SABADO Ť 17 Ť MARZO Ť 2001
Ť El saxofonista estadunidense se presentó la noche del jueves en el Teatro Metropólitan
Abanico de improvisaciones bien aceitadas en el concierto de Brecker
Ť El cuarteto sintetizó en ocho piezas y dos horas de concierto lo mejor de la cultura gabacha
Ť Sostuvo el jazzista un fiero diálogo con los tambores de Tain Watts y el bajo de Minhdoky
JOSE GALAN
El jazz se puso en movimiento, y de qué forma. Como una máquina bien aceitada con el fragor urbano que anima la condición humana, el cuarteto que encabeza Michael Brecker presentó la noche del jueves ocho piezas representativas de lo mejor de la cultura estadunidense, en un género que cada día gana más adeptos en México.
Algo que el grupo no sabía, y que incluso para ellos fue un descubrimiento. Desde los primeros compases de la rola Arc of The Pendulum, de su último disco, titulado Tiempo es de la esencia, hasta el remate con Slings and Arrows, del disco ganador en 1997 del Grammy por mejor instrumental de jazz, Cuentos del Hudson, la maestría de los músicos fue un paseo soleado y divertido por un abanico de improvisaciones que pasó revista a los últimos 15 años del género, incluyendo aires de mambo en el piano de Joey Calderazzo.
Y la máquina funcionó con el arranque, fiereza y engranaje de la batería de Jeff Tain Watts, a cargo de una sección rítmica cuyos pistones mantuvieron el swing, bordando los tiempos y los tonos a toda presión del saxofón tenor de Brecker. Atrás, con bajo perfil, el bajista noruego Chris Minhdoky mantuvo la sutileza de su contrabajo, una discreción que permitió a sus tres colegas desplegar toda la gama de artificios que les permitían sus instrumentos.
A pesar de que en sus producciones más recientes Brecker se había hecho acompañar por la lira de Pat Metheny y el órgano C3-Hammond de Larry Goldings, no hubo vacíos ni nostalgia por el sonido original. Michael Brecker es puro músculo en el sax tenor, y su sonido de acero, metálico, con largas escalas que cortan el aliento pero cuyo remate permite hilar frases sorprendentes, llenó todos los rincones del Teatro Metropólitan, lleno en 85 por ciento.
Y la fusión también estuvo presente en composiciones como El Niño, a cargo de Calderazzo, pianista con una técnica impecable que en esta pieza en particular demostró gran facilidad en saltar de una tonada con ribetes románticos a un tecleado furioso con frases entrecortadas, en un diálogo con los tambores de un Tain Watts que por momentos parecía ser ejecutado por su batería y no al revés. Pistones de vapor a todo tren.
En la presentación, Michael Brecker expresó el sentir del grupo por tocar en México. "Estamos emocionados", dijo, al saber que el público de jazz ha crecido, y que comienza a ser tomado por un género serio dentro del gusto de los paisanos. Y repasó su carrera al tocar rolas como The Cost of Living, incluida en el álbum Michael Brecker. Y los aires de la fusión y la experimentación nos llevaron a recordar sus colaboraciones con John Lennon, Frank Zappa, The Rolling Stones y tantos otros grupos de rock.
Cuando los músicos se divierten, divierten a la audiencia, y se da una comunicación que pocas veces se logra sin los artificios de la tecnología moderna, el baile o los efectos especiales característicos de un espectáculo audiovisual. Los músicos tocaron a todo lo que daba, y quedará como un concierto memorable en una época en que los empresarios descubren que el jazz es negocio, Pero, sobre todo, un gran alimento para el espíritu.