MIERCOLES Ť 7 Ť MARZO Ť 2001


Ť "Aquí la gente nos trata peor que animales... nos dice piojosos, mugrosos, marías..."

Subsisten marginados 500 mil indígenas en el Distrito Federal

Ť Ahorita estamos de moda, todo mundo te quiere ayudar, ¿pero cuando se vayan los zapatistas?, se pregunta una mazahua Ť En la ciudad, sin autoridades que los protejan: antropóloga

BERTHA TERESA RAMIREZ

Olvidados por todas las leyes, sin salud, educación ni derechos humanos, alrededor de 500 mil indígenas subsisten en la ciudad de México, más indefensos que en sus propias comunidades de origen ?los migrantes?, engañados por el espejismo de los servicios que nunca tienen.

A las nueve de la mañana, en la vecindad ubicada en el número 23 de la Calle de López, la mayoría de las 70 familias triquis hacinadas en el viejo edificio, catalogado entre los inmuebles de alto riesgo en el Centro Histórico, ya abandonó los cuartuchos insalubres y oscuros donde viven, olvidados entre los olvidados, a tiro de piedra de los gobiernos federal y local, excluidos de los programas públicos y de la justicia.

Quienes se quedan caminan entre los estrechos pasillos malolientes y se apresuran a cerrar las puertas de los cuartuchos sin ventanas, que hacen de cocina y dormitorio para hasta 10 personas. Los indios triquis de la calle de López, originarios en su mayoría de San Juan Copala ?sierra de Oaxaca?, son sólo algunos de los indígenas que resisten a la indiferencia social que los condena a vivir en estas cavernas urbanas, donde reinan el caos, la enfermedad, el silevecindad-derruida-3ncio, la penumbra, sin ningún tipo de apoyo social, en el corazón de una de la urbe.

La rendija que queda al salir de su cuarto una anciana, revela la magnitud del olvido. Es la escena de un niño de unos meses de nacido que duerme en el piso, a mitad de la habitación, mientras un foco de bajo voltaje ilumina su rostro, y deja ver también un tanque de gas y un montón de ropa vieja.

A unos pasos de ahí, mientras se alista para salir a vender, Dolores Jiménez dice que en su pueblo las casas son mejores, "uno se siente dueño de sus terrenos. Aquí, la gente nos trata peor que a animales, porque ya ve que a los perritos los quieren, los protegen. A nosotros no.

Lo que más nos duele es que traten mal a los niños; yo quisiera que los vieran igual que a los otros... A nosotros, porque somos indígenas nos dicen indios, nos dicen mugrosos, piojosos, marías. Yo digo que mucha gente no sabe lo que significa ser indio. Los que se creen que son catrines, yo creo lo dicen de coraje, porque no saben lo que dicen".

Ahorita estamos de moda

A unas cuadras de López, en la calle de la Nueva Veracruz, se localiza otro viejo inmueble amenazado de derrumbe, pero éste habitado por indios mazahuas. Ahí, Maribel, de 32 años, afirma: "Ahorita estamos de moda, ahorita todo el mundo te quiere ver, todo el mundo te quiere ayudar.

"Todo mundo se quiere posesionar de lo que tú dices, haces y piensas. Pero nomás ahorita que vienen ellos (la caravana zapatista); después se van ¿y quién se acuerda de ti?"

--¿Se sienten identificados con la marcha zapatista?

--Más bien se pelea contra el olvido. Mucha gente dice que en el DF no hay indígenas; mentira, los habemos, nada más que como decimos nosotros, nos disfrazamos para evitar que nos agredan, nos humillen, pasen sobre nosotros, nos pisoteen.

Su situación en el DF encierra una realidad llena de injusticias que los hace estar más indefensos que en sus propias comunidades, afirmó la antropóloga Margarita Nolasco, ex directora de la División de Posgrado de la Escuela Nacional de Antropología e Historia y profesora de esa institución.

Los indios que viven en el DF, igual que los asentados en otras ciudades del país, afirma, no son tratados con dignidad, "los vemos y tratamos como a seres inferiores". Aun cuando están al alcance de la mano todos los satisfactores, no los pueden tener. Asegura que en el DF se hallan más indefensos; en sus pueblos, "pueden recurrir a sus propias autoridades, y aquí en cambio no cuentan con esas autorioridades que son sistemas de autoridades, de cargo mayordomías".

"En el Distrito Federal empezamos por no verlos --prosigue--, ni oficialmente ni la sociedad civil, que no considera que haya indios en la ciudad de México. Cuando los capitalinos pasan por la Alameda, frente a las mazahuas vendiendo sus productos, ni siquiera reparan en ellas, las ven como parte del mobiliario urbano. Hay quienes afirman que los indígenas de la ciudad son las tres docenas de mujeres vendedoras de productos agrícolas, a las que llaman Marías".

Pero lo más grave es que tampoco los gobiernos local y federal los ven. Suponen que, de acuerdo con el último censo, en la ciudad no hay más de 240 mil indígenas ?que en medio de 8 millones de capitalinos no cuentan. En realidad en estos momentos podría haber más de medio millón de indígenas en el DF, mientras que en la zona metropolitana hay cerca de dos millones, afirmó la investigadora.

A pesar de ello están excluidos de las políticas públicas; hasta ahora sólo existe un programa oficial para apoyar a los alumnos con problemas en las escuelas, pero no cuentan con educación pluriétnica, expuso.

La peor injusticia es que no existe la procuración de justicia para ello; un ejemplo de esto es que si bien la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) cuenta con una visitaduría para indios, la Comisión de Derechos Humanos en el Distrito Federal carece de esta figura.

Añadió que esa área no existe, a pesar de que en el DF no sólo se hallan los indígenas que residen aquí sino los que van de paso, pues casi toda la migración que sale de Oaxaca llega a la capital del país para dirigirse al norte por la vía del Pacífico, y de ahí a Estados Unidos.

"Para todos aquellos que van de paso, no hay nada", señala, a pesar de que sufren las peores injusticias, "pues sabemos que sólo por el hecho de vecindad-derruida-2verles la pinta de indígena: les roban, les estafan todo lo que traen desde el mismo momento en que pisan la central camionera".

Es en las terminales donde apenas ven a indígenas hay quienes se lanzan a ofrecerles un taxi y cuatro cuadras después les quitan todo lo que traen, los bajan, y después tienen que irse a ver cómo. Estos abusos los resienten mucho y su impacto emocional se recrudece debido a no hablar el castellano. "¡Se los hacen porque son la población socialmente más débil!"

En suma, no hay seguridad para ellos, de ninguna especie, porque si de vivienda de trata, tienen que ocupar las peores. Un ejemplo son las mujeres mazahuas, que se hacinan en vecindades o en cuartos de azotea del centro o de otras zonas, sin ningún tipo de apoyo.

Su acceso a servicios de salud es prácticamente nulo, además de que su concepto de salud es distinto al que prevalece en la ciudad. Para ellos, el que a sus niños "se les suma la mollera", "se les voltee el cuajo" o "tengan vergüenza" son efermedades, para las que no hay tratamiento. No hay quien los atienda o los oriente. Ni siquiera van al médico, porque cuando llegan a la clínica y dicen que a su hijo "se le sumió la mollera" les dicen que se vayan a otro lado "porque están locos, en lugar de explicarles que se trata de una deshidratación. Muchos otros índigenas no saben que pueden acudir a centros de salud".

La discriminación es otro lastre que enfrentan. Precisa la investigadora: desde los anuncios que ponen algunas compañías con leyendas como "se requiere señorita bien presentada", con lo que están diciendo "señorita no indígena", hasta términos como "los nacos", quizá sin saber que nos estamos refiriendo a los totonacos.

La profesora Nolasco señaló que sólo mediante la unión los indígenas que viven en el DF han podido sobrellevar la carga tan fuerte de injusticias; de esa forma hacen frente a la policía, que los estafa, y a todos los que abusan de ellos.

A pesar de todo, agregó, los indígenas se sienten felices de estar en la ciudad, les gusta abrir una llave y que salga agua, que si no la tienen vaya una pipa y se las deje en tambos, y contar con gas y energía eléctrica, aunque en forma muy limitada.

"Sin embargo su realidad es terrible, porque estar en la ciudad significa tener a su alcance todo lo que desean sin poder tener acceso a ello".

Un foco, que es lo que más usan, es muy importante, aunque la energía eléctrica es muy cara; prender la tele o un foco es algo que tienen que hacer en forma muy medida, sólo en determinados momentos, porque no les alcanza para pagar. "Cuando me cuentan que en casa sólo hay un foco, que muchas veces no puede ser encendido para que el niño haga la tarea, es trágico. El futuro de los indígenas en el DF y en el país es seguir siendo mano de obra barata y fácilmente desechable, contratada por la industria de la construcción y el servicio doméstico", concluyó la antropóloga.