JUEVES Ť 8 Ť MARZO Ť 2001

Emilio Pradilla Cobos

Izquierda parlamentaria y proyecto de nación

La marcha de la comandancia del EZLN de Chiapas a la ciudad de México ha movilizado a grandes contingentes de mexicanos indígenas, expropiados y excluidos desde la conquista española; campesinos y otros sectores populares explotados y oprimidos por el capitalismo mercantil, intervencionista y neoliberal, y capas medias empobrecidas y despojadas de esperanza por el neoliberalismo en los últimos 20 años.

Unos se identifican en la lucha por la dignidad y la justicia para los indígenas; otros apoyan su lucha contra la explotación y la opresión que comparten como miembros de las clases dominadas; otros saludan la denuncia zapatista de la globalización neoliberal y sus efectos de subordinación internacional, pérdida de soberanía, empobrecimiento, degradación ambiental, conservadurismo cultural y cierre de oportunidades, lo que tiende un puente con la resistencia de los mal llamados globalifóbicos.

Pronto estarán los zapatistas en la ciudad de México, residencia de cerca de medio millón de indígenas de sus pueblos originarios o emigrados de otras partes del país, a los que hay que sumar otros tantos asentados en los municipios conurbados, que sufren la misma pobreza, exclusión social y cultural e indefensión que los otros grupos indígenas del país. Encontrarán también a una masa campesina, obrera, informal o desempleada pauperizada, y a empleados, estudiantes e intelectuales, que les demostrarán su simpatía ante la mirada indiferente, inquieta o irritada de los conservadores y las cúpulas del capital nacional y trasnacional que habitan en la capital. Sin embargo, el zapatismo no propone un proyecto global de cambio para la sociedad mexicana; no es su compromiso ni podría hacerlo.

Durante siete años, el PRD y otras fuerzas de la izquierda parlamentaria han expresado un matizado apoyo al movimiento zapatista e indígena, y con frecuencia han sido cuestionados y rechazados por el mismo EZLN; pero éste no ha construido una propuesta política que integre los planteamientos de los pueblos originarios con los de muchos otros sectores oprimidos y explotados rurales y urbanos a los que, dice, quiere representar políticamente. Prisionera de la lucha electoral y el regateo parlamentario, ocupada en las alianzas electorales o en las acciones pragmáticas para conservar los puestos públicos de elección, esta izquierda dejó de lado la elaboración político-programática que recogiera las demandas de los movimientos sociales y de sus actores para construir un proyecto de nación a nivel global y local que la convirtierta en opción política para todos ellos y que guíe su acción cotidiana. Ni el derrumbe en las elecciones del 2000 ni la crisis interna ni el próximo Congreso de Refundación han despertado al PRD de su letargo. Hoy, el impacto de la marcha del EZLN coloca a esta izquierda ante su propia limitación.

Los temas políticos importantes para los cuales el PRD y la izquierda parlamentaria, sus gobernantes o los movimientos sociales asociados no tienen respuesta programática son muchos, y sólo hay espacio para citar aquéllos en los que parecen confluir los movimientos sociales espontáneos u organizados, los intelectuales comprometidos y los políticos que no han sucumbido a la tiranía de la acción partidaria, gubernamental o parlamentaria: la respuesta a la dominación política, económica y militar de los bloques hegemónicos mundiales; la integración con América Latina; el sistema económico para sustituir al capitalismo en su variante neoliberal; el carácter de otra globalización, incluyente y equitativa; los derechos inalienables de los trabajadores y la regulación laboral y salarial que los garantizan; la política social alternativa al asistencialismo neoliberal, que garantice derechos universales mediante instituciones durables, construya la justicia social y erradique la miseria; el perfil del nuevo régimen político democrático participativo; las políticas regionales y urbanas para revertir la desigualdad del desarrollo y lograr la inclusión territorial; el contenido del derecho a la diferencia de género, opción sexual, religión, origen étnico y nacional; las políticas para lograr la sustentabilidad ambiental; los caminos para la democratización y preservación de las culturas; las formas de lucha contra la violencia y la construcción de la paz con igualdad y dignidad para todos.

Desde hace una década, la izquierda se quedó sin una utopía global que enrumbe su actuar político y se refugió en la resistencia al neoliberalismo y al conservadurismo, en el pragmatismo de una administración "más humana" del capitalismo, el parlamentarismo y el apoyo formal a las demandas locales o sectoriales fragmentarias. Hoy, ante la arremetida del conservadurismo globalizado y sus expresiones locales (PRI y PAN), se desfigura, debilita y pierde iniciativa y convocatoria. No queda mucho tiempo para llenar este vacío y sobrevivir como opción política.