Ť Con danzas y sahumerios, los pueblos de Xochimilco reciben a los zapatistas
Exijamos al farsante Fox sacar al Ejército: Zebedeo
Ť Somos ahora creadores y conductores de nuestra propia historia, dice el comandante David
HERMANN BELLINGHAUSEN
La puerta es Xochimilco. Lugar de pueblos y flores, más allá de lo que el ojo del turismo alcanza a captar, sirve de última estación, de zaguán que se abre hacia dentro la ciudad. Y la ciudad, respetuosa de las formas, aguarda a la caravana zapatista, no se vuelca a Xochimilco, ni Milpa Alta; allá no es ciudad todavía, son las afueras, el paseo, la provincia local.
Sea la curiosidad, sea la simpatía, la capital se guarda para el mero día. Esta ciudad ha recibido todos los episodios de la historia nacional, y a todos les ha dado la cara. La entrada de Villa y Zapata, hoy en mente de todos, es sólo un caso más.
Pero sólo por los zapatistas de Chiapas, la ciudad de México ha dado la cara. Por ellos la dio el 12 de enero de 1994, y la noche del 10 de febrero de 1996. Exagerando quizás un poco, podría decirse que esta ciudad en dos ocasiones les ha salvado la vida a los indígenas rebeldes, deteniendo la guerra a como dé lugar. Aquí nació en unas horas aquel "Todos somos Marcos", que de inmediato dio la vuelta al mundo. Ahora, una manta en el Deportivo Xochimilco va un poco más allá: "Marcos, eres nosotros. Organicémonos".
Acercándose en espiral a la ciudad, los zapatistas han revelado que la rodean pueblos indígenas por los cuatro costados. Pero aquí es lo más cerca que han llegado. A eso se refirió el subcomandante Marcos al saludar ayer por la tarde: "Xochimilco, te traigo un saludo del último rincón de la provincia mexicana, a ti, que eres el primer rincón de la provincia mexicana".
El comandante Tacho reconoció: "La sociedad civil ha jugado un papel para el país en que queremos vivir. Esta tierra tiene su memoria de lucha. Por eso es que está hoy aquí".
Pasos que hacen temblar la tierra
El comandante Zebedeo, con ese timbre juvenil que tiene en la voz, llamó ayer a los miles de simpatizantes que recibieron en Xochimilco a la delegación zapatista: "Exijamos juntos al farsante Fox que cumpla con el retiro de las posiciones que el EZLN condiciona para reiniciar el diálogo, y que pruebe de su parte si deveras quiere cumplir su palabra".
El EZLN llega a una ciudad gobernada por la izquierda. El evento político que representa la marcha indígena es el primer acto opositor de importancia que enfrenta Vicente Fox después del baño de urnas que lo legitimó como presidente hace unos meses. Las voces de los comandantes zapatistas, con la elocuencia de su castellano "imperfecto", de indios mayas que no deja de aportar hallazgos, alimentan un registro diferente del que posee el subcomandante Marcos, y su valor testimonial pega en otras partes del imaginario político imperante.
La comandante Fidelia no se cansa de decir ante plazas llenas, como ésta: "nosotras sufrimos de marginación, pobreza, enfermedades, sufrimos un desprecio y un olvido muy grandes".
Cambió el gobierno, pero los pueblos en resistencia de Chiapas siguen sin ver su hora. ¿Cuánta fuerza más necesitan reunir para que les hagan caso? Junto con el Congreso Nacional Indígena, la variopinta y abierta organización con mayor representación de los pueblos, la comandancia zapatista desgrana día con día como mazorca las demandas nacionales de los indígenas. Una mazorca tras otra, las que hagan falta para hacerse escuchar.
El desafío es que el Estado y la sociedad mayoritaria aprendan a vivir con pueblos diversos, lo acepten por escrito y actúen en consecuencia. "Somos ahora los creadores y conductores de nuestra propia historia", dice el comandante David. Con aplomo terrenal en sus palabras, el mismo líder tzotzil, originario de San Andrés Sacam'chen, el lugar de los acuerdos, acababa de anunciar minutos antes:
"Los pasos y voces de millones de hermanos y hermanas hace ahora que la tierra tiemble y remueve las montañas. Todos exigimos el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas y una paz con justicia y dignidad".
La hora de todos
"Llévese su cartel del EZLN, para que no se lleve el de la Gloria Trevi", vocea una comerciante que, a la vez, exhibe carteles con una serpiente en el centro.
En las canchas y pasajes del Deportivo Xochimilco proliferan camisetas, paliacates, banderolas, casetes, publicaciones, insignias y videos. Donde no hay un brasero arrojando nubes de copal hay mantas de Zacatecas, Baja California Sur, la UNAM, el Frente Popular Francisco Villa, Asamblea de Barrios, campesinos de Topilejo, colonos de Coyoacán, pueblos de Xochimilco, Milpa Alta y Tlalpan.
Dando idea del tipo de relaciones que sectores de la sociedad civil han creado con las comunidades zapatistas, a orillas de la cancha una gran manta blanca reza: "Santiago Tepalcatlalpan da la bienvenida a los hermanos zapatistas de las comunidades de La Realidad, Acteal, San José del Río y Roberto Barrios. Los saludan personalmente el señor Porfirio (el de las máquinas de coser) y el señor Vidal".
Los pueblos de Xochimilco, así como son de antiguos, reciben a los comandantes y al subcomandante Marcos entre danzantes ataviados con largas plumas de faisán y sahumerios propiciatorios, les ponen sus collares floridos y saludan sus palabras con graves ululaciones de conchas ceremoniales. Y se disponen a marchar con ellos al Zócalo de la ciudad de México.
Ya están aquí los acompañantes distinguidos: José Saramago y ese otro José, Bové. Danielle Mitterrand, Manuel Vázquez Montalbán. Destacados roqueros de Italia, el Estado español y el País Vasco, como 99 Posse, Fermín Muguruza, Amparanoia, miembros de Hechos contra el Decoro, Joaquín Sabina. Se espera a Miguel Ríos y Pedro Guerra. Periodistas como Peter Hamill, Ramón Chao, Pierluigi Sullo. Cineastas como Fernando León, Patrick Grandperret y Jorge Fons, que es mexicano pero que también filma detenidamente la marcha zapatista.
Ya puede suceder cualquier cosa. Que Televisa transmita una entrevista de Julio Scherer con Marcos en horario estelar; que Letras Libres, una de las revistas intelectuales de mayor fervor antizapatista, alquile balcones sobre el Zócalo para presenciar la entrada del EZLN a la plancha que alguna vez fue Tenochtitlan. Que montones de priístas se mueran de ganas de salir en la foto.
En respuesta a panistas, banqueros, obispos y tycoons de la Coparmex y anexas, una leyenda prolifera en cientos de camisetas negras: "Qué caso tiene quitarse el pasamontañas, si para ustedes todos los indios somos iguales". Y como han dicho tantas veces los encapuchados, fue precisamente cuando se taparon la cara que los de arriba voltearon a verlos.
Llegaron los zapatistas. Es la hora de los pueblos indios, del Congreso de la Unión, del nuevo gobierno, de la sociedad civil, de los medios, de los jóvenes y las mujeres, de los partidos políticos, de la banda y otras plebes. "Hay una voz que viene a tomar su lugar", dijo en Xochimilco el subcomandante Marcos.
Es la hora de todos.