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México, D.F. domingo 11 de marzo de 2001 
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Editorial
  
UNA NUEVA ETAPA PARA MEXICO 

SOL CORNISA 1 Después de una larga y fructífera marcha por varios estados de la República, los zapatistas y sus acompañantes celebrarán hoy una gran fiesta de esperanza en la capital del país. El arribo del contingente del EZLN al Zócalo de la ciudad de México, simbólica e histórica sede política de la nación, será el punto de partida de una nueva etapa para el zapatismo y los pueblos indios: la negociación política para obtener el reconocimiento constitucional de sus derechos como etnias. 

Haber salido de Chiapas para aventurarse en una marcha --que en otros tiempos hubiera sido una decisión suicida-- con destino a la capital, es un hecho indudable de disposición política que, desafortunadamente, no ha sido captado de esa forma por diversos sectores que se han dejado llevar por el arrebato del momento sin justa reflexión. 

Pero hay quienes sí han comprendido bien la dimensión de los hechos, porque ha quedado claro que la cuestión de fondo de esta lucha trasciende al zapatismo, en tanto que se está hablando de valores fundamentales como dignidad, justicia y libertad. Éstos, sin excepción, nos atañen a todos. 

Ver el conflicto global de los pueblos indios lleva a encontrarnos de frente con el mayor problema de México: la pobreza. El movimiento zapatista es un símbolo de la guerra contra ese problema; representa a quienes luchan por una vida digna, a los que han vivido en carne propia la injusticia social, a los que han sido explotados y que, finalmente, están siendo escuchados. El movimiento que hoy encabezan los zapatistas es una pieza derivada de este oxidado engranaje de históricas injusticias que incluye a más de la mitad de la población del país que es pobre, que incluye también a las minorías que han sido negadas y, especialmente, a las mujeres que se les ha impuesto el silencio como deber social y que hoy tiene mucho que decir. 

Con la celebración de este domingo en el Zócalo empieza una nueva fase, no sólo para los indígenas de Chiapas sino para todos los mexicanos, cuyo antecedente lo marca la aparición pública del EZLN en 1994, que resistió siete años de hostigamiento militar y la falta de cumplimiento a la iniciativa que redactó la Cocopa de los acuerdos de San Andrés, firmados por el gobierno de Zedillo. El EZLN salió de Chiapas en una marcha que izó la bandera de la dignidad, que ha transcurrido en paz, y que ha sumado a su causa el apoyo de importantes sectores de la sociedad. Ahora están en la capital para apoyar la iniciativa de la Cocopa que deberá ser dictaminada en el Congreso en los próximos días. 

Los protagonistas deberán actuar con serenidad, inteligencia y una perspectiva que garantice el buen cauce de los primeros encuentros entre las partes y la consecuente reanudación oficial del diálogo. Y es indispensable también que los acercamientos y el debate que se genere entre protagonistas, observadores, líderes y agrupaciones en torno al problema indígena se dé con inteligencia, teniendo en cuenta no sólo el presente sino también el futuro. 

El camino de la paz no está en la firma de un papel, éste se irá construyendo en la manera que se resuelva el problema de la pobreza y, para esto, se requiere mucho más que la sola voluntad política de Fox y Marcos. Es un problema que nos compete a todos los mexicanos: he ahí la dimensión del movimiento que hoy toca el Zócalo de la ciudad y que mañana dialoga con la Cocopa.

 

 

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