miércoles Ť 7 Ť marzo Ť 2001
José Steinsleger
Ellas también son mujeres
Son madres siendo niñas y abuelas siendo madres. Rara vez se las trata como personas, casi nunca como mujeres. Si pudiesen hacer ruido por sus derechos, o llevasen pasamontañas para ser vistas, se necesitarían diez estadios como el Azteca para oír al millón de mujeres indígenas que sobreviven en esta megalópolis.
En la ciudad de México, las mujeres indígenas viven con sus hombres la rutina de la guerra cotidiana: no saben qué son los derechos humanos (73 por ciento), adónde acudir en caso de una violación (75), desconocen cuáles son los derechos indígenas (87.5) y lo más desquiciante: 93 por ciento de los mazahuas, nahuas y otomíes de la capital no están interesados en conocer sus derechos (Encuesta de Rosalba Miranda Figueroa y María del Pilar Martínez Gómez, Proceso 1137, 16/8/98).
A diario, en las centrales camioneras, merodean personas que se dedican a enganchar jovencitas indígenas. Estas niñas acaban en casas particulares y comercios pequeños con bajos salarios y condiciones de maltrato y extorsión. Allí, las niñas indígenas que son obligadas a prostituirse tampoco usan pasamontañas, pero ocultan la vergüenza de sus rostros con sus manos. En las calles aledañas al mercado La Merced, la actividad del libre mercado es "transparente".
ƑCuántas son las mujeres indígenas de México? ƑExactamente 50 por ciento de 10 millones?
En todo caso, ellas no sólo comparten la subordinación que sufre la población indígena en general sino que se hallan en mayor desventaja por su condición tradicional de sometimiento como mujeres y como integrantes de la clase más explotada.
En el copioso árbol de las estadísticas, se estima que en localidades con densidad indígena variable, de 27.4 por ciento de la población analfabeta mayor de 15 años, 70 por ciento corresponde a las mujeres. En materia de alfabetización también parece existir incompatibilidad entre la oferta educativa de las instituciones y las expectativas de desarrollo de la mujer indígena.
Podría ser que "la educación" (sugerida así, como "la paz") represente la clave para encarar tanta ignominia. Sin embargo, para algunos investigadores "la educación significa el comienzo de la desigualdad,sobre todo para la mujer indígena y rural" (seminario La mujer y los derechos fundamentales de los pueblos indígenas, 1994).
En el ensayo Un analfabetismo en contra de la pobreza y... de las letras, tan notable como poco difundido, el académico Héctor Muñoz (UAM Iztapalapa) incluye a modo de epígrafe la preocupante sentencia.
El estudio de Muñoz versa sobre la situación de las mujeres triquis y mazatecas, mas podría ser extensivo al contexto nacional (Educación y pobreza, El Colegio Mexiquense-UNICEF, 1995, p. 551).
La expresión "alfabetismo contra las letras" (p.567) respondería al conflicto que presenta un alfabetismo comunicativo y participativo (en lengua madre), que domina sobre la clásica tendencia al consumo y producción de textos escritos, directamente asociada al acceso a las informaciones sociales.
La diferenciación que hacen las mujeres en la utilidad funcional de los dos idiomas plantea una gran dificultad técnica a los modelos de alfabetización destinados a los adultos monolingües o bilingües incipientes.
"Es indispensable --dice Muñoz-- trabajar los umbrales cognitivos en lengua materna indígena... técnicamente es inconcebible un aprendizaje comprensivo, productivo y significativo si no se empieza en la lengua materna" (p. 566).
En el campo de la educación de adultos, todavía no se han consolidado modelos de atención adecuados a las características de las mujeres rurales indígenas. ƑA quién pedirle cuentas? ƑA qué aferrarse?, "se ha subestimado y excluido la función modeladora de las organizaciones populares, promoviendo una oferta individualista, que termina ejerciendo múltiples condicionamientos", apunta Muñoz.
Agrega: "la oferta educativa generalizada, tanto étnica como genéricamente ha resultado equivocada, ya que subestima las historias de socialización y educación familiar y comunitaria y sobrevalora los procesos institucionales homogeneizadores".
La expresión "proceso institucional homogeneizador" es voz de alarma. Pues si la lengua madre describe y nombra la realidad del mundo y de las personas, la subestimación lingüística puede conllevar, con la mejor de las intenciones educativas, la destrucción de tales mundos y de tales personas.