LUNES Ť 5 Ť MARZO Ť 2001

José Cueli

Pa'cartelito

Cates, jaco y rodeo y a joderse con el cartelito. En la plaza solo crónicos, algunos "cabales" y la familia de los toreros. En la tarde soleada pero fría, la fiesta brava iba llorando su agonía. Voz de nadie en la última corrida de la temporada formal. El toreo que se nos va, sin darnos cuenta, quedando sólo su caricatura.

Porque en el toreo no hay más que una emoción viva y verdadera; la estética.

Un torero no vale solamente por su escuela o por la falta de ella, sino quizá únicamente por su estilo. Por su decir propio, por su manera de narrar su vida con su capote o muleta sobre el morrillo del toro y sus pitones.

El único valor torero es el estilo y el estilo no es el torero, sino el toreo, el que no aparece en estos tiempos más que de milagro. No aparece un chaval mexicano con su decir propio. Los que circulan en la actualidad son un ejército robotizado que dispara derechazos desligados, descargando la suerte, fuera de cacho, sin posibilidad de diferenciación. Lo mismo cortando orejas como ayer Alfredo Lomelí a un espléndido toro de Malpaso que sin cortarlas Flores y Espinoza.

Pues como dice el poeta torero José Bergamín de aquél personaje de Lope: "hay hombres de tal donaire, que tienen alma en el aire en cualquier movimiento". Definiendo la figura humana con figuración torera, afirmándola, siguiendo el dictamen del aire que lo dibuja, lo define por el aire, por el alma, por el tiempo, en su movimiento en el espacio visible del torero, cuando se tiene alma en el aire en cualquier movimiento. Los toreros que no tienen estilo, son sólo expresión torpe, remedo torero que ni siquiera acaricia nuestros sentidos.

Al aparecer el decir propio surge la emoción, la caída en lo mágico que de un golpe trasciende, y es intuición de lo inefable, lo fantasmático. Decir efímero que se va y es inatrapable y le da su grandeza al torero, dejando huellas que ahí quedan y se vuelven presentes. Máxime cuando salen toros bien presentados, como los de Malpaso, sin exageración, algunos bravos con los caballos y que lamentablemente resultaron débiles, lo dicho, el toreo es estilo.