SABADO Ť 17 Ť MARZO Ť 2001
Ť Concierto al aire libre de la Sinfónica Nacional de Cuba
Y en San Juan Chamula se corroboró que la música y los pueblos son universales
JAVIER MOLINA ESPECIAL
San Juan Chamula, Chis. En la tarde, mientras se contempla la puesta del sol, transcurre el concierto de la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba. Se ocuparon las 2 mil 500 sillas plegadizas instaladas en la plaza, ante un escenario construido frente al templo de San Juan. ''Es una experiencia de la cual todo mundo se pregunta: Ƒqué tal saldrá? Es una experiencia realmente novedosa", dice Guido López Gavilán, director del agrupamiento.
Claro, en primer lugar no es una sala de conciertos, sino al aire libre, en un lugar donde los niños juegan y donde incluso se puede caminar entre las bocinas situadas en lugares estratégicos. Los músicos visten de manera informal, la gente del pueblo como siempre, como todos los días. Es algo insólito y cotidiano.
Guido López explica que el concierto se basa en música del pueblo cubano, ''es algo así como traer el alma de Cuba ante ustedes". Comienza con Pregón y danza, justamente de quien fue el primer director de la orquesta, Enrique González Manticci. Es una música ancestral, lejana, épica, evocadora del mar y la montaña. Se aviva la curiosidad de los niños, quienes observan por ejemplo al trombón como a un juguete fantástico.
Luego ofrecen una obra de un músico cubano ''que al mismo tiempo es uno de los grandes compositores de América Latina", Amadeo Roldán, Fiesta negra, inspirada en temas de origen afrocubano. Después una composición cubana y mexicana, ''cubana porque está basada en el danzón, uno de los ritmos que son casi sinónimo de Cuba; y es mexicana por dos razones fundamentales y grandes: la primera, porque su autor es Arturo Márquez, un compositor mexicano, y la segunda porque el danzón es cubano, pero también es mexicano".
Más allá del folclor
Continúan con un danzón de un compositor cubano, Jorge López Marín, El médico de pianos, dedicado a un estadunidense, reparador de esos instrumentos ''que ha hecho un trabajo muy bello en Cuba, arreglando los pianos de las escuelas". Y concluyen con un ritmo muy propio de la isla del Caribe: una rumba sinfónica, el guaguancó, que es la más popular y extendida de todas.
Para las seis de la tarde, con la puesta del sol, la plaza ya se había poblado, la gente disfrutaba de la tarde y de la música. Llegaron siete músicos tradicionales de San Juan Chamula, principalmente con arpa, guitarra y acordeón. ''Nos vamos -dice el director cubano-, y aplausos para ellos".
Escuchamos el sonido peculiar de la guitarra chamula, instrumento que construye aquí el laudero, otro artista del pueblo que nos recuerda palabras del mixe Floriberto Díaz Gómez: ''De lo que se trata ahora es de que la cultura indígena no se vea sólo como folclor o artesanía, sino como la producción creativa de los pueblos".
Los indígenas interpretan la música dedicada al patrón del pueblo, San Juan, y luego al Señor del Cielo. Se corrobora que la música es universal y los pueblos también. Los mexicanos de Chamula están contentos y los músicos cubanos felices y orgullosos de haber tocado en esta comunidad.
Recordemos también la frase andina: ''La plaza es del pueblo, así como el cóndor es del cielo".