VIERNES Ť 2 Ť MARZO Ť 2001
Ť José Cueli
Narcisismo y genoma humano
El hallazgo del mapa del genoma sigue y seguirá dando mucho que pensar. En realidad toca nuestro narcisismo por diferentes flancos, pues si bien nos otorga una sensación de conquista, también nos confronta con nuestra pequeñez. Suponíamos tener cerca de 100 mil genes y no es así, ya que el mapeo describe tan sólo unos 30 mil lo cual nos coloca muy cerca del ratón y de la mosca. Pareciera que tal hallazgo representa, en alguna forma, la cuarta gran herida narcisista que ha sufrido la humanidad. La primera fue asestada por Copérnico cuando sentenció que no éramos el centro del universo. La segunda corrió a cargo de Darwin al anunciar que no somos más que un eslabón en la cadena de la evolución biológica. La tercera la produjo Freud, con el descubrimiento del inconsciente, al decirnos que ''no somos dueños de nuestra propia casa", son fuerzas ocultas y enigmáticas las que rigen nuestros actos.
Algo que resulta esencial destacar es el hecho de que nuestra diferencia como especie no está en los genes, sino en la interacción entre los mismos, en la complejidad de las redes de intercambio. Hace ya tiempo, como destaca Manuel Castells, Fritjof Capra, un físico fundamental de la teoría de la complejidad, planteó la hipótesis, según Castells, de que la teoría genética actual era un camelo mecanicista. Los genes sólo funcionan supeditados al cuándo y cómo se relacionan con otros. Son las redes que, mediante su interacción con el medio y en el tiempo han ido generando la vida mediante propiedades emergentes expresadas en la materia. Tal aseveración demuestra que tenemos un inventario genético más bien limitado e implica asimilar que nuestra naturaleza biológica de pende de interacciones internas y éstas, en extrema correlación con el medio ambiente. Es decir, nuestra forma de vida (condicionada en alto grado por la historia personal) determina lo que somos y lo que puede ser expresado en nuestra biología.
Adquiere vigencia, como mencioné, el concepto de ''series complementarias'' de Freud. Tan reñidas como han estado las ciencias ''duras" con el psicoanálisis argumentando su poca demostrabilidad, su empirismo y su falta de verticalidad, al grado de intentar seguir colocándolo casi, como dijo Freud, en calidad de ''hijo indigente de la medicina", hoy por hoy parece tener todavía mucho que decir sobre todo en cuanto a lo enigmático de la naturaleza humana y en torno de la importancia de lo psíquico y lo autobiográfico en la expresión o no de lo biológico.
Cabe aquí mencionar un texto fundamental de Freud, escrito en 1895, El proyecto de una psicología para neurólogos que resulta en verdad, a pesar de opiniones muy superficiales, el texto fundante del psicoanálisis y cuya riqueza conceptual no ha sido agotada debido a su gran complejidad. En dicho texto Freud hace una magistral descripción del funcionamiento del aparato psíquico utilizando un montaje sobre una metáfora del funcionamiento neurológico. Freud adopta la alternativa de un doble sistema de neuronas: neuronas de percepción y de memoria y un tercer tipo que correspondería a la conciencia.
Dichas neuronas equivaldrían a las representaciones mentales y la cantidad circulante de energía entre ellas correspondería al afecto. Si las unimos nos encontramos en presencia de sistemas neuronales, encadenamiento de bifurcaciones neuronales sucesivas, que resultan ser sistemas de memoria pero en los cuales nada cualitativo se inscribe.
Las inscripciones en dicho sistema corresponden a fijaciones temporales que hablan de una génesis. En tal sistema se producen huellas, facilitaciones entre huellas y fuerzas de facilitación. Freud dijo, entonces, que no hay facilitación sin diferencia ni diferencia sin huella. Para él, el movimiento de la huella (en el aparato psíquico) es descrito como esfuerzo de la vida que se protege a sí misma. Vemos cómo el movimiento de las huellas y las representaciones dan paso a nuevas significaciones.
Llama nuestra atención, entonces, la similitud con el funcionamiento de las redes de genes que condicionarían, con la influencia del medio, diferentes grados de expresividad en el tiempo y el espacio. Por tanto, parece que una disciplina (el psicoanálisis freudiano) tan vilipendiada por la ciencia, transitaba hace cien años por caminos que hoy la ciencia encuentra verosímiles, novedosos y acertados.