domingo Ť 11 Ť marzo Ť 2001

Rolando Cordera Campos

En la república irregular

Nos adentramos en la más irregular de las vidas republicanas. Ido el autoritarismo presidencial, con todo y sus trastes, sólo queda la reverencia a los medios y un triste homenaje diario al rating. No por nada el miedo de clase, como dice la Rayuela, se disemina y contamina al más racional y cuidadoso de los espíritus. Por lo pronto, pongamos de nuevo en el archivo el orgullo juvenil ante la democracia otorgada, más que ganada, y veamos de nuevo la realidad social y política bronca que se apodera sin pedir permiso de los intercambios que definen la vida en sociedad.

No se trata de una novedad. En Argentina la vivieron hasta llegar a la barbarie de la guerra sucia y genocida, y en Colombia llevan ya años de sufrirla. Pero el que así haya sido y sea no puede ser consuelo ni motivo para el regodeo. Las ansias de normalidad ciudadana están en las urnas cada tres y seis años desde 1988, y sólo los sordos de la voluntad y la sensibilidad pueden seguir diciendo que no las oyen. Lo malo es que quienes no atienden estas demandas de un nuevo orden democrático, son quienes deberían encargarse de erigirlo.

Todo se queda por ahora en una ridícula competencia para ver quién es más "legal"; y en la carrera juegan todos, de los guerrilleros a los legisladores obsecuentes que se ofrecen de alfombra a los marchistas. Pero el hecho contundente, hasta brutal, es que a nadie le importa un comino la legalidad, mucho menos cuando de lo que se trata es de definir los comportamientos políticos conforme a ella.

Veamos algunos ejemplos. El PRD gana de nuevo en la arena de la Suprema Corte, pero insiste en perder ante la opinión pública. Recurrir al máximo tribunal para que ahí se diriman diferencias políticas, de las más mínimas a las fundamentales, como lo ha hecho recurrentemente la dirigencia de ese partido, debería implicar un respeto mínimo hacia los órganos donde las leyes se hacen. Pero no es así.

Al mismo tiempo que se celebra un pírrico triunfo en Tabasco, dirigentes y legisladores perredistas se ponen de hinojos ante los zapatistas, piden para su profeta lugar en la tribuna del Congreso y se comprometen, šqué vergüenza!, a apoyar sin más y sin chistar una iniciativa a todas luces imperfecta e inadecuada, hecha a las carreras, y portadora de más de un conflicto dentro y entre las comunidades que se dice querer beneficiar. Vaya con el respeto a la Constitución.

Por su parte, el Presidente de esta República del naufragio dice y vuelve a decir que lo que está en debate es la paz, mientras da el banderazo a una discusión nacional sobre las leyes fundamentales. Antes, en otro arranque profético, Fox había puesto por delante de toda su agenda el tema de la paz, como si ésta en efecto fuese la variable de la cual dependieran las decisiones mayores sobre la economía o la política nacionales. La reforma fiscal, llegó a decirse, depende de lo que ocurra en Chiapas y el Congreso con la iniciativa de la Cocopa, como si el país estuviese en verdad viviendo en las goteras de la guerra civil.

Como parece ser su misión en esta vida, el PRI pierde de nuevo en los tribunales, pero no se apresta a volverse partido político moderno y se declara en desacato. Como si nada hubiese ocurrido en estos años, los priístas claman en el desierto ante una "conjura" nada menos que de la oposición, y se vuelcan a desarrollar la más suicida de sus operaciones... opositoras: a sabotear la reforma fiscal y a poner en la congeladora toda clase de iniciativas que la opinión pública considera útiles y necesarias. Pero nada parece importar, salvo lo que diga una cada vez menos real "patria", priísta.

Todo se vuelve, así, para los políticos, litigio judicial, pero una vez juzgado el diferendo se reclama ante el Presidente el uso y el abuso de criterios políticos. No por nada los abogados del PAN optan por hacer mutis en ominoso retiro de encierro. Como alguna vez dijo uno de ellos: lo que les falta, después de ganarlo todo, es ganar la Presidencia.

No son Marcos y sus zapatistas, no son las "clases peligrosas" que le quitan el sueño a don Juan, los que amenazan el orden público. Es la propia República, huérfana de voluntad democrática porque sus actores fundamentales han renunciado a ella, la que mina día con día sus propios, frágiles, cimientos. Y para colmo, en medio de una gira a favor de los derechos de los más pobres y débiles, con rumbo al Congreso de la Unión, su vocero cibernético reivindica la legitimidad de las fórmulas político-militares y da las gracias a los violentos.

Qué le vamos a hacer, diría Ixca Cienfuegos, si aquí nos tocó vivir.