JUEVES Ť 8 Ť MARZO Ť 2001
Asesinato, tortura, secuestro, Garzón documenta la bestialidad
Cavallo, una larga serie de crímenes
ROSA ELVIRA VARGAS Y MIREYA CUELLAR
Ricardo Miguel Cavallo es protagonista de la etapa de horror que vivió la sociedad argentina entre 1975 y 1983 a manos de los militares. Los testimonios no dejan lugar a dudas. Recuperada a pedazos por los sobrevivientes y sistematizada para los tribunales por el juez Baltasar Garzón, está en las 198 páginas que integran el acuerdo por el cual la cancillería mexicana concede la extradición a España del ex militar argentino: 227 secuestrados que, se presume, fueron ejecutados; 110 torturados, 16 mujeres embarazadas cuyos hijos recién nacidos fueron robados. Este es apenas parte del saldo numérico del paso de Cavallo por la Escuela de Mecánica de la Armada (Esma).
ƑQué hacía un jefe de inteligencia encuadrado en la Esma, como era Cavallo? "Se encarga de la ubicación y señalamiento de los blancos (personas a secuestrar). Planifica los operativos de secuestros, tiene a su cargo a los prisioneros durante toda su permanencia en la Esma, realiza los interrogatorios e interviene en la decisión de los traslados, es decir, la desaparición de los secuestrados''.
Esos traslados, en los que también jugaban un rol destacado los miembros de inteligencia, representan una de las formas más acabadas de la crueldad. Una vez seleccionados, los prisioneros recibían en la enfermería una inyección de pentotal para adormecerlos. Luego eran trasladados en camiones hasta el sector militar del aeroparque de Buenos Aires Jorge Newbery, donde "en aviones militares se les lleva mar adentro y se les tira vivos al agua''.
A ese método de eliminación se suman otros: ahorcamiento, aplicación de descargas eléctricas, remate con armas a prisioneros heridos, inyección letal e incineración de cuerpos a campo abierto dentro del perímetro de la Esma.
Ricardo Miguel Cavallo, Miguel Angel Cavallo, Marcelo, Sérpico se encargó, entre enero de 1979 y marzo de 1980, de un sector de la Esma conocido como La Pecera, donde "experimenta sobre un grupo de prisioneros un proyecto con el objetivo de captar su adhesión ideológica denominada proceso de recuperación". En su materialización se combinan operaciones de acción sicológica con el uso de las capacidades de los prisioneros como mano de obra esclava en tareas que pueden ir desde la albañilería hasta la confección y falsificación de documentos o la transcripción de cintas grabadas en teléfonos intervenidos.
Al mismo tiempo, al grupo del que formaba parte el ex director del Registro Nacional de Vehículos (Renave) se le atribuye una larga lista de mujeres que fueron secuestradas estando embarazadas y que dieron a luz en el propio centro de detención. Con tiempos variables, luego del parto eran trasladadas y sus hijos entregados a familias vinculadas con el propio Grupo de Tarea.
El expediente que remitió la justicia española para respaldar la solicitud de extradición de Cavallo recoge decenas de casos de secuestro, tortura y asesinatos en los que él participa hasta llegar a 1980, cuando se integra en el sofisticado Centro Piloto de París, que no es otra cosa que una oficina del gobierno militar para coordinar operaciones clandestinas en el exterior.
Juan Alberto Gasparini da testimonio de la participación de Cavallo en el asalto y asesinato de su mujer, Mónica Edith Jáuregui, y de su amiga Elba Delia Aldaya, así como el secuestro, ahí mismo, de sus dos pequeños hijos; el abogado Conrado Higinio Gómez ubica su presencia durante su secuestro en un despacho de abogado, junto con un pintor y un albañil que hacían labores en el piso. Thelma Jara de Cabezas lo reconoce también como parte de sus torturadores. Nora I. Wolfenson es torturada y desaparecida tras estar en La Pecera, precisamente en la época en que Sérpico es el responsable de ese centro.
Iguales circunstancias vive, en 1978, Víctor Aníbal Fatala y "una mujer de nombre Rosa, que en marzo de 1979 está en condiciones deplorables a causa de las torturas inferidas por Marcelo, y quien falleció en una de las sesiones de tortura a las que éste la somete al negarse a dar datos sobre su hijo".
Grueso expediente de torturas; en todos los testimonios se le menciona directamente
Las historias se suceden y engruesan el expediente: Raimundo Aníbal Villaflor (quien muere a causa de las torturas), su esposa María Elsa Garreiro; Josefina Villaflor, su esposo José Luis Hazán y su hija María Celeste. En todas ellas aparece directamente mencionado Ricardo Miguel Cavallo. Lo mismo ocurre con los casos de Arturo Osvaldo Barros y de su esposa Susana Beatriz Leiracha; de Héctor Pichini y de su esposa Norma Cozzi. También de Enrique Mario Fukman, de Víctor Melchor Basterra, su esposa, Dora Seoane de Basterra, y su hija María Eva, de apenas dos meses.
Son muchos más, pero el siguiente caso lo resume todo: "el 26 de febrero de 1977, Carlos Alberto Chiappolini, esposo de Cristina Bárbara Muro, sale de su domicilio y es detenido en un operativo del grupo de tarea 3.3.2 de la Esma y conducido a la misma, donde es sometido a torturas a causa de las cuales muere, sin que hasta la fecha se tenga conocimiento del paradero de su cuerpo.
"El operativo está integrado, entre otros, por el responsable del mismo, que ha sido identificado como Ricardo Miguel Cavallo. Este mismo, sobre las 15 horas se apersona en el domicilio antes indicado y, en un momento determinado, aprovechando que la esposa del detenido, Cristina Bárbara, se asoma a la ventana después de darle el pecho a su bebé de tan sólo seis días de vida -para comprobar si vuelve su marido-, le conmina con un 'quieta, arriba las manos', y le interroga sobre la identidad de su marido.
"Cuando (ella) responde, da la orden a otras personas que aguardan y les dice 'es acá, entren', a la vez que, ante las insistentes preguntas de la señora Muro sobre el paradero de su esposo, Cavallo le dice que lo han detenido ellos. Inmediatamente y a la voz de 'procedan', lanzan a la mujer boca abajo al suelo y la golpean reiteradamente entre las piernas, provocándole la ruptura de los puntos de sutura del parto y una hemorragia. Mientras tanto, otro de los asaltantes desnuda al bebé, lo sujeta por los pies cabeza abajo y le coloca una pistola en la boca, conminando a la madre a que no grite más y a que conteste las preguntas que hacen. Después de destrozar varios enseres se marchan dejando a la señora Muro ensagrentada y a su bebé de seis días en el suelo...''.
Acompañado de un minucioso marco jurídico que recupera gran parte de la opinión favorable a la extradición emitida por el juez sexto de lo penal, Jesús Guadalupe Luna Altamirano, el legajo que firmara el 2 de febrero el canciller Jorge G. Castañeda no pone cortapisas: es absolutamente válida la petición del gobierno español. Cavallo debe ser juzgado.