DOMINGO Ť 18 Ť MARZO Ť 2001
MAR DE HISTORIAS
Sociedad conyugal
* Cristina Pacheco *
ųPasan de las siete. Virginia me dijo que saliendo del trabajo venía para acá. Ojalá que no le haya sucedido nada maloų. Rosario consulta el reloj y sigue pelando chícharos: ųEduardo dice que siempre pienso lo peor. Tiene razón.
Revuelve los chícharos en el plato y añade:
ųA lo mejor Virginia se quedó platicando con alguna compañera. Está bien, pero Ƒpor qué no llama para decirme que llegará más tarde? Los hijos abusan de uno.
Al levantar la cabeza para ver otra vez el reloj, Rosario se descubre, reflejada en el espejo del trinchador, hablando sola. Adquirió la costumbre en los primeros meses de casada. Eduardo, su esposo, consiguió trabajo de machetero. Rosario no estuvo de acuerdo en que la dejara sola durante largas temporadas.
El la desarmó con un buen argumento: "Hay posibilidades de que llegue a chofer. Después, a lo mejor hasta puedo comprarme mi camión". Rosario no se dejó seducir y recurrió a la coquetería: "ƑTe imaginas qué será de mí en las noches, solita? Sabes que me da miedo la oscuridad. ƑO ya se te olvidó?" Eduardo le contestó feliz: "Claro que no. Por eso le pedí a mi mamá que se viniera a vivir contigo. Así ninguna de las dos estará sola".
A los siete meses de matrimonio Rosario demostró que las palabras de su padre, cuando la entregó en matrimonio, eran más que un lugar común: discurso conmovido: "Doña Margarita: no llore. No pierde un hijo, sino que gana una hija". Sin alternativa, Rosario aceptó el cargo de cuidadora y acompañante de su suegra. La quiso mucho. Era una persona religiosa, apacible, optimista pero completamente sorda. Primero sin Rosario empezó a hablar sola sin darse cuenta. Después los largos monólogos se le volvieron necesidad y por último costumbre. La abandonó cuando llenaron la casa los balbuceos y las primeras palabras de sus hijos.
Durante muchos años Rosario se olvidó de hablar sola. Volvió a hacerlo al día siguiente de que se casó su hija Virginia. En la fiesta de bodas Rosario no dejó de preguntarse qué haría sin "su compañerita". Controló su inquietud. Se prometió el desahogo para el momento en que Eduardo y ella volvieran a encontrarse sin nadie más al fin.
Cuando llegaron a la casa, Rosario no pudo cumplir su deseo. El ánimo de Eduardo era muy bajo y ella tuvo que fingirse dichosa. Habló de lo bonito que era encontrarse como en los primeros tiempos de su vida en común. Al ver que no bastaba para sacar a Eduardo del abatimiento, fue más lejos: "Somos afortunados. Tenemos oportunidad de vivir nuestra luna de miel. Cuando nos casamos enseguida te dieron el primer viaje y al regresar tu mamá ya dormía en nuestra recámara y ni modo de sacarla. ƑNo te entusiasma que a esta edad podamos tener una vida sexual sin penas ni riesgos?". Su elocuencia le devolvió a Eduardo la tranquilidad, al punto de hundirlo en un sueño profundo. En ese momento ella reinició sus monólogos.
II
-Yo no sé qué le cuesta llamar por teléfono ųrepite Rosario mientras vierte los chícharos en el agua hirviendo.
ųƑOtra vez hablando sola? ųVirginia la abraza por la espalda y la besaų. Ni siquiera oíste cuando entré.
ųLlamaste a las seis para decirme que venías. Van a dar las ocho. Estaba preocupada.
ųPara variar ųVirginia deja su bolsa sobre una silla. Rosario la mira de reojo.
ųCada día estás más flaca. ƑTampoco tienes tiempo de comer?
ųClaro que sí.
ųƑQuién cocina?
ųAy, mamá, te estás pareciendo a Ramiro ųVirginia echa una mirada a la sala: ųƑY mi papá?
ųFue al súper a traerme unas cosas ųRosario escucha la risa de su hija. ųƑQué pasa?
ųMe alegra que te ayude. Ya era hora.
ųPor mi y por él. Así tiene qué hacer y no siente que nada más tenga trabajo. El quería seguir haciendo la lucha pero le dije que no. A los cincuenta años no encontrará nada, en cambio aquí, en la casa, su ayuda es muy importante para mí y para el negocito.
ųƑTe va bien con el servicio a domicilio?
ųSí. Cada día más mujeres tienen que salir a trabajar y me encargan que les prepare su comida. Tu papá se encarga de entregarla. Entre los dos ganamos mucho más que cuando él era chofer. ƑA ti cómo te va en el trabajo?
ųBien, bien ųVirginia desvía la mirada: ųMamá: Ƒpuedes dejar la estufa un momentito? Necesito que hablemos, te lo dije.
ųMi vida, te esperé dos horas... ųRosario acaricia la mejilla de su hija: ųƑQué te pasa, nena? ƑTienes algún problema con Félix?
ųSí. Quiere que deje de trabajar.
ųƑY eso desde cuándo o por qué? ųRosario apaga la estufa.
ųDesde el día de su cumpleaños. Conste que mi papá y tú no fueron a cenar con nosotros.
ųNo sabes cómo lo sentí, pero no pude: me encargaron doscientos tamales para un bautizo. Quería ir a ayudarte a servir pero al menos pude mandarte la cena. ƑLes gustó?
ųTodo el mundo la elogió. Dije la verdad: "Háblenle a mi mamá y felicítenla porque ella la preparó. Con mi horario de trabajo no me alcanza el tiempo para cocinar". Mi cuñada Irma, que siempre me ha envidiado, aprovechó para meter su cuchara. ƑQué crees que dijo? "Ay, pues si yo le salgo a mi esposo con que no tengo tiempo de cocinarle ni el día de su cumpleaños, me mata". Puse una cara horrible, pero no tanto como Félix.
ųNo veo por qué. El sabe que si has dejado la cocina no es por gusto. Sales a trabajar para que no falte el dinero en la casa mientras a él le cae algún negocio. ƑNo se lo dijiste a tu cuñadita?
ųNo. ƑY sabes por qué? Para no molestar más a Félix. Lo conozco: es muy orgulloso. Nunca le ha gustado que lo contradiga en público ni que hablemos de nuestras cosas enfrente de otras personas.
ųPero si fue tu cuñada la que se metió en lo que no le importaba. ƑPor qué Félix no le puso el alto?
ųNo sé. El caso es que ella siguió como si nada y se despidió de lo más cariñosa y me preguntó cuándo tendré aunque sea un ratito libre para visitarla. šUgh! Ya para qué te digo: cuando todos se fueron Félix la agarró conmigo. Dijo que lo había puesto en ridículo ante su familia diciéndoles que ni siquiera en su cumpleaños le tengo consideraciones. No me aguanté: "Me levanto a las cinco de la mañana para dejarte el jugo, el café, la ropa limpia y la comida en el refrigerador. Regreso a las siete de la noche. A esa hora, en vez de descansar, lo primero que hago es preguntarte cómo te fue, calentarte la comida, servírtela y semblantearte por si luego quieres algo más. Si eso no es tener consideraciones, entonces ya no sé qué será."
ųMe imagino que con eso lo dejaste calladito.
ųƑFélix, callado? Nunca, y menos cuando tengo la razón. Me hizo un teatro. Con los ojos llenos de lágrimas me dio las gracias por mis sacrificios y luego me confesó que tiene un sueño: verme renunciar a mi trabajo y convertida otra vez en su mujercita de antes. O sea: que me pase el tiempo esperándolo, como tú a mi papá durante no sé cuántos años. ƑCómo pudiste...
ųAprendí a hablar sola...
ų...convencer a mi padre para que te permitiera trabajar?
ųNo le pedí permiso, sólo me puse realista: "Eduardo, por tu edad, no te contratan. Si yo no trabajo, Ƒvamos a vivir de nuestros hijos? No están en posibilidades de ayudarnos. Aunque lo estuvieran, šme niego a convertirme en menor de edad a estas alturas! Bastante hago con aceptar que tengamos nuestra luna de miel veintiocho años después de casados."