DOMINGO Ť 18 Ť MARZO Ť 2001

Jenaro Villamil Rodríguez

Diego, las batallas perdidas

El otrora jefe Diego está alterado. El, que presumía de no perder ningún debate en tribuna, exclama ante los reporteros: "Si vamos a llegar a que en este país sólo se diga, se piense y se haga lo que diga Marcos, špobre país! (La Jornada, 16 de marzo 2001, p.6).

Busca culpables mediáticos, él, que tenía tanto futuro televisivo y alcanzó tan altos ratings en una campaña presidencial sospechosamente abandonada: "Los medios de comunicación están haciendo que el asunto se magnifique enormidades y que la opinión pública se entere en demasía del asunto (a lo mejor pensaba que a través de una concertacesión "en lo oscurito" todo se podía arreglar). Hay que llegar a un acuerdo que está en los lineamientos de los estatutos de la Cámara de Diputados y no sacarse leyes de la manga" (José Cárdenas Informa, 14 de marzo de 2001).

Y sin darse por vencido vuelve a afirmar: "Los zapatistas no pueden subir a exponer sus ideales a la tribuna de la Cámara, ya que se trata de un órgano legislativo". El mismo día que el jefe Diego lanzó sus invectivas, el noticiero de Joaquín López Dóriga reveló el tamaño de otra batalla perdida frente al EZLN: 58 por ciento de las cerca de 16 mil llamadas estuvo a favor de que Marcos haga uso de la tribuna parlamentaria. Casi al mismo tiempo, Martí Batres, líder de la fracción del PRD, debatía en Hechos, de canal 13, con Felipe Calderón Hinojosa, homólogo panista de Diego en la Cámara de Diputados, quien se quedó sin argumentos más que un beatífico respeto a "la legalidad y a las normas" para rechazar la presencia de los líderes del EZLN en la tribuna del recinto legislativo.

Ningún político como Diego Fernández de Cevallos encarna mejor la derrota mediática que le ha recetado el EZLN en menos de un mes. Primero, discretamente, criticó el uso de pasamontañas. "Yo no dialogo con encapuchados", afirmó contundente (Imagen Informativa 26 de febrero de 2001), resucitando su argumento anterior a la salida de la marcha de la dignidad: el subcomandante Marcos debía quitarse el pasamontañas y mostrase tal cual es. Los sondeos televisivos de ese momento demostraron que el uso de la capucha no era ningún impedimento para que los zapatistas fueran reconocidos como interlocutores válidos.

Después, Diego utilizó a sus contactos y aliados: el gobernador de su entidad natal, Querétaro, quien se sintonizó con su alma mater, la Coparmex, para criticar al EZLN y prometer que si llegaban a las tierras queretanas su futuro sería el Cerro de las Campanas. Ignacio Loyola se tragó sus palabras. Los zapatistas estuvieron en Querétaro y Marcos lo exhibió hasta el cansancio. La dirigencia de la Coparmex tuvo que moderar posteriormente su posición pública, aunque en privado siguieron reproduciendo los mismos argumentos de cerrazón y alarma frente a la estrategia foxista de reconocer al EZLN como un interlocutor válido.

Diego no pudo frenar que se establecieran los contactos formales entre el EZLN y los legisladores de la Cocopa. Ahora pretende evitar que los representantes del zapatismo expongan sus puntos de vista en la tribuna de la Cámara de Diputados. Fiel a su estilo, Diego abandonó el recato: "Si no le hemos pedido la rendición a Marcos, él no tiene por qué esperar que el Congreso se rinda y caiga de rodillas ante su figura; que no piense que el Congreso va a temblar con su llegada" (La Jornada, 7 marzo de 2001).

Y, efectivamente, el Congreso no tembló, pero él se ha quedado como el cruzado más feroz de una batalla que hasta ahora le va ganando mediáticamente el EZLN.

Diego Fernández de Cevallos se olvidó que los zapatistas no son la banda de pendencieros armados que él quisiera descalificar, ya que el propio Estado mexicano les reconoció un estatus de interlocutores válidos con la firma de los acuerdos de San Andrés, en febrero de 1996, y que desde su salida de San Cristóbal de las Casas, el 24 de febrero pasado, el presidente Fox, proveniente del mismo partido que el jefe, no se ha cansado de repetir que él está dispuesto a negociar con ellos y el subcomandante Marcos.

En el fondo, la batalla final está en la aprobación de la ley de derechos y cultura indígenas. Diego encarna los argumentos que ven en el reconocimiento a la autonomía una "amenaza" para la soberanía nacional y que desde el sexenio anterior presionó en los entretelones del zedillismo para que se incorporaran "los candaditos".

Ahora, a quien fuera el jefe durante el salinismo, le altera que los medios de comunicación y, en especial, la televisión, ventilen las demandas del EZLN incluyendo su reclamo a hacer uso de la tribuna parlamentaria. Ni Televisa ni Tv Azteca, que aún no salen de su desconcierto después del concierto, han podido evadir que este debate trascienda los muros parlamentarios para colocarse en las pantallas, las páginas de los periódicos y las transmisiones radiofónicas. Y está claro que mientras más restrictivos sean frente al EZLN, éste gana terreno en materia de comunicación, de mensaje y estrategia.