JUEVES Ť 8 Ť MARZO Ť 2001

Ť En San Pablo Oztotepec, los delegados zapatistas confirmarán los acuerdos de Nurio

Los indígenas del DF mantienen vivo el espíritu revolucionario sembrado por Emiliano Zapata

Ť Como a principios de siglo, la posesión de la tierra, la defensa del náhuatl y la preservación de los recursos naturales son los principales problemas de los grupos indios

JOSEFINA QUINTERO MORALES

indigena-gobernacion En San Pablo Oztotepec, uno de los nueve pueblos que integran la comunidad indígena de Villa Milpa Alta, aún se mantiene en pie el cuartel donde Emiliano Zapata, levantado en armas, ratificó en 1914 el Plan de Ayala. En el mismo sitio, la marcha zapatista de los 23 comandantes y el subcomandante Marcos, confirmará mañana, como hace 87años lo hiciera el Caudillo del sur, los acuerdos del congreso de Nurio, Michoacán, para reivindicar los derechos indígenas.

La antigua construcción de piedra de río y sólidas puertas de madera ya no alberga tropas revolucionarias. En su interior ya no se escucha el sordo tronido de las carabinas. La imagen de los jinetes armados preparándose para la cabalgata es sólo un recuerdo.

Los personajes han desaparecido, no así el espíritu revolucionario que animaba las andanzas de Zapata a las puertas de la capital de la República.

La antigua edificación no es un espacio carcomido por el tiempo y la derrota. Por el contrario, continúa siendo un sitio lleno de vida, que sirve como punto histórico de reunión para una comunidad en pie de lucha para la que el viejo ideal de "Tierra y libertad" no ha desaparecido y el cual este viernes 9 de marzo será el escenario para que los representantes del EZLN ratifiquen los acuerdos del tercer Congreso Nacional Indígena (CNI), que se celebró en Nurio, Michoacán.

Esta será la segunda vez en que los herederos de los mayas chiapanecos llegarán a la ciudad de México para reivindicar los derechos indígenas. La primera fue el 12 de septiembre de 1997, cuando se trasladaron al DF mil 111 zapatistas con la consigna de "Paz y Justicia", en una caravana integrada por tzotziles, tzeltales, tojolobales, que al igual que ahora recorrieron varios estados de la República antes de llegar al Zócalo.

La relación entre el EZLN y los comuneros de Villa Milpa Alta se remonta a 1996: el 12 de octubre de ese año se fundó en la ciudad de México el CNI, a partir de una invitación de los insurgentes a líderes indígenas para que participaran como sus asesores. Desde entonces, los nexos entre los dos grupos se han estrechado hasta el punto en que la primera asamblea del congreso indígena se efectuó en tierras comunales el 20 de noviembre de 1996, y ahora el contacto se reforzará con la visita de los 23 comandantes y del subcomandante Marcos.

La antigua lucha de Villa Milpa Alta

Ramiro Taboada, representante comunal de Villa Milpa Alta, explica por qué los habitantes del lugar se identifican con las demandas del EZLN. Relata que desde el año 1600 la población ha luchado por la defensa de su territorio, recursos naturales y contra la urbanización y los malos gobernantes que han permitido los despojos de tierras. "Villa Milpa Alta -dice- nunca fue conquistada, pero aun así ha tenido problemas por la defensa de sus tierras y sus tradiciones. Por eso, en su momento se identificó con los ideales de Emiliano Zapata y ahora lo hace con los de los nuevos zapatistas".

La filiación rebelde de la comunidad durante la Revolución de 1910, relata Taboada, tuvo un costo muy grande: por órdenes de Venustiano Carranza fue arrasada tras el asesinato del Caudillo del sur y sólo renació hasta 1920, cuando fue repoblándose. Actualmente, puntualiza, está formada por nueve pueblos que integran una sola comunidad, que debido a la pérdida de los títulos de propiedad intentan que el Tribunal Unitario Agrario les reconozca la propiedad sobre 27 mil hectáreas. "Toda la documentación original se perdió -señala-. Pero nosotros contamos con un título virreinal para demostrar que la tierra es nuestra".

A lo largo del siglo pasado y en el inicio de este, agrega Taboada, la lucha por la tenencia de la tierra, por los recursos naturales y por conservar el idioma -el náhuatl- ha servido para unir a los habitantes de siete delegaciones en la Alianza de Pueblos y Comunidades Indígenas del Anáhuac.

En Villa Milpa Alta, para conservar el náhuatl, los niños reciben clases de ese idioma y en las parroquias del lugar se ofician misas en lengua materna y en español.

Los diversos problemas que enfrentan los comuneros de Villa Milpa Alta, plantea, los han hecho identificarse con el EZLN en la defensa de los derechos indígenas.

Francisco Pastrana, indígena de la comunidad, menciona el caso del agua. "Durante muchos años hemos cuidado la tierra para que puedan recargarse los mantos acuíferos que abastecen en parte a la ciudad. A pesar de ello, las autoridades han racionado el suministro en Villa Milpa Alta y sólo tenemos agua tres horas al día".

Al desabasto se suma la carestía: desde el año pasado, según el testimonio de Pastrana, el Gobierno del Distrito Federal ha aumentado de 30 a 100 pesos la cuota fija, sin que importe la insuficiencia del servicio. "Como parte de las tierras comunales forman parte de la zona de conservación ecológica -explica-, el gobierno está obligado a retribuirnos el beneficio que recibe la ciudad a costa nuestra".

Los indígenas de la capital

El sur y el surponiente del Distrito Federal, indica Alejandra Vargas, asesora jurídica de la Alianza de Pueblos y Comunidades Indígenas del Anáhuac, son las zonas de la capital donde se mantiene viva la raíz indígena y constituyen el territorio donde se asientan poblados cuyos habitantes luchan por mantener sus costumbres y por conseguir la restitución de superficies que antiguamente les pertenecieron.

Afirma que a pesar de que las comunidades indígenas de Milpa Alta, Tláhuac, Xochimilco, Tlalpan, Magdalena Contreras, Alvaro Obregón y Cuajimalpa han estado sujetas al abandono y a las presiones de la expansión urbana, esto no ha aniquilado su espíritu de resistencia. El nuevo zapatismo, plantea, se nutre así de la memoria de los ideales de Emiliano Zapata por la defensa de la tierra.

Valeria Hernández, indígena de la comunidad de Villa Milpa Alta, refleja en su exposición ese vínculo entre la lucha del pasado y la del presente: "los indios no existían antes de la Revolución, se les daba un trato igual que a los animales. Sólo eran tomados en cuenta para el servicio y la carga. Por eso en 1911 se firmó el Plan de Ayala, y como no se cumplió, en 1914 Emiliano Zapata lo ratificó en el cuartel, pero ni la sangre derramada de los revolucionarios ni el mismo sufrimiento de los indígenas lograron hacer que a los indios se nos respetaran los derechos.

"A partir de ese momento -agrega- se tiene un combate que todavía no termina. Porque seguimos esperando que los gobiernos reivindiquen los derechos indígenas aprobando los acuerdos de San Andrés, que hablan por todos los indios del país, y además que los cumplan. Sólo así la paz y justicia para los indios se habrá logrado".

La posesión de la tierra, conflicto desde la Colonia

La asesora de la Alianza de Pueblos y Comunidades Indígenas del Anáhuac precisa que desde la época de la Colonia muchas de las comunidades indígenas de la capital luchan por la restitución y conservación de sus tierras, en un proceso que continúa hasta hoy.

Menciona como ejemplo el caso de San Mateo Tlaltenango, un pueblo de la demarcación Cuajimalpa al que desde 1534 le fue reconocida la propiedad de sus tierras por medio de una cédula del virrey Antonio de Mendoza. "En tiempos más recientes -puntualiza Vargas-, las tierras comunales han sido codiciadas por los especuladores inmobiliarios".

Antes, prosigue, San Mateo Tlaltenango era una comunidad campesina que sembraba la tierra y conservaba sus tradiciones, pero ahora está amenazada por la expansión urbana y la cercanía del centro comercial de Santa Fe.

Así, Ramiro Taboada, comunero de Villa Milpa Alta, habla con orgullo de sus raíces indígenas: "somos indios, descendemos de los nahuas y tenemos nuestro propio idioma. Tratamos de conservar nuestras tradiciones, pero el crecimiento de la ciudad nos ha cambiado. Ahora usamos zapatos en lugar de huaraches, pantalones en lugar de calzón de manta, pero la sangre india corre por nuestras venas. Somos los indígenas del DF".