jueves Ť 8 Ť marzo Ť 2001
Sami David
La marcha por la dignidad
Atender las causas sociales que dieron origen al movimiento zapatista es una necesidad impostergable, porque con ello se asegura la paz, se concilian las demandas e intereses de la población chiapaneca y se atienden los requerimientos anotados a los acuerdos de San Andrés. El diálogo es importante porque solamente la vía pacífica y política logrará conseguir el bien de México y de Chiapas.
Es obvio reconsiderar que la Cocopa, como instancia pluripartidista, representa el sentir del Congreso de la Unión. La ley le confiere capacidad de convocatoria e interlocución. Es en este espacio donde la voluntad política debe llenarse con expresiones que busquen consensuar los temas nodales de la problemática indígena, de por sí compleja, para alcanzar una solución aceptable para todos. El Congreso de la Unión, ciertamente, es la instancia para que se determine los mecanismos necesarios a fin de que las comisiones dictaminadoras analicen y legislen lo conducente en materia de derecho y cultura indígenas.
La marcha por la dignidad de los pueblos indios, encabezada por el EZLN hacia la ciudad de México, representa un paso capital porque busca resaltar entre los mexicanos la importancia de los acuerdos de San Andrés, mismos que posteriormente dieron lugar a diversas iniciativas que se encuentran en la Cámara de Senadores, esperando ser discutidas y, en su momento, aprobadas. Por lo mismo, todo esfuerzo que realicen las partes en conflicto, siempre en apoyo de la legalidad, será bienvenido.
El EZLN, ahora, representa un movimiento social de gran envergadura. La marcha simboliza una nueva dinámica que seguramente arrojará frutos positivos. En principio busca alertar a los mexicanos sobre la situación real de los indígenas, y principalmente sobre algunos aspectos que preocupan a todos. La raíz étnico-social de este movimiento, armado y beligerante en su primera instancia, ha desembocado en una posibilidad política real.
Frente a este movimiento étnico-campesino, que busca encabezar a la sociedad civil, se advierte que los nuevos tiempos políticos, pese a la avanzada democrática, aún se mueven en la intolerancia. Hay, ciertamente, propensión a desautorizar a quien no piensa como todos y provocar descrédito a la menor insinuación de diálogo. De esta manera, la agenda política avanza a pasos lentos y en el país se levanta una espiral plena de riesgos, con fundamentalismos de todos los colores.
El afán protagónico está de moda. El diálogo, la propuesta inteligente de programas y acciones son soslayados por actitudes insólitas, más del orden del revanchismo que de la tolerancia. La obstinación, el anhelo de debatir en el vacío parece ser el síntoma que impera. La razón de la sinrazón evidencia las posiciones que revelan peligrosamente la realidad política mexicana.
En pleno siglo XXI, nuestro país se debate entre la dureza de quienes lo quieren todo para ellos y el despropósito de quienes pretenden aventurarse en la vorágine, en el desequilibrio y la inestabilidad, al amparo de las instituciones como el Tribunal Federal Electoral. La prudencia y circunspección de una sociedad madura se ha soslayado. Por ende, es válido señalar la actitud del EZLN a incorporarse pacífica y constructivamente en la democracia a través de esta marcha de la dignidad, porque ésta es la voluntad de la mayoría de los mexicanos, y en especial de los habitantes de Chiapas, a fin de alcanzar las metas de desarrollo. Ya es tiempo de dejar atrás la amenaza de la violencia, el rencor y la tozudez. La marcha de los pueblos indios es significativa. Los actores políticos han demostrado coincidencia en la reivindicación de los pueblos indígenas, por ello es prudente que prevalezcan la verdad, las expresiones no simuladoras para que se logre la reconciliación de todos. México requiere de un cambio democrático pleno, donde el ejercicio de los deberes cívicos incluya el respeto a la integridad de los ciudadanos, participantes o simpatizantes de partidos políticos. El derecho a la expresión, a ejercer el voto y sobre todo a respetar la opinión de los demás debe ser recordado, y aplicado, antes que el odio y el rencor se apoderen de los espacios críticos y de la reflexión. Y aquí el EZLN está ofreciendo una lección de política novedosa.