Ť De ángel a vampiresa, interpretó sus éxitos y tocó el acordeón
Julieta Venegas, por el puro placer del canto
JORGE CABALLERO
La noche lluviosa del viernes, casi mañana de sábado, Julieta Venegas presentó un solvente y emotivo concierto en el Hard Rock. Evidentemente complacida con un público en edad de formación ?o sea adolescentes? que colmó el lugar; la Chuletita tomó alturas cosiderales conforme avanzó el concierto de una hora y cuarto. Tocó el acordeón, los teclados y cantó como nunca se le había oído, no en estas tierras.
La aparente imagen de indefensión de Venegas se borró cuando atacó el escenario con singular alegría con la rola de apartura Enero y abril; se veía potente/fuerte; su pinta de vampiresa cambió para encarnar a un menudito y pequeño ángel travieso cuando entonó Amores perros, me van a matar; por último cambió su pétreo/adusto/hosco rostro por gestos lascivos y coquetos en Casa abandonada.
El público no perdió detalle del desarrollo del concierto; algunas parejas se dieron sus besitos al escuchar Cómo sé; férreos abrazos, con Sería feliz, y hasta una pareja discutió cuando el macho le gritó a Julieta un piropo que le salió del corazón: "¡Mamacita!", al momento en que la cantante entonó Andamos huyendo, lo que puso furibunda a la chica que lo acompañaba; el asunto se arregló con la frase: "Te traje para que cotorreáramos juntos, ¡no me hagas estas cosas!".
En el concierto de Julieta se presenció algo sorprendente. No existió la parafernalia ni la madurez musical pendenciera, tampoco la actitud buenaondita complaciente/inverosímil, sino la energía/frescura de una chica que canta con el objetivo de pasársela bien y compartir. Y algo presentado de esa manera, algo tan natural, tan neto, tan así necesariamente/irreductiblemente debió ser bueno.
Al final las canciones de Chuletita dejaron con un buen sabor de boca, que se permeó en todo el cuerpo por la lluvia, la lluvia, la lluvia.