DOMINGO Ť 11 Ť MARZO Ť 2001

Carlos Montemayor

El prisma indígena

Los movimientos indígenas en nuestro continente forman un gran prisma de muchas facetas. Una de ellas es el movimiento indígena en Ecuador, el más organizado para resistir y luchar de toda la sociedad ecuatoriana actual. Otra es la resistencia política y cultural indígena en Bolivia. Otra más, por supuesto, es el EZLN de México. En el alto Bío Bío, en Chile, los mapuches empiezan a organizarse como una importante e inesperada fuerza política porque sus territorios se ven amenazados por proyectos de grandes hidroeléctricas. En Colombia, en Cubara, en las selvas del noreste, los indígenas U'wa vuelven a luchar, ahora en alianza con campesinos, para impedir el despojo de sus tierras a manos de una empresa trasnacional petrolera. En Perú y en Guatemala los pueblos indios resistieron en sus espaldas el peso de las luchas guerrilleras y la contrainsurgencia militar. Los movimientos indígenas son una fuerza política creciente en el continente entero.

Pero también la presencia política y militar del EZLN es una faceta de un más amplio prisma de los movimientos indígenas del país. Los zapotecos de Juchitán, por ejemplo, desde hace más de veinte años fueron la primera oposición que derrotó electoralmente al PRI y han mantenido el poder político en ese municipio. El Consejo Guerrerense Quinientos años de Resistencia Indígena por vez primera reunió a numerosas comunidades de amuzgos, tlapanecas, nahuas y mixtecos: es otro ejemplo de la capacidad de organización política de los pueblos indios de México. En la comarca que tiene como eje la ciudad de Ixmiquilpan, los ñahñu han construido una nueva alianza económica y política; su fuerza económica fue vista con desconfianza por la administración de Carlos Salinas de Gortari y fueron intervenidos sus fondos arbitrariamente con motivo del alzamiento del EZLN. La resistencia de pueblos indígenas en ciertas zonas de la Huasteca hidalguense y veracruzana es otro indicador de fuerzas sociales que tienden a organizarse de manera tenaz y novedosa.

Otra línea de acción de los pueblos indígenas se desenvuelve en el campo de la educación. A partir de medidas institucionales tomadas en las décadas de los cuarenta, sesenta y, particularmente, setenta, un nutrido sector indígena integrado en las tareas educativas como técnicos bilingües, promotores o profesores ha influido de manera profunda en los programas de educación para las zonas rurales e indígenas de México. La propuesta de la educación bilingüe y bicultural es resultado de este proceso esencial y al mismo tiempo invisible.

Otro de los acontecimientos culturales más relevantes en los últimos años del siglo xx y los primeros del siglo xxi es el surgimiento de escritores en las lenguas indígenas del país. A lo largo de cinco siglos, los no indígenas hemos tratado de explicar qué son, qué no son, en qué creen, en qué no creen, qué piensan o qué no piensan los pueblos indígenas. Ahora tenemos la posibilidad de escuchar desde el interior de esos pueblos, desde las lenguas más antiguas de México, la voz que no hemos querido oír, o acercarnos al México que hemos desconocido durante siglos, o comprender la parte de nosotros que ha permanecido olvidada e invisible.

La marcha del EZLN por varios estados de la República se propuso hacer un recuerdo y recuento del pasado y del presente de las luchas armadas indígenas y campesinas. La marcha zapatista que llega a la ciudad de México nos obliga a no cerrar los ojos a lo que siempre ha estado vivo; nos debe persuadir a ver lo que ha sido invisible; a aceptar o reconocer que ante nosotros persiste el México que no hemos querido conocer, que no ha desaparecido, que tenemos que acostumbrarnos a mirar, a respetar.