SABADO Ť 17 Ť MARZO Ť 2001
SPUTNIK
Burdeles en línea
Juan Pablo Duch
Moscu, 16 de marzo. Antes, se decía que el riesgo era caer en la red de alguna muchacha; ahora, al me-nos aquí en Rusia, las muchachas están en la red y, para acabarla de amolar, las que están, generalmente, cobran.
"Eva te espera en el Paraíso", invita el sugerente anuncio a marcar un número telefónico y, con tipo de letra más pequeño para que nadie pierda el tiempo, advierte: "Dos horas, cien dólares".
Anuncios como éste, en principio prohibidos por la legislación actual, abundan en el segmento de los caracteres cirílicos de la Internet, sin que las autoridades, en el su-puesto de que quisieran hacerlo, puedan bloquear el acceso a dichas páginas.
Formalmente, nada se puede hacer porque, ingeniosos como son los rusos, eluden la persecución judicial al no registrar esos sitios en Rusia. El esquema de operación no podría ser más sencillo: basta con poner la dirección adecuada, en la base de datos de cualquier motor de búsqueda y toda suerte de portales, para que los interesados sean remitidos a miles de kilómetros de distancia.
De alguna manera, se emprende un viaje cibernético que, dependiendo de los designios y ahorros del viajero, bien puede acabar en algún distrito de Moscú, sin tener que abandonar esta capital.
Por lo común, los burdeles en línea ru-sos tienen su verdadera sede en la República de Nauru, una pequeña isla en Oceanía, cuyos 8 mil habitantes se cansaron de vivir de la pesca y cambiaron las redes por la red: viven de vender dominios en la Internet con la terminación de país que les cayó en suerte.
Así como a México le corresponde "mx" y a Rusia "ru", a Nauru le tocó una terminación que ni mandada a hacer para ciertos propósitos, "nu", que promete poca ropa en muchos idiomas y propicia un torrente interminable de solicitudes de registro.
Para los rusos, Nauru ofrece la ventaja adicional de que la terminación de país es tan parecida que se recuerda con facilidad, un servicio a los asiduos, y se presta a confusiones, como trampa para despistados.
Al venir los nombres en caracteres cirílicos, algunas personas que ingresan a la red no reparan en la diferencia de una letra y se llevan tremenda sorpresa al acceder a una dirección electrónica, recomendada como la más cercana a lo buscado, que ofrece todo menos lo que en realidad se busca.
Bueno fuera que las trampas se tendieran sólo en Nauru. Con un poco de atención, se podrían evitar bochornos innecesarios, sobre todo si el sorprendido está navegando con la esposa.
Lo malo es que, poco a poco, los burdeles en línea comienzan a inundar también el segmento de la Internet perteneciente a Rusia, apropiándose de nombres aparentemente inofensivos y ante la pasividad de las autoridades, que en este caso sí podrían hacer algo, pero que por razones obvias fingen padecer ceguera.
El caso más frecuente es el de la palabra dosug, que en ruso equivale a tiempo libre y que se antojaría lógico para designar un sitio que ofreciera, por lo menos, la cartelera para ir al cine o al teatro, por ejemplo.
Si por descuido se accede a la dirección http://www.dosug.ru aparece la imagen que ilustra esta entrega de Sputnik, especialmente en inglés para los lectores que no hablan ruso.
Y no se le vaya a ocurrir cambiar la terminación de país porque la sorpresa será mayor y, francamente, no vale la pena. Aclarado que no es recomendación ni pu-blicidad, queda a criterio de cada lector hacer el experimento.
Todo esto sucede en un país en que la prostitución es objeto de encendida polémica. Pero, mientras los diputados continúan discutiendo si conviene o no legalizar el oficio de sexoservidora, a lo largo y ancho del vasto territorio ruso el negocio avanza, cómo es fácil y lógico imaginar, viento en popa.
Al parecer, hay muchos intereses en juego y el problema se complica por la afinidad fonética entre las palabras prostituta (abreviada) y diputado, que genera toda una paradoja: a veces las primeras no co-bran por lo que hacen y los segundos co-bran, y mucho, por no hacer algo, sobre todo si afecta a la mafia.