DOMINGO Ť 18 Ť ENERO Ť 2001

Angeles González Gamio

La arquitectura en papel

Ya hemos hablado de que la arquitectura suele ser el reflejo de la mentalidad de una época y que en la ciudad de México, tenemos ejemplos de todos los tiempos, lo que nos permite reconstruir su historia a través de las piedras. Desafortunadamente no hemos sido muy cuidadosos de este patrimonio y una buena muestra la tenemos en el Centro Histórico. Por ello es sumamente importante contar con catálogos que señalen los edificios de valor, lo que permite su resguardo, aunque de momento no se logre su restauración, por lo menos se les salva de la destrucción.

Estos inventarios ya se habían realizado de las construcciones de la época prehispánica, del virreinato y del siglo XIX, dejando sin atender el siglo que acaba de concluir. En lo que se refiere al corazón de la capital, esto ha sido subsanado con el Inventario de edificios del siglo XX en el Centro Histórico, que publicó el INAH. Había el antecedente del Catálogo de monumentos artísticos del Centro Histórico, editado por el INBA, sin embargo dejaba fuera edificios recientes u otros que si bien no representan un gran valor en sus formas exteriores, se integran de manera armónica y digna del entorno histórico que los rodea, o a construcciones cuyos interiores o plantas arquitectónicas son representativas de una periodo, escuela o corriente, o de un tipo de edificación.

El inventario nos informa que 60 por ciento de los inmuebles existentes en el perímetro A del Centro Histórico, corresponden a esa centuria, lo que significa que sobre 3 mil 100 predios se levantan mil 900 edificaciones realizadas a lo largo del siglo XX, lo que constituye un patrimonio nada despreciable, en términos de volumen construido y de conformación de la imagen actual del Centro Histórico. La realización de la obra estuvo a cargo del Instituto de Arquitectura y Urbanismo del Colegio de Arquitectos, bajo la dirección del arquitecto Rodolfo Santa María González.

Hojear el inventario, fruto de una acuciosa investigación, nos descubre interesantes construcciones que solemos pasar por alto al transitar por las calles de nuestro Centro Histórico y explica valores de algunas que francamente yo sí sustituiría o remodelaría, pero los especialistas saben su asunto. Las fichas muestran un par de fotos del inmueble, un plano, el nombre del arquitecto, cuando se conoce, y sus principales características: superficie de terreno, de construcción, número de niveles, materiales, estado de conservación, así como una breve descripción de sus valores, estilo y época de construcción. La mayoría de las edificaciones son en estilo ecléctico (mezcla de estilos) que parece ir muy bien con la mentalidad cambiante que caracterizó el siglo XX. Hay que recordar que lo iniciamos dentro del porfiriato, en que queríamos ser franceses y llegamos al absurdo de construir casas con mansarda, ese techo de tejas inclinado, que tiene como objeto šque se deslice la nieve!, muy necesario en la ciudad de México. Tras la Revolución, como fruto del nacionalismo, inventamos el neocolonial, que pretendía recuperar el estilo barroco, y otro menos agresivo que los arquitectos del catálogo llaman estilo nacionalista. También excursionamos en el art-noveau, el art-decó, el funcionalismo y el racionalismo.

De todo ello encontramos muestras en esta obra, que revalora muchos inmuebles que podrían ser presa de la destrucción y que conviviendo con las construcciones barrocas y neoclásicas, dan una personalidad única a la antigua ciudad de México. El mérito del inventario es que no se reduce a las obras monumentales; en él aparecen casas y edificios sencillos, pero que tienen elementos valiosos, que los hace dignos de conservarse y nos explica el porqué. Así, junto a edificios de la talla del Casino Español, el Palacio de Hierro, El Puerto de Liverpool, el Edificio París, La Torre Latinoamericana y los palacios de Correos, Bellas Artes, Ayuntamiento y Comunicaciones, aparecen sencillos edificios funcionalistas y racionalistas, casas y edificios eclécticos de un bello romanticismo y uno que otro con sus toques art-noveau. El art-decó no se queda atrás, con magníficas construcciones que se alaba que sean protegidas.

Al ver en el catálogo el soberbio edificio del Casino Español, ubicado en Isabel la Católica 29-31, se nos abrió el apetito recordando su tentador carrito que muestra a la entrada, el delicioso cordero horneado y sus frescos platillos de mar, preparados de varias maneras, todas suculentas. El acompañamiento, un buen vino español, que de acuerdo con don Venancio, "el mejor vino blanco šes el tinto!", pero eso lo dejo al gusto particular; para mí, un blanco seco bien frío es acompañamiento incomparable de pescados y mariscos.