viernes Ť 9 Ť marzo Ť 2001

Jaime Martínez Veloz

Krauze: la fábrica de estrellas

Los Científicos porfiristas se llamaban así porque portaban con orgullo las verdades positivas, la era de Newton y Darwin, coronadores de la inteligencia científica. Su visión de la realidad tecnológica y la sociedad estaba fincada en el progreso, en la máquina, el ferrocarril, la producción mecanizada. Sin embargo, vino una revolución del populacho, que no entendía de esas complicadas glorias humanas, y se suscitó un movimiento que dio origen a una nueva nación, ahora más justamente instalada en el tren del progreso, pues comienza el acelerado proceso de desruralización, la migración hacia centros urbanos y la conformación de una máquina que tuvo al PRI como plataforma nacionalizadora --economía presidencial--, política --no democrática-- y cultural --hegemonizada por estructuras de naturaleza tan vertical como el PRI (Paz, Benítez, Fuentes, Camín).

Pero lo científico porfirista no ha desaparecido, sino solamente se ha vuelto más sofisticado y brillante, como lo es el trabajo de la personalidad corporativizada (la fábrica de la historia) de Enrique Krauze, que reflexiona en el número 1270 de Proceso, y más extensamente en su revista Letras Libres de marzo, sobre la tentación mesiánica del subcomandante Marcos.

"El discurso predominante del neozapatismo y sus simpatizantes es meramente contestatario, mágico y redentorista: todo se compondrá cuando no haya neoliberalismo, globalización, o sea, cuando llegue el tiempo mesiánico". Todo esto, dice Krauze, le preocupa. Es el científico alarmado de que las acciones de la canalla en las calles llegaran a identificarse con "un iluminado". Le preocupa el sustrato religioso del zapatismo. Es lógico, hay que tener cuidado cuando las ideas se sustantivan en la masa, pues entonces hay peligro. ƑPara quién? Para el orden científico del interés y la ganancia, para la limpieza de los vestíbulos de los bancos y los negocios, donde todos, si nos acomodamos, podemos beneficiarnos (yo --diría Krauze-- con mi eficaz fábrica de hacer historia y subir ventas editoriales y alcanzar el más alto rating, y ustedes con su changarro, nunca, se los digo yo --diría--, encontrarán un presidente mejor que Fox para firmar la paz).

Por favor, señores zapatistas --parece decir-- todo es cuestión de la escala del mercado, ésa sí, no religiosa ni redentorista. Y reprocha: la voluntad mágica de los encapuchados, que entran de lleno y alevosamente a la arena del rating, porque, como Black Shadow, tienen una máscara.

Krauze, como Cevallos y los panistas duros, piensa que Marcos no se quiere quitar la máscara porque "sería una muerte simbólica". Da risa leerlo, pues no estamos ante una arena imaginaria que urden los pensadores y libres letrados, sino ante cuerpos reales que tienen tras de sí miles de rezagados rurales --diría Krauze-- que no pueden capitalizar la pobreza nacional, pues el que todos los indígenas sean pobres (10 millones) --señala-- no quiere decir que todos los pobres sean indígenas. Aleluya. El científico ha hablado.

El avance del movimiento zapatista tiene un sustrato sagrado, por supuesto, eso es evidente para todos los pensadores universales. Lo que pasa es que Krauze no está siendo invitado al festín, no ha sido recibido por Marcos, no ha podido, como Monsiváis, cruzar su flamígera espada con el subcomandante. Y entonces, como los helicópteros de Televisa, revolotea sobre las chozas de los pobres para reclamarles su protagonismo y antidemocracia, pues la fábrica de la historia factura con el mismo sello del canal de las estrellas.

Krauze, el ideólogo de las corporaciones privadas, hecho pasar como "analista independiente frente al poder", aplaudió, junto con otros, la ofensiva militar del 9 de febrero de 1995 para restablecer "la legalidad y el estado de derecho" (je, je). En pleno régimen autoritario (como ellos mismos lo admitían) se apoyaban en oportunistas corporaciones privadas para abogar por los derechos humanos en... šEuropa del este! Si bien luchaban por algunos oprimidos del mundo, no lo hacían ni lo hacen por todos. Calificaban los bestiales crímenes de guerra estadunidenses como "errores". En poco se distinguen de los comisarios del partido del otro espectro que critican el imperialismo yanqui y justificaron en su momento las atrocidades soviéticas.

La subsecuente espontánea movilización social contribuyó a disuadir las psicópatas propuestas de remediar definitivamente, mannu militari, el alzamiento indígena. El debate entre parte de nuestra intelligentzia se caracterizó entre quienes eran partidarios del aplastamiento y quienes se oponían a la guerra. Sin embargo, muchos de estos últimos no lo hacían por dilemas morales, sino por razones pragmáticas. Evaluaron el costo político aceptable de una solución de fuerza y la descartaron por ser demasiado elevado, y porque no garantizaba acabar con los alzados. ƑDe qué lado estaba Krauze? Muchos siguen reprochándole a Salinas que haya dudado en dar la orden para exterminar a los alzados.

La gran herejía del EZLN fue atreverse a exigir justicia. Al pretender disminuir en la percepción ciudadana el papel fundamental de la organización comunitaria para minar exitosamente injustas estructuras del poder, los nuevos mandarines deben enarbolar verdades "absolutas", como la eterna implantación terrenal del celestial reino globalizador, y así desalentar la esperanza de conseguir cambios democráticos por la vía de la acción colectiva. De manera elegante califican y por tanto invalidan la solidaridad social llamándola oportunismo para colgarse medallas morales y políticas, además de "impetuoso fanatismo". Es la crítica sofisticada y responsable.

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