jueves Ť 15 Ť marzo Ť 2001

Soledad Loaeza

Il Sorpasso

El presidente Fox y el subcomandante Marcos parecen empeñados en ver quién rebasa a quién en línea continua, mientras que los demás miramos como fanáticos, curiosos o simples transeúntes una carrera esencialmente incierta. Sin embargo, los conductores estrella no son los únicos a quienes entusiasma rebasar en una carretera iluminada con luces intermitentes. Los visitantes italianos, los autodenominados "monos blancos" también se proponen rebasar a los muchos mexicanos que -en su opinión-- no entendemos lo que necesitan otros mexicanos que son más como nosotros que como ellos. Su participación en la marcha zapatista ha sido un irritante innecesario, sobre todo porque hay amplias corrientes de opinión que abrigan grandes suspicacias respecto a las verdaderas intenciones de los líderes del EZLN, y que no se han dejado convencer por el tono de "mamá, soy Paquito, no haré travesuras...", que adoptó el subcomandante Marcos en el Zócalo.

A riesgo de incurrir en una descortesía con los visitantes extranjeros que han llegado a México para acompañar al EZLN en las negociaciones de los acuerdos de San Andrés, cabe preguntarse cuál puede ser su contribución al proceso. Haciendo a un lado dudas acerca de la generosidad de sus intenciones, hay que admitir que son discutibles los efectos de su participación en la marcha o en los actos de apoyo al zapatismo. El simple hecho de que los acompañantes italianos se hagan llamar "monos blancos" nos habla de la distancia que los separa, por lo menos, del español que se habla en México. Aquí, su atuendo se llama overol, y "mono" se utiliza como genérico de chango o como adjetivo que califica algo de simpático o amigable. Si esto lo hubieran sabido los italianos, probablemente no les habría sorprendido el humor popular que los recibió con la formación de grupos de "changos negros". A menos de que hayan venido únicamente a bailar, como lo hicieron en las afueras de la ENAH.

Es posible que la participación de extranjeros en la movilización zapatista en lugar de reducir las tensiones que suscita el conflicto, las aumente, y que en vez de facilitar el diálogo y la reconciliación, los obstaculicen, por la simple y sencilla razón de que su presencia provoca la impaciencia de quienes se preguntan, por ejemplo, cuál es la necesidad de que los "monos blancos" sustituyan a las autoridades mexicanas. Sobre todo cuando el gobierno se ha esforzado por mostrar que su comportamiento en este asunto es radicalmente distinto al de sus antecesores. Tal sustitución ocurrió, al menos, en los trechos de la marcha en que los monos rodearon a los zapatistas, a pesar de que los gobiernos locales y el federal desplegaron medidas de seguridad, como se habían comprometido. Cuando los "monos blancos" impidieron que la policía de Tepoztlán se acercara a la caravana zapatista, expresaban --y alimentaban-- una desconfianza frente a las autoridades mexicanas, que poco ayuda al desarrollo de relaciones de buena fe entre el EZLN, el gobierno y el Poder Legislativo.

Algunos se preguntan si acaso el efecto de la presencia de los simpatizantes extranjeros no es también la sustitución de mexicanos que, o bien objetan los términos de los acuerdos o bien demandan modificaciones que los zapatistas, por principio, rechazan. Es decir, parecería que las voces de extranjeros se proponen llenar vacíos que no son producto de la indiferencia o de la represión, sino que expresan desacuerdos o diferencias de opinión con los zapatistas, en un tema tan fundamentalmente interno como pueden ser las reformas constitucionales propuestas. Por momentos podría pensarse que la presencia de estos extranjeros tiene por objeto componer mayorías que no logran integrarse sólo con mexicanos.

Es de llamar la atención que muchos de los simpatizantes extranjeros del zapatismo representan a una izquierda envejecida y derrotada por sus propios errores, y víctima en primer lugar de ella misma. En la actualidad los comunistas europeos son casi una reliquia, son parte de un pasado que llegó a los manuales de historia incluso antes de que ocurriera el colapso de la Unión Soviética, desde el fracaso del eurocomunismo que a mediados de los años setenta del siglo pasado se vio obligado a renunciar a la lucha de clases y a la dictadura del proletariado, y a ceder el terreno a la izquierda moderna del socialismo parlamentario. En Europa la izquierda arcaica fue rebasada por la realidad, y por Jean Marie Le Pen y Silvio Berlusconi. Sería una ironía que en México rebasara a Vicente Fox.