JUEVES Ť 8 Ť MARZO Ť 2001

Ť Habla la compositora de El maleficio de los jacintos

Tejí entre la cultura de Nigeria y lamúsica de Cuba: Tania León

PABLO ESPINOSA

La compositora cubana Tania León, quien se erige en uno de los personajes capitales en el ámbito musical neoyorquino, en entrevista:

-ƑEn dónde ubica usted la piedra de toque de El maleficio de los jacintos, en la equidistancia cultural Nigeria-Cuba, en la necesidad de un texto libertario?

-El punto de partida de mi ópera es Wole Soyinka, un hombre combativo cuya manera de ver la vida le ha valido ser denostado, debatido en su país, donde él no era aceptado. Ahora se le acepta mejor, incluso puede ir a visitar su patria, que ha experimentado cambios, pero en un momento determinado tuvo que huir, de lo contrario no existiría hoy.

''Dentro de la historia de esta obra hay un hecho verídico: un amigo de Wole fue ejecutado de manera muy parecida a como ocurre en su obra. Es decir que es un texto muy personal, pero al mismo tiempo toca los puntos del dolor humano que el mundo experimenta hoy día y que a muchos nos tocan a pesar de que no elijamos formar parte de ciertas circunstancias históricas. Si usted se sienta y se deja tocar por el texto, habrá un momento en el que diga: šah, ese soy yo!".

-Si bien su vocabulario musical se extiende de acuerdo a los requerimientos expresivos de cada partitura, Ƒcuánto pesa aquí el tejido percusivo en relación con la trama melódica?

-Aquí la rítmica resulta muy importante porque se trata de un texto que sale del seno de Africa, con un hombre yoruba y la mezcla que existe entre nuestras identidades. Yo no soy yoruba, no soy de Nigeria, pero la presencia nigeriana en mi país natal, Cuba, es muy poderosa. De manera que pude discernir no sólo en el texto de Wole sino en la música de Nigeria y percibo entonces todo lo que sucedió entre Nigeria y la música que se construyó en Cuba. Dejé, en consecuencia, que la música de esta ópera se impregnara de influencias que tienen que ver con esa amalgama.

Ni Moravia ni Paz, Soyinka

-ƑSe reconoce usted, en ese sentido, en la gran tradición de la música cubana de concierto, la de García Caturla, Amadeo Roldán, Julián Orbón, atentas y a caballo a las raíces afrocubanas y europeas?

-Nunca me imaginé que llegaría a formar parte de ellos, no hasta 1980 que me percaté de mi realidad y me urgió la necesidad de reconocerme en mi interior, pero lo hice como una necesidad de vocabulario, no en el sentido efectista de buscar una célula motívica de son para darle sabor a la partitura y que a la gente le guste, sino que empecé a buscar de nuevo la música de mi país sencillamente porque estaba lejos, porque mientras más lejos está uno más se acerca y al contrario, mientras más cerca está uno, más ignora.

-Antes de que Soyinka fuera la piedra de toque, Ƒdónde estaba la cantera?

-La vida misma es una gran sorpresa -ríe, cubanísima Tania-. Hace seis años yo no estaba envuelta en cuestiones de ópera como lo estoy ahora, ni me lo imaginaba siquiera. Quien me abrió las puertas fue Hans Werner Henze, quien me comisionó esta ópera y es mi tutor, mi padre musical.

-Henze vivió en Cuba...

-Sí, tres meses, y allí concibió su ópera El cimarrón. Conmigo fue algo mágico: preguntó a Leroy Jenkins, compositor de jazz que vive en Nueva York, por músicos de allá que le resultaran interesantes. Henze entonces recibió cintas de varios músicos. Al poco tiempo recibí en mi maquinilla de fax un mensaje de Henze: ''Quiero más música". Pensé que era una broma, pero mi representante le mandó más cintas. Después el mismísimo Henze tomó el teléfono y me invitó a Munich, donde luego de un mes que estuve como jurado de una bienal internacional de música nueva, me comisionó una ópera. Yo casi me desmayo. Este hombre está loco, me dije. ''Así que, Ƒusted cree que yo puedo escribir una ópera?'', le dije. Me puse histérica pero busqué textos, en Italia me interesó La Mascarada, de Alberto Moravia, pero el autor murió y entonces busqué a Octavio Paz, por Sor Juana, pero no me quisieron comunicar con él. Pero le digo, la vida es una sorpresa.

''Un buen día, el escritor Henry Louis Gates me pidió música mía grabada para enviársela a Wole Soyinka. ƑWole Soyinka? Casi me desmayo. Y lo demás ya es historia.''