viernes Ť 2 Ť marzo Ť 2001

Jorge Camil

La marcha

El régimen anterior sepultó al EZLN; tendió su impresionante cerco militar y erigió un muro de silencio para tapar el sol con un dedo, para tratar de ocultar una rebelión provocada por la miseria y la marginación; había cosas que hacer: la economía, la restructuración de la banca, los nuevos tratados comerciales; disculpe las molestias que le ocasiona esta obra; por ahora no podemos atenderle. Optaron por la marginación sexenal en una comunidad donde la paciencia tiene rasgos milenarios. Una especie de trompa l'oeil: ahora los ves, ahora no los ves. Pero ahí están: estoicos, inmutables, heroicos, milenarios, miserables, acusatorios. Ahí están, con unos ojos penetrantes que calcinan más que un índice de fuego. "Todo para todos; nada para nosotros". Una frase que debería avergonzar a todos los mexicanos y que, como el problema de la inseguridad, es una prueba fehaciente del fracaso de todos los gobiernos anteriores. Dar de comer al hambriento y dar de beber al sediento no son únicamente sugerencias evangélicas: son el postulado sobre el cual descansan el fundamento filosófico y la justicia social de la autoridad política.

Ahora, más que nunca, cuando estamos reinventando el poder, debemos actuar con cautela y leer entre líneas. šNo podemos equivocarnos! Vicente Fox derribó el muro del silencio apoyado en la legitimación popular del 2 de julio. No arrastra los intereses creados de los gobiernos revolucionarios ni la ignominia del 68 ni la infamia de Acteal. "A mí nadie me ha declarado la guerra", afirmó con la ingenuidad de quien desconoce (o pretende desconocer) la continuidad jurídica del Estado mexicano y la astucia mediática del político que aprovecha la ocasión para machacar el borrón y cuenta nueva. Hoy, como ayer, la historia se sigue dividiendo en antes y después de Vicente Fox. Arriesga el todo por el todo. "La Presidencia por la marcha", ofreció en un lance inusitado el hombre que pretende cumplir a toda costa su promesa de campaña. Cualquier otro propósito para el insólito ofrecimiento presidencial resultaría difícil de entender: Ƒjugar volados con la muerte? ƑMedir fuerzas con el subcomandante? Está dispuesto a perder todo su capital político en un acto que pudiese sellar para siempre la suerte de la frágil democracia mexicana y lanzarnos de regreso a la edad de piedra.

Atrás del discurso democrático (no hay gobierno que coma lumbre) es obvio que los estrategas del Presidente descansan en la creencia de que finalmente han encauzado al EZLN por un camino que no tiene regreso; Marcos, fuera de su entorno legendario, habría quemado sus naves; un Marcos de carne y hueso, vitoreado en el Paseo de la Reforma, estaría más atrapado que el hombre que acaba de romper el cerco militar para entrar de lleno a la montaña rusa de la política nacional. ƑRegresar con las manos vacías a la selva Lacandona después de la apoteosis y con el sabor de la victoria de la marcha triunfal? ƑDespués de las flores y fiestas y los millones de "firmas inocentes" por la paz, y de la paz de mentirillas de las televisoras: después del Chiapatón? ƑSe atrevería a reanudar hostilidades después de los "brazos abiertos y la mano tendida" de Santiago Creel? Un Marcos frente al Congreso de la Unión (deben especular) estaría obligado a ofrecer la paz, nobleza obliga, al pueblo de México.

Es un hecho que la caravana zapatista implica riesgos de seguridad para el EZLN: atentados, actos de provocación y la oportunidad de esgrimir justificaciones basadas en supuestos argumentos de seguridad nacional. Pero esconde, también, graves riesgos políticos. La contraparte ha dejado de ser un Presidente que encarna el todo mexicano (y al que se le pueden achacar todos los fracasos). Fox no es el PRI, y eso lo protege de la crítica internacional. Ahora existen otros actores de igual importancia: un Congreso plural, los partidos políticos (incluyendo al partido en el poder que se rehúsa a mirar la realidad con la óptica presidencial), los ubicuos empresarios y una vigorosa sociedad civil: más fuerte e independiente que nunca, mejor informada y más consciente de la realidad nacional. No es un hecho casual que el Día de la Bandera el secretario de Gobernación haya decidido guardar una prudente distancia con el posible, aunque poco probable, fracaso político de la marcha zapatista; el gobierno es una "responsabilidad compartida entre poderes y partidos", afirmó cauteloso. De cualquier manera, la suerte está echada.