdad y fraternidad en el goce de los bienes materiales y culturales que se les han arrebatado durante toda su existencia, minorías locales y extranjeras prósperas y los gobiernos que la sirven. ƑSerá verdad que el porvenir es nuestro?