JUEVES Ť 8 Ť MARZO Ť 2001

Ť Por vez primera en México, un montaje del maestro Bob Wilson

Una ópera libertaria con olor a jacintos, magia escénica y un embrujo de música de aldeas

Ť La versión 17 del Festival del Centro Histórico inició con todo lo contrario a un maleficio

PABLO ESPINOSA

La noche del miércoles el vestíbulo del Teatro de Bellas Artes olía a jacintos.

Puertas adentro, esas flores prodigiosas, escanciadas en jarrones frente a espejos, devienen metáfora, canto, sangre, epifanía.

En el foso de la orquesta, la compositora Tania León empuña la batuta y teje un manto embrujante de abalorios, magia blanca en el alto contraste de un tejido armónico y tímbrico con amplio despliegue percusivo.

En las gargantas de los cantantes-actores, mientras tanto, estalla la prosa lacerante, la elegancia de tigre agazapado, el verbo de Wole Soyinka cobra cuerpos.

Sobre el escenario culmina entonces el prodigio entero: por vez primera en la historia de la cultura mexicana, una puesta en escena de Bob Wilson, leyenda viviente, el hombre que revolucionó -como lo hicieron antes Meyerhold y Stanislavsky- el arte del teatro.

El maleficio de los jacintos, ópera de Tania León, libreto de Wole Soyinka, puesta en escena de Bob Wilson, se estrenó anteanoche en el máximo recinto cultural de México. El acontecimiento lleva en sí mismo el calificativo que contiene el nombre del acto de tal manera inaugurado: Festival del Centro Histórico.

El verbo del Nobel Soyinka

Los anales de la cultura mexicana habrán de registrar, entonces, que la primera vez que ojos, sentimientos y emociones mexicanos percibieron en vivo el arte de Bob Wilson, ese hecho histórico ocurrió gracias a la política cultural del gobierno suizo, representado por el trabajo del Grand Théatre de Geneve, que es dirigido por una dama, la señora Renée Auphan con resultados tan apabullantes como esta puesta en escena, una de las cuatro producciones que esa institución cultural helvética trae a México, como participación especial en la versión 17 del Festival del Centro Histórico.

Primer acto, escena uno. El presente. Blackout. Una voz en altavoces rodea al público mientras desde su celda tres prisioneros observan a través de los barrotes. El público los mira a ellos sólo en forma de siluetas. Y la voz en altavoces, ominosa: ''Una nación sin disciplina es una nación sin futuro. La indisciplina debe ser cortada de raíz. Reporta cualquier señal de indisciplina a tu B.A.I. local. Apoya a la Brigade Against Indiscipline. Vigila a tus vecinos. Repórtalos. Y que viva nuestra gloriosa patria".

Ocho cantantes encarnan el verbo del premio Nobel africano. De manera sobresaliente, la mezzo Bonita Hyman y el barítono Timothy Robert Blevins. Una orquesta de cámara (la Orquesta del Teatro de Bellas Artes reducida ) y un ensamble de percusiones (Tambuco, ampliado) amplifican la atmósfera opresiva en un contraste irresistible: un entramado melódico cuasi a la europea (Luigi Dallapicola, Francis Poulenc, Alban Berg, entre otros posibles referentes) con sortilegios desenfrenados en juegos sensuales de percusiones a todo vapor. La partitura de Tania León es ciertamente portentosa, a la altura del genio de Bob Wilson.

El traslado sinuoso de tiempos, espacios, fascinaciones, ocurre en tres líneas paralelas: el libreto con su vida propia, la música que lo encarna y el trazo escénico genial de Wilson.bob

La poética del maestro Wilson se despliega con variantes notables respecto de obras anteriores suyas, uno de ellos obedece a que concibió este montaje en un foro alternativo del Grand Theatre de Geneve, un espacio construido con madera en medio del río Ródano y que obligó a que la high tech wilsoniana se orientase hacia nuevos derroteros.

Fascinante geometría

El estado de hipnosis y de ensoñación fue tal la noche del estreno en México, que en un momento dado el incesante juego lumínico, computarizado de los colores gélidos e intensos ideados por Bob Wilson incluyó un accidente: la luz de la sala se prendió de pronto, pero al mismo ritmo de los dimmers, al mismo compás de la puesta en escena, al mismo diapasón del tiempo dramático del que suele dotar Bob Wilson a la música, que en eso consiste buena parte del genio del creador de Einstein on the Beach.

De manera tal que nadie entre el público, salvo el equipo suizo que viajó desde Ginebra, se percató de tal percance, tan sutil y tan en timing que trajo a la memoria un anterior montaje de Bob Wilson en Bogotá, donde su Perséfone puso en trance a la mayor parte de los mortales que presenciábamos tal prodigio desde las butacas.

Anteanoche en Bellas Artes, la geometría fascinante del trazo escénico de Wilson, con sus infaltables sillas diseñadas por su genio de arquitecto, escultor, pintor, hechicero.

ƑEncontraría a La Maga? Estaba en el foso de la orquesta, empuñando la batuta. La compositora Tania León también por primera vez con su música en vivo en México, una leyenda ella también. En escena, una catedral sumergida en luces intensas, que de tan gélidas quemaban. Un ritual de ancestros en forma de manifiesto estético contra el totalitarismo, una ópera que conforma un hito, el estreno de los ojos, sentidos y emociones mexicanos frente al universo vivo de Bob Wilson. Una obra maestra.