VIERNES Ť 9 Ť MARZO Ť 2001
Ť En Milpa Alta se alzó la voz de las comandantas
Reivindican la lucha de la mujer en las comunidades
Ť Culpan al sistema por establecer relaciones asimétricas
JESUS RAMIREZ CUEVAS Y RAMON VERA HERRERA
"Somos dadoras de vida", dijo la comandanta Esther, "sin las mujeres no se transforma el mundo". En un acto al que asistieron los comuneros de Milpa Alta y parte de la sociedad civil del Distrito Federal, la reivindicación principal fue el papel y los derechos de la mujer, de las indígenas, pero también de las pobres, de la mujer en general: lo femenino.
Excepto por la voz de los comuneros organizadores y un breve discurso del subcomandante Marcos, las voces de mujeres tejieron la noche.
María del Carmen Rodríguez Meza, milpaltense, dio la bienvenida a la delegación zapatista: "sean bienvenidos a estas tierras del sur por donde cabalgó nuestro general Emiliano Zapata". Recordó los siete años de lucha "que tantas enseñanzas nos han dado de dignidad y resistencia, y que también nos han reavivado el amor por la tierra", y apuntó un gusto especial por celebrar aquí el Día de la Mujer. La señora Rodríguez dijo: "hoy 8 de marzo del 2001, es un día especial para los pueblos milpaltenses por tener entre nosotros a cuatro comandantas zapatistas", y envió un saludo especial a la comandanta Ramona, "donde quiera que ella se encuentre".
Le siguió una purépecha, Tomasa Sandoval, de la Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas y del CNI, quien leyó un profuso documento sobre la equidad en las relaciones entre mujeres y hombres. Dijo que en el Día Internacional de la Mujer estaban aquí para dignificar, honrar y celebrar a todas aquellas mujeres que han luchado por la justicia, y recordó "a nuestras ancestras, abuelas, madres, hermanas, hijas y nietas que han entregado su vida por dignificar nuestra existencia".
Como pocas veces, los discursos reivindicadores fueron directos en combatir la discriminación que sufren las mujeres. Declaró: "este camino nos ayuda a develar aquellos usos y costumbres que atentan contra nuestra dignidad", y estableció un vínculo que sería uno de los hilos de plata de la noche: que así como el Estado viola los derechos de los indígenas en todos los órdenes de la vida, "dentro de nuestras comunidades persisten los sentimientos machistas y sexistas".
Dijo que esta asimetría en las relaciones repercute más en las mujeres que sufren el trabajo no remunerado, prácticas patriarcales, violencia familiar y el mayor reconocimiento del trabajo del hombre, y exigió una nueva relación en las comunidades para tener decisión en las asambleas, acceso directo a la tierra y a los cargos.
Para concluir, reivindicó los acuerdos de San Andrés y la propuesta de la Cocopa, porque plantean el sustento jurídico de equidad para "respetar la dignidad y la integridad de las mujeres".
La comandanta Susuana presentó a sus compañeras. La comandanta Yolanda insistió que en Chiapas no ha habido ningún cambio porque Vicente Fox no ha cumplido las tres señales demandadas, y reclamó: "antes podíamos caminar a cualquier hora de la noche sin ningún problema, y ahora, con la llegada del Ejército, ya no podemos caminar tranquilas en la noche. Nosotras no necesitamos que nos cuiden los ejércitos".
Un grito cubrió la noche: "no están solas"
La comandanta Fidelia pidió que la sociedad luche junta "contra este monstruo que cargamos". Dijo que tal vez la gente se asustaba de "aquella mujer fea, tapado su rostro con una capucha, pero nosotros no está feo nuestro corazón. Tenemos un corazón de luchar hasta la muerte". Y remató: "somos muy pobres, somos nalfabetas, pero sí nos podemos defender".
Por último, la comandanta Esther recordó el 147 aniversario de la lucha de las mujeres que dieron su vida por exigir la reducción de la jornada laboral y lo consiguieron. Señaló que en las comunidades luchan por no ser marginadas en las asambleas y culpó al sistema por establecer esas asimetrías que afectan las relaciones íntimas, "así los enseñaron a nuestros compañeros. Somos dadoras de vida, sin las mujeres no se transforma el mundo".
Esther fue la encargada de leer el quinto mensaje del EZLN: "no tenemos dos rostros, dos pies sí, y el uno y el otro se necesitan para caminar. Cuando la luna es reina, quien tres colores carga anuncia que por tres noches la fuerza se hará más fuerza con el color de la tierra. Amaneciendo el séptimo día del paso que salió de la casa del purépecha, el color de la tierra pintará toda la tierra que se crece hacia arriba. Apenas entonces empezará a morir la pena y con todos los colores bailará el color que somos de la tierra".
Marcos cerró el mitin. Después de saludar y agradecer a los milpaltenses, dijo que "el cerebro, el motor y el aliento que hizo posible que estuviéramos aquí fue femenino. Fue una compañera insurgenta la que nos hizo posible estar aquí frente a ustedes. Porque se habla que hay quien está tres veces detrás de algo. Las indígenas por indígenas, por mujeres y por pobres. Pero hay quien está cuatro veces atrás: las insurgentas. Ellas son la sombra de nosotros ahora. Espero, realmente espero que llegue el día en que tomen su rostro y tomen su luz, y entonces sí, nosotros podamos volver a ser lo que de por sí somos: una sombra".
Y concluyó: "Este bastón de mando le toca a ella y a ella, a todas las insurgentas. Y espero que escuchen allá donde están".
La puerta zapatista a la ciudad
Este momento recuerda aquel 14 de noviembre de 1914, cuando el general Emiliano Zapata entró a este pueblo. Al frente de sus seguidores, Zapata reunió a los milpaltenses y les dijo: "júntense conmigo, yo me levanté en armas y traigo a mis paisanos porque ya no queremos a este gobierno. Levántense con nosotros porque no nos gusta lo que nos pagan los ricos, no nos basta para comer y para vestirnos. También quiero que toda la gente tenga su terreno, así lo sembrará y cosechará maíz y frijolitos y otras semillas. ƑQué dicen ustedes, se juntan con nosotros?". Esas palabras del general quedaron en la memoria de los comuneros de Milpa Alta, zapatistas desde entonces.
La demanda de autonomía es reflejo de este espacio de resistencia para seguir siendo lo que son en la transformación decidida por las propias comunidades. El reconocimiento de sus derechos colectivos, encarnados en los acuerdos de San Andrés y la propuesta de reformas constitucionales de la Cocopa, es lo que dará detalle al oxidado artículo 39 de la Constitución.
A las puertas de la ciudad más grande del mundo, según cuenta la leyenda, los habitantes de Milpa Alta, los más antiguos del Valle del Anáhuac, reivindican el territorio de Malakastepec Momosko, como ellos nombran su señorío, resisten la expansión de la mancha urbana, y su historia de luchas es emblemática, ya que fue la cuna de una organización campesina combativa: la Coordinadora Nacional Plan de Ayala.